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2 de abril de 2016
CONFERENCIA
I La utopía, motor de la historia
Ella está allí, en el horizonte.
Doy dos pasos,
y ella retrocede dos pasos.
Avanza diez pasos
y el horizonte se corre diez pasos más allá.
Por mucho que yo avance
nunca la alcanzaré.
¿Para qué sirve la utopía?
Para eso sirve…
Para caminar
Eduardo Galeano
La palabra utopía cae como una losa
Cuenta Tony Judt en su libro Algo va mal que al terminar una conferencia sobre la situación mundial, un niño de doce años inició el diálogo con esta pregunta: ?Bien, pero si tienes una conversación cotidiana o incluso un debate sobre algunos de estos problemas y se menciona la palabra ?socialismo?, a veces es como si hubiera caído una losa sobre la conversación y no hay forma de retomarla. ¿Qué recomendaría para retomarla???1
Similar impresión he tenido muchas veces cuando en ambientes académicos o simplemente coloquiales se pronuncia la palabra ?utopía??. Se hace un silencio sepulcral. Tal situación es lo que me ha movido a aceptar la invitación a pronunciar esta conferencia, que espero contribuya, al menos, a normalizar su uso2.
María Luisa Berneri: vivimos en una época de concesiones
?La nuestra es época de concesiones, de medidas a medias, del mal menor. Los visionarios son objeto de mofa o de desprecio, y los hombres ?prácticos? rigen nuestras vidas. Ya no buscamos soluciones radicales, sino meras reformas, los males de la sociedad; ya no tratamos de eliminar la guerra, sino de evitarla durante algunos años; ya no tratamos de eliminar el delito, sino que nos contentamos con reformas judiciales; ya no tratamos de extirpar el hambre crónica, sino de crear instituciones mundiales de caridad. En una época en que el hombre está tan preocupado por lo práctico, lo posible de realización inmediata, constituiría sonable ejercicio volver la mirada hacia quienes soñaron utopía y realizaron su idea de perfección??.
Este texto fue escrito hace más de sesenta años por la joven anarquista María Luisa Berneri (1918-1949) en su libro Viaje a través de la utopía3, publicado varios años después de su temprana muerte. Pareciera, sin embargo, que hubiera sido escrito hoy en plena tiranía de los mercados y de gobierno mundial de tecnócratas sin entrañas que han sometido a la ética al asedio del poder financiero y a la utopía a uno de sus más largos olvidos o silencios en todos los campos del saber y del quehacer humano. La propia palabra está siendo exorcizada con todo tipo de rituales para liberarla de sus virtualidades pretendidamente diabólicas.
El presente estudio intenta intervenir en la actual confrontación entre dos concepciones de la razón, la utópica y la científico-técnica, con un doble objetivo: rehabilitar y activar la utopía con sentido crítico y dialéctico en medio de la oscuridad del presente y ponerla al servicio de la emancipación humana, que tiene su traducción en la propuesta de otro mundo posible.
La utopía, en horas bajas
La utopía vive horas bajas, y no corren, ciertamente, tiempos propicios para ella. Quizá nunca los hayan corrido y ese sea su estado propio: no el buen lugar, sino el no-lugar, al que hace referencia el propio nombre u-topía, el tener que nadar contra corriente y ascender cuesta arriba con el viento de cara.
Calificar hoy a una persona de utópica no es, precisamente, un piropo o un halago, y menos aún el reconocimiento de valor o de una cualidad. Muy al contrario: es una descalificación en toda regla. Es como llamarle a la a cara ingenuo, no tener sentido de la realidad, vivir colgado de las nubes sin hacer pie en la realidad, ser un iluso, y otras lindezas similares. moverse por impulsos primarios, actuar compulsivamente, y no de manera racional.
La personas y los proyectos utópicos, los movimientos sociales críticos con la globalización neoliberal, las organizaciones alter-globalizadoras que luchan por otro mundo posible, sufren hoy un clamoroso e inmerecido destierro, similar al de los poetas en la República de Platón, que eran expulsados de la ciudad ideal porque no alcanzan la verdad.
El destierro de la utopía
La utopía tiende a ser excluida de los diferentes campos del saber: de las ciencias y de las letras, de la economía y de la ética, de la filosofía y de la teología, de la política y de la religión.
En la filosofía impera la razón instrumental, que consiste en adecuar la razón a la realidad, por muy irracional que ésta sea, no la realidad a la razón, como sería lo propio. Otras veces se aleja de la propia racionalidad y entra en un estado de letargo. El resultado es el cuadro 43 de los Caprichos de Goya ?el sueño de la razón produce monstruos??. Otras, en fin, legitima situaciones de injusticia que claman al cielo y que debiera denunciar por irracionales.
. Las ciencias sociales, que en su rigen y posterior desarrollo se caracterizaron por ser teoría crítica de la sociedad, se atienen hoy a los datos y parecen haber perdido toda capacidad transformadora. La economía, que debe caracterizarse por su orientación humanista -responder a las necesidades humanas- ha pasado a estar sometida al asedio del mercado, que la tiene controlada y a su servicio. Lo que impera en ella es la razón contante y sonante, la razón calculadora y contable. La inversión está servida: el valor de uso ha sido sustituido por el valor de cambio. Al final caemos en lo que ya expresara con sentido crítico Antonio Machado: es de necios confundir valor y precio.
. La razón política se ha convertido en razón de Estado para justificar lo injustificable. Y todo se hace por el bien del país, de la sociedad, del pueblo, de la humanidad. La irracionalidad se reviste de humanidad para que sea más fácilmente creíble. Pero, aunque la irracionalidad se vista de humanidad, irracionalidad se queda.
. La teología se atiene a los datos de la Revelación, liberados de toda dimensión utópica y sometida al control del magisterio eclesiástico, al dogma, a la tradición y, en definitiva, a los argumentos de autoridad.
. Las religiones construyen castillos en el aire, prometen paraísos futuros más allá del tiempo y de la historia, mientras en esta vida crean sus propios paraísos fiscales. Dicen creer en una vida en el más allá, mientras ?salvo honrosas excepciones testimoniales- apenas mueven un dedo para mejorar la vida en el más acá. Defienden la vida con todo tipo de argumentos, la vida de los no nacidos y después de la muerte, se entiende, pero no se interesan con el mismo empeño por la vida de los nacidos, sobre todo de los que la ven amenazada a diario. Anuncian la vida eterna, mientras con frecuencia se aferran a esta vida con uñas y dientes, en busca de beneficios, privilegios, prebendas, favores, renunciando a su mensaje liberador y haciendo alianzas con el poder.
. La vida cotidiana tampoco se rige por la utopía. Todo lo contrario. Las máximas que nos transmiten desde pequeños nuestros progenitores, tutores y educadores son de este tenor: ?no te hagas ilusiones??, ?ten los pies en el suelo??, etc. Se nos mata la utopía desde la infancia.
Hemos pasado de las consignas inconformistas y movilizadoras de las energías utópicas del Mayo Francés ?Seamos realistas, pidamos lo imposible?? y ?la imaginación al poder??, a las actitudes conformistas expresadas en afirmaciones como ?seamos realistas, atengámonos a los hechos?? y ?la imaginación es enfermiza?? y del ?fuera del sistema está la respuesta a los problemas de la humanidad?? al ?fuera del sistema no hay salvación ni solución??. La afirmación de Bloch ?Si una teoría no está de acuerdo con los hechos, peor para los hechos?? se ha transformado en su contraria: ?Si una teoría no está de acuerdo con los hechos, no es científica y debe ser rechazada??. Se cree que los hechos son tozudos e inmutables, cuando son construcciones humanas, y a veces construcciones irracionales.
Maltrato semántico de la palabra utopía
La propia palabra ?utopía?? está desacreditada y ha sufrido un grave deterioro semántico, hasta confundirla con ilusión, quimera, ingenuidad, fantasmagorería, falta de sentido de la realidad, plan bueno pero irrealizable, etc.
La utopía ha sufrido un proceso de deterioro, peor aún, de maltrato semántico, reflejada en la propia definición de algunos diccionarios, que acentúan su carácter ingenuo, irreal, quimérico, fantasmagórico y su imposibilidad de realización. Veamos dos ejemplos. El Diccionario de María Moliner define la utopía como ?nombre de un libro de Tomás Moro que ha pasado a designar cualquier idea o plan muy halagüeño o muy bueno, pero irrealizable»4. La Nueva Enciclopedia de Larousse, además de la referencia al libro de Moro, recoge dos acepciones del término: ?plan ideal de gobierno, en el que todo está perfectamente determinado?? y ?cualquier plan o sistema bueno y halagüeño, pero irrealizable??5.
Tales desviaciones nada tienen que ver con el sentido que se le da en la literatura y el pensamiento utópicos. Lo que se han impuesto en el lenguaje ordinario, en la vida social es una caricatura de la propia palabra y de su verdadero significado. Así, a las personas utópicas se las considera carentes de sentido de la realidad, de estar en las nubes, de moverse por impulsos primarios, de actuar sentimentalmente, y no de manera racional.
La vigésimo primera edición del Diccionario de la Real Academia introduce un nuevo matiz que torna la definición más precisa y se aproxima a su sentido originario: ?plan, proyecto, doctrina o sistema optimista que aparece como irrealizable en el momento de su formulación??6
La vigésimo tercera edición de dicho Diccionario ofrece una aproximación etimológica y dos definiciones.
-¡Isla imaginaria con un sistema político, social y legal perfecto, descrito por Tomás Moro en 1516, y este del griego ou, no, y topos, lugar.
– ?Plan, proyecto, doctrina o sistema deseables que parecen de muy difícil realización??.
– Representación imaginativa de una sociedad futuras de características favorecidas del bien humano??.
¿Es irrealizable la utopía? No. Es lo que parece irrealizable solo desde el punto de vista de un orden social determinado ya existente. En otras palabras, es lo que puede realizarse en determinadas condiciones y coordenadas, pero sí en condiciones nuevas. Cuando se formula una utopía, no se está proponiendo un imposible. Se busca cambiar las coordenadas que la hacen imposible para que sea posible.
El porqué del destierro y del maltrato semántico de la utopía
Varias son las razones por las que la utopía vive desterrada de todos los campos del saber, del quehacer humano y de la vida cotidiana y es maltratada semánticamente. Citemos tres:
. La utopía tiene carácter subversivo, evolucionario, transformador e inconformista. No se contenta con la realidad tal como es, se pregunta cómo debe ser (momento ético) y busca su transformación (praxis).
. Desestabiliza el orden establecido, altera las conciencias adormecidas y revoluciona las mentes instaladas
. Sueña otro mundo posible. Y los sueños -los sueños despiertos-, son los más incontrolables y peligrosos, porque imaginan las coas de otra manera a como son, y eso conmueve los cimientos del sistema. Controlar los sueños, robar las ilusiones, frustrar las esperanzas son algunos de los principales objetivos de los gobernantes, de los dirigentes religiosos, de los educadores, de los tutores. Constituyen las más graves mutilaciones que pueden hacerse a las personas y a los pueblos. Son el instrumento más sutil que tiene el colonialismo para someter a los pueblos conquistados.
La utopía de la globalización neoliberal: una trampa en toda regla
Pero lo más llamativo y sorprendente es que los mismos que destierran a la utopía de todo el territorio de lo humano y de la naturaleza, nos quieren hacer creer que la utopía se está haciéndose realidad en el paradigma de la globalización realmente existente. Sería, según los neoliberales, la traducción, a nivel político y económico, de la idea de Leibniz de que vivimos en el «mejor de los mundos». Con el capitalismo democrático, dirá Francis Fukuyama, la humanidad ha llegado al final de la historia; ya no se puede aspirar a más7. Ha nacido el ?último hombre??, el «hombre nuevo», que era el ideal de la Ilustración. Se ha hecho realidad el reino de Dios en la historia, que ha sido siempre el viejo sueño de los milenarismos. Consecuencia: carecen de sentido las preguntas de Kant: «¿qué debo hacer?. Todo se se ha logrado. No hay nada que hacer, porque todo está hecho. No hay que luchar por la utopía porque ya se ha hecho realidad.
Pero esta argumentación tiene trampa8. La globalización neoliberal no es la descripción de una realidad ideal, ni de un mundo sin fronteras. Es un proyecto imperial que pretende uniformar las culturas, controlar las economías y someter todo tipo de heterodoxia al pensamiento único. Es un manto con el que se quiere ocultar el fenómeno de la neocolonización del mundo por el capital multinacional. Es, a su vez, una construcción ideológica, y no la descripción del nuevo entorno económico; una interpretación errónea de la realidad que viene a sustituir a otra descripción exacta9. Con esa interpretación se quiere ocultar la asimetría del poder, a nivel planetario, en la relación entre los pueblos, se nos quiere hacer ver que vivimos en un mundo interdependiente, cuando, en realidad, estamos sometidos a nuevas y más sutiles formas de dependencia
Etimología
Utopía es un neologismo creado por Tomás Moro, cuya etimología
No es: eu-topia: buen lugar
ni u-cronía: fuera del tiempo, de la historia
Sino: ou-topos: no-lugar. En el prólogo a la traducción española de Utopía. de Tomás Moro, Francisco de Quevedo traduce ?utopía?? como ?lugar que no existe??.
Recuperación de su verdadero sentido
La palabra ?utopía?? tiene un sentido positivo. Es mérito del filósofo alemán Ernst Bloch haber recuperado una palabra tan denostada, haberla liberado de su acepción peyorativa y haberla convertido en categoría mayor de la filosofía. ?l devuelve a la utopía la credibilidad que había perdido en el marxismo ortodoxo. Para ello cree necesario renunciar a la oposición entre socialismo utópico y socialismo científico, y establece la distinción entre utopía abstracta y utopía concreta, decantándose por ésta10.
como proyecto o ideal de un mundo justo, que implica la crítica del orden presente.
Una de las más breves y genéricas definiciones de utopía es la que ofrece J. C. David: ?sueños humanos de un mundo mejor??11. Dos objeciones de fondo cabe plantear a esta definición. La primera, que las anticipaciones sobre la sociedad de futuro de algunos autores calificados utópicos no pueden ser consideradas simples ensoñaciones. La segunda se refiere a la imprecisión del concepto ?mundo mejor??.
Horkheimer: sueño de vida verdadero y justo, que implica crítica del orden real e intención de organizar mejor la vida de los seres humanos Crítica y utopía son las dos grandes líneas que conforman el pensamiento moderno europeo. Se trata de un concepto fundamental en el marxismo humanista, que pone el acento en la expectativa en la meta y considera, en palabras de Marcuse, que ?la libertad sólo es concebible como realización de lo que hoy es todavía utopía??12.
Distinción entre ideología y utopía
La sociología del conocimiento distingue entre ideología y utopía
Karl Mannheim considera que tanto las ideologías como las utopías son visiones de la realidad social determinadas posicionalmente. Pero las utopías se diferencian las ideologías en su distinta no adecuación a la realidad. Las utopías no van a la zaga del presente, sino que ?trascienden?? la fase alcanzada e intentan sobrepasarla intelectual e, incluso, prácticamente. Mannheim llama utópicas ?a aquellas orientaciones que trasciendan la realidad y que, al informar la conducta humana, y tiendan a destruir, parcial o totalmente, el orden de cosas predominante en aquel momento??13. Volveremos sobre Mannheim más adelante.
Horkheimer contrapone los conceptos de utopía e ideología. Esta ?provoca la apariencia??; la utopía, por el contrario, ?es el sueño del ?verdadero? y justo orden de vida??14. Horkheimer opera aquí con la concepción marxista de ideología como falso conocimiento que de sí misma tiene la sociedad capitalista. La crítica de la ideología comporta aquí una crítica de la estructura de la sociedad capitalista. La crítica de Mannheim a la ideología difiere de la marxista, ya que no la refiere a la falsa apariencia de la realidad producida por la sociedad capitalista, sino a restos de ideas que deben percibirse como inadecuados a la realidad.
Louis Marin entiende la utopía como crítica de la ideología dominante y la ideología como expresión totalizadora de la realidad concreta y su justificación racional.
Características de la utopía
-Toma de conciencia de la negatividad de la historia: ?esto va mal??, frente a ?to er mundo es güeno??; ?todo va bien??
– Insatisfacción personal y colectiva con la realidad y negativa a instalarse o adaptarse en el orden establecido: decir ?no??.
– Análisis crítico de las disfunciones que se dan en la realidad, de la supuesta racionalidad dominante
– Rebelión?protesta personal y colectiva contra el orden establecido
– Toma de conciencia de que la realidad no es inmutable, de que no todo está determinado, no todo está decidido, de que las cosas pueden cambiar, pueden ser de otra, frente al ?las cosas son como son y no pueden ser de otra manera??, ?así es la vida??, ?nada nuevo bajo el sol??.
– apertura a un lugar donde la imaginación viene a contradecir las verdades supuestamente universales.
– Prospección de las posibilidades todavía no exploradas en la naturaleza y en el ser humano. La utopía, en Bloch, remite a lo no experimentado, a lo que todavía no ha sido.
– Propuesta de alternativa de un mundo libre de toda opresión: personal, social, económica, política…
– Propuestas de acción para la transformación de la realidad.
Niveles de la utopía
-Género literario: relatos fantásticos de otros mundos imaginarios. Atlántida, de Platón; Isla del Sol, de Yambulo; Utopía, de Tomás Moro;, Los viajes de Gulliver, de Jonathan Swift.
– Método, camino que conduce a la indagación, a modelos mentales de posibilidades diferentes a las consolidadas.
– Reflexión: nueva, otra manera de pensar la realidad: la realidad no como algo estático, como una toja de agua estancada, sino en proceso, en permanente movimiento, evolución, ebullición, cambio, como una corriente de agua, no como eterno retorno de lo mismo, sino como apertura a lo nuevo; no la realidad como previsibles, sino imprevisible, no como programado, sino abierto a la sorpresa.
-Actitud ante la vida: optimista (vaso medio lleno), no pesimista (vaso medio vacío); esperanzada (el cambio es posible- Mercedes Sosa), no desesperanzada (nada cambia)
La utopía, motor de la historia
En la situación de destierro, de descrédito, de silencio, del maltrato semántico, en medio de la confusión que crea la globalización neoliberal, y en la propuesta de alternativas por parte de los movimientos sociales en plena efervescencia, es necesario recuperar la utopía como motor de historia. Efectivamente, es ella la que libera a la historia de su estancamiento, inercia y pasividad, de su fijación en el pasado, de la ley del eterno retorno. Es ella la que lleva a tener el futuro como horizonte y la que ha hecho posible los avances de la humanidad en dirección a la justicia, la libertad y la solidaridad, en una simbiosis entre utopía y esperanza, razón y acción, como formulara lúcidamente Bloch en esa enciclopedia de las utopías que es su libro El principio esperanza: ?La razón no puede florecer sin esperanza; la esperanza no puede hablar sin razón??.
Comentando mi libro Invitación a la utopía (Trotta, Madrid, 2016), escribe Luis García Montero: ?Un equipaje para viajar en este mundo. Pensar en la utopía como fuerza dinámica de la historia significa afirmar que tenemos derecho a dejar de sufrir. De ahí que Juan José Tamayo entienda que en tiempos de crisis es imprescindible una Invitación a la utopía. Porque renunciar a ella no supone que la utopía desaparezca del mundo, sino que la abandonamos en manos de la injusticia?? (Info-libre, 14 de agosto de 2013).
Pero la utopía no debe ser entendida como confianza ciega, optimismo ingenuo o fijación mítica en los orígenes, sino en su carácter paradójico y dialéctico, ya que lleva en sus gérmenes éxitos y fracasos, fragilidad y fortaleza, verdad y no-verdad, fecundidad y esterilidad, poder e impotencia, afirmación y negación, conciencia crítica y propuestas alternativas.
Los seres humanos, los proyectos y los movimientos utópicos han sido, por tomar prestada la letra del la emblemática canción de Labordeta ?Habrá un día en que todos…??, los que han empujado la historia hacia la libertad. Parece que fracasaron, pero solo lo parece, ya que dejaron huella. A ellos se deben buena parte de los avances de la humanidad en todos los terrenos: éticos, políticos, económicos, sociales, culturales, simbólicos, religiosos, jurídicos, etc.
¿Fracasaron Zaratustra, Buda, los Profetas de Israel, Judit, Julda, Sócrates, Espartaco, Jesús de Nazaret, María Magdalena, Francisco y Clara de Asís, Margarita Porete, Cristina de Pisán, Teresa de Jesús, Lutero, Olympia de Gouges, Mary Wollstonecraft, Marx, Bakunin, Rosa Luxemburgo, Simone Beauvoir, Gandhi, Luther King, Juan XXIII, monseñor Romero, Ignacio Ellacuría, Chico Mendes, Rigoberta Menchú, Arafat, Isaac Rabin, Berta Cáceres…?
Ciertamente, muchos fueron desacreditados, sus proyectos fueron deformados por sus sucesores y sus ideas descalificadas por los ideólogos del sistema. Otros fueron condenados a muerte, asesinados… Pero, ¿fracasaron realmente? No, sus ideas fueron enarboladas por personas y grupos que las llevaron adelante, no pocos de sus proyectos se hicieron realidad y los que no se llevaron a cabo siguen pendientes, pero no se han descartado. Estas mujeres y estos hombres son referentes morales a seguir. Sus utopías iluminan el camino en la oscuridad de la historia. Dejaron el terreno abonado para que diera sus frutos, de los que no pudieron beneficiarse.
¿Fracasaron los proyectos y los movimientos revolucionarios de 1848? Responde el historiador inglés Eric Hobsbawn: ?Dos años después de 1848 parecía que todo había fracasado. Pero a largo plazo no había fracasado. Un buen número de medidas propuestas por los revolucionarios fueron implementadas. Fue, por lo tanto, un fracaso inmediato. Pero, a la larga, fue un éxito, pero no ya en forma de una revolución??.
¿Utopías para tiempos de crisis?
Alguien se preguntará con cierto escepticismo: ¿Utopía en tiempos de crisis? Es una pregunta que se hace el Sistema y que tiene como objetivo eliminar la esperanza de la conciencia humana y de la historia. Pero también pueden hacérsela las personas desahuciadas, las que ya no esperan nada de la vida, la gente más vulnerable, ?los nadie??, que diría Eduardo Galeano.
Alguien puede pensar que, en tiempos de crisis, la utopía significa renunciar a arrimar el hombre ante los graves problemas que sufren los sectores más vulnerabes de la sociedad e implica evadirse de la realidad. Todo lo contrario. La respuesta a la pregunta del título no puede ser otra que afirmativa, si bien con sentido crítico.
Las utopías tienen su temporalidad, afirma Ernst Bloch. Es precisamente en tiempos de crisis cuando los oprimidos toman conciencia de la negatividad de la historia, expresan su insatisfacción con la realidad, muestran su descontento e indignación, protestan y se movilizan. Es en tiempos de crisis cuando formulan utopías movilizadoras.
Sin utopías la suerte está echada, emprenderíamos un viaje a ninguna parte y caminaríamos sin rumbo dando tumbos. Sin utopías triunfaría la injusticia por doquier y se impondría la barbarie. La Humanidad se haría el harakiri y la historia dejaría de ser tal para convertirse en eterno retorno.
Es en los márgenes de la sociedad donde se han fraguado siempre ?y siguen fraguándose- las alternativas, las grandes transformaciones. ?El cambio ?afirma Gianni Vattimo- lo impulsan los que no están bien: los pobres, los oprimidos. El cambio no tiene por qué ser mejor, pero el mantenimiento de lo que hay implica una clausura del futuro. Hay una motivación ontológico-cristiana: por un lado, los oprimidos intentando cambiar las cosas; por el otro, el hecho de que los débiles son más. Eso es la democracia??.
Es en tiempos de crisis y desde los márgenes cuando resulta más necesario que nunca sacar a la luz los tesoros ocultos que anidan en lo profundo de la realidad y activar las potencialidades y latencias ínsitas en los seres humanos.
Por eso invito a hacer un viaje por las grandes utopías de la historia de la humanidad: Los trabajos y los días. de Hesíodo; La República y Las Leyes, de Platón; Ka Isla del Sol, de Yambulo; La tres eras del Espíritu, de Joaquín de Fiore; Utopía, de Tomás Moro; La Ciudad del Sol, de Tomasso Campanella; La Nueva Atlántida, de Francis Bacon…. a escribir nuevos relatos utópicos, pero también distopías, a cultivar la utopía, a vivir y con-vivir utópicamente, pensar la realidad y actuar en ella más allá de los límites de lo posible, como sugiere Walt Whitman:
?Antes del alba, subí a las colinas, miré los cielos apretados de luminarias y le dije a mi espíritu: cuando conozcamos todos estos mundos y el placer y la sabiduría de todas las cosas que contienen, ¿estaremos tranquilos y satisfechos? Y mi espíritu dijo: No, ganaremos esas alturas para seguir adelante??.