Virulencia -- Andrés Ortiz-Osés

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

(con el propósito vano de revertir
nuestra grave situación en menos grave o ingrávida)
Os lo dije en su día pues lo sabía oscuramente
este mundo no tiene solución sino resolución
la solución final como disolución
pero no me creíais y os reíais de ello
incluso yo mismo me creía un locuelo
por entrever las entretelas negras de la vida viuda
desde aquella posguerra incivil y maldita.

Ahora nos encontramos como casi siempre
infectados por un virus que es el coronavirus
de nuestra existencia compartida y corrompida
por naturales virulencias y sobrenaturales políticas
religiones técnicas y ciencias apocalípticas
culturales e inculturales sabiondas y necias.

Yo lo sabía pero apenas si podía decirse
en aquel manicomio de sujetos fatuos
ahora lo redigo aunque ya no importa
lo saben todos mas lo olvidarán cuán presto
para ir al cine y a la peluquería y al marasmo todo
en nombre de la nada revertida en jerga y juerga.
Lo único que aún resta es un poco de amor entumecido
el arrullo del alma y el murmullo del aire liberado
la belleza del niño y del viejo ensimismado
el corazón del cosmos en un globo que flota.
Solo nos queda un poco de aire fresco
el fulgor de la luz y el rojo azul del fuego
la reverberación de la naturaleza y un poema
el lento suicidio de las sombras que atraviesan el mar
y el vago crepúsculo del alma que aún respira a Dios.

Todo lo demás son fuegos fatuos y enfermos
alquileres vacíos y pompas de jabón
solo nos queda este leve suspiro
el amor que aún no encuentra su cauce verdadero
el reflejo de luz que se cuela en tus ojos
y el verso recabado de un poeta que afirma:
me gustaría ser como no soy y no ser lo que soy
– un hombre intramuros e intravirus
una mujer infectada por el hombre
y un hombre afectado por una mujer
un niño traído a este mundo sin su consentimiento
el viejo descartado y ya destartalado
el tonto que se cree listo de envergadura
y el listo que se creer un genio o un ingenio
porque simplemente rejunta las letras
de estos versos ingenuos ridículos sinceros.
Este mundo no merece la pena de otros versos más tersos
que digan lo que no es y nos sigan mintiendo

porque a la gente le gusta ser engañada
que le doren la píldora y le cuenten un cuento
para no caer en la cuenta pendiente y solo aplazada.
La vida del hombre es una hecatombe
que clama al cielo incluso al infierno:
no me importa morir no nos dejéis sufrir.