Nuestra limitación humana no alcanza a comprender la grandeza de la Trinidad y el Espíritu Santo siga siendo el gran desconocido a pesar de que su presencia está unida al comienzo mismo de la Iglesia, primeramente enviado a Jesús en el Jordán y después a los atemorizados apóstoles, implicándoles de lleno en la Buena Noticia del Reino del amor divino para toda la humanidad.
En este sentido, Pentecostés supone una revelación poderosa de la presencia de Dios entre nosotros, que irrumpe por cualquier intersticio que dejemos a la acción del Dios trinitario evidenciando con fuerza irresistible la presencia del Reino entre nosotros. Así lo atestiguaron sobre todo Pablo, Lucas y Juan, que nos dejó toda una catequesis del Espíritu; o Juan de la Cruz, que lo ha evocado como nadie. Como afirma Xabier Pikaza, el Espíritu no es un don que Dios nos da, sino el mismo Dios que es don; pertenece a la intimidad de Dios, no es cosa de Ley sino Dios regalo que nos hace vivir gratuitamente en su presencia sin imponerla a la fuerza. Es poder y presencia del Reino, no solo promesa de futuro sino experiencia actual de de perdón y acogida gratuita, amor creador.
Pero estas categorías tan hermosas del Dios Espíritu Trinitario no facilitan su entronque con la realidad de cada persona, hasta convertir a la fiesta de Pentecostés en un acontecimiento mucho menos práctico del que debería esperarse en cualquier seguidor del Dios cristiano. Por eso es muy de agradecer el esfuerzo de José Antonio Pagola por actualizar en forma de comportamientos esta espiritualidad divina, cuando nos propone cuatro rasgos de conducta fundamentales del Espíritu que albergaba Jesús y que fue regalado en Pentecostés: 1. Una espiritualidad enraizada en los profetas de Israel. 2. Centrada en el Reino de Dios. 3. Al servicio de una vida más humana y 4. Alentada por la compasión.
1- La tradición profética está demasiado olvidada porque su propuesta es una presencia alternativa en la sociedad, a partir de la indignación que provoca la situación injusta actual, tan contraria al Reino de Dios. Es la denuncia profética que algunos quieren manipular -dentro y fuera de la iglesia- hasta confundirla con una acción política más equiparable a cualquier movimiento ideológico. 2- Pero lo esencial del Reino de Dios se concreta en la búsqueda de la justicia a través de la oración y la acción, a la amanera de aquellas comunidades pentecostales que nada ni nadie fue capaz de arredrar hasta que les arrebataron la vida.
3- Para Pagola, la espiritualidad de Dios apuesta por una vida más humana que expresa la pasión de un Dios amigo de la vida y que, por ello, se alinea con los últimos y se opone a los grandes ídolos del dinero y del poder; de ninguna manera se queda pasivo o inactivo desde una mal llamada prudencia. 4- Y por último, la compasión es la actitud fundamental, la mirada compasiva como expresión de su extrema sensibilidad ante el sufrimiento, que se completa con gestos de bondad nada usuales como lo demuestra la parábola del buen samaritano. De este modo, la indignación profética que reclama justicia divina, se funde con la ternura ante ser humano necesitado.
Lo dijo primeramente Karl Rahner y lo repite ahora José Antonio Pagola: es preciso volver a la espiritualidad de Jesús, a dejarse moldear por el Espíritu Santo en este tiempo, que no es ni mejor ni peor que otros, pero en el que los cristianos de Occidente estamos en peligro de vaciar el mensaje activo del Dios trinitario -no solo teórico-, el mismo que acogieron aquellas primeras comunidades cristianas.