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El pasado domingo 3 de octubre el Presidente Juan Carlos Varela sorprendió a la ciudadanía al presidir un lucido acto de memoria a las víctimas militares que fueron sacrificadas por el ex general Manuel Antonio Noriega, actualmente detenido en la Cárcel El Renacer, mandándolas a fusilar el 3 de octubre, hace veintiséis años, por el intento de darle un golpe para desplazarlo como jefe de las antiguas Fuerzas de Defensa.
Ascensos póstumos, monolito y reconocimiento por el papel que cumplieron aquellos once militares en la hora crítica que vivía el país tensionado con la confrontación entre Noriega y Estados Unidos que lo reclamaba bajo acusaciones de narcotráfico, que fue resuelta con la cruenta invasión, meses después, del 20 de diciembre de 1989, que sumergió al país en el caos, la destrucción y la muerte.
Pero las únicas víctimas de la Dictadura militar de Omar Torrijos Herrera y Manuel Antonio Noriega y todos los que le acompañaron en aquella tragedia de más de veintiún años, militares y civiles, no fueron estos once militares miembros de la Fuerza de Defensa, fue el pueblo panameño porque ese período ensombreció la vida del país con la violación del orden constitucional, con la total denegación de las libertades y los derechos humanos, con la persecución, las detenciones arbitrarias, el absoluto irrespeto al debido proceso, las torturas, la desaparición forzada y los asesinatos, cuando todo, absolutamente todo estaba sometido al control militar. Y al pueblo panameño jamás se le ha hecho un reconocimiento por el martirió que vivió.
Al contrario, todos los sectores políticos, gubernamentales, empresariales e institucionales declararon un olvido conveniente e interesado de este tiempo de la historia panameña. Han cercenado la memoria histórica del pueblo en las generaciones posteriores, muy especialmente de la juventud y el estudiantado, y esto tiene consecuencias fatales en la formación de la conciencia y en el futuro del país.
Pero sí hay un recuerdo dolido de aquella época: en los familiares de las víctimas de la Dictadura militar y la represión que ejerció férreamente contra todos aquellos que protestaron contra el golpe de estado, la supresión de las libertades y la imposición de un gobierno de facto. Abuelas y abuelos, padres y madres que con el paso del tiempo han ido falleciendo en la nostalgia de sus hijos ausentes, que fueron detenidos arbitrariamente, sufrieron torturas degradantes, asesinados y desaparecidos forzadamente sin tener un lugar donde recordarlos.
Señor Presidente, Usted y su gobierno, incluyendo a la señora Vicepresidenta y Canciller, responsable de la Mesa de Entendimiento y diálogo con los familiares, olvidaron a las víctimas civiles de violación de los derechos humanos, aquellos hombres y mujeres humildes, pobres, trabajadores y dotados del sentido de la justicia, del derecho, de las libertades, razón por la cual fueron sacrificados. Ni Verdad, ni Justicia ni Reparación, sólo olvido y exclusión han recibido.
Recuerde que el Estado panameño tiene un compromiso que cumplir con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, CIDH, que sugirió y apoyó la instalación de un espacio de diálogo para atender los reclamos y derechos de los familiares de las víctimas, y esto fue posible cuando la señora Mireya Moscoso, entonces Presidenta de la República, se allanó, es decir, reconoció que Panamá sufrió la tragedia de la Dictadura y que este hecho produjo muchas víctimas que deben ser resarcidas en verdad, justicia y reparación.
Le pedimos, una vez más, y de manera reiterada, atender urgentemente a los familiares de las víctimas, a fin de acordar el debido funcionamiento de la Mesa de Entendimiento, darle el impulso que corresponde, establecer efectivos métodos de trabajo y así lograr prontamente el cumplimiento de las expectativas y derechos de los familiares de las víctimas.
?Si desaparezco, no me busquen. Sigan la lucha?? (Héctor Gallegos)
?Por la Verdad y la Justicia, No a la Impunidad??
Maritza Maestre B.
Coordinadora
Comité de Familiares de Asesinados y Desaparecidos de la Dictadura Militar en Panamá Héctor Gallegos, COFADEPA-HG.
Miembro de la Federación Latinoamericana de Asociaciones de Familiares de Detenidos-Desaparecidos, FEDEFAM.
Fuente: Red Mundial de Comunidades Eclesiales