«Niegan la democracia y la autonomía personal», dice
Moreno retrata en su última obra a los obispos españoles, «los más carcas de Europa». Recopila declaraciones de la plana mayor de la Conferencia Episcopal durante los últimos quince años. «Lo único que logran con sus intervenciones públicas es irritar a más de uno, incluso a sus propios creyentes»
Ahora que la RAE tiene en boga actualizar vocablos, Víctor Moreno propone uno novedoso: «Obispada, dícese del acto de habla realizado con premeditada y alevosa intención ideológica por un obispo tendente a minar la estatura moral, que siempre es baja, del Estado de Derecho». El sarcasmo que impregna ese tecnicismo eclesial que propone Moreno es similar al tono que este escritor y doctor en Filología Hispánica ha destilado en su última obra, con un título sintomático: Los obispos son peligrosos. Así en la tierra como en el cielo.
El escritor villafranqués desarrolla en 730 páginas, en un trabajo del que Pamiela ha editado 1.000 ejemplares al precio de 31 euros, el fruto de investigar documentación periodística, instrucciones pastorales, revistas eclesiales, libros y ensayos y de analizar declaraciones de la plana mayor de la Iglesia durante los últimos quince años. Alcanza una conclusión: «Estudiado un obispo, estudiados todos. No existe mayor clonicidad ideológica», según dijo ayer en la Librería Auzolan de Pamplona.
La obra la divide en dos partes, «una sobre la política seguida por la Iglesia en cuestiones como la violencia doméstica, el matrimonio gay, la enseñanza de la religión, su faceta como empresarios de la fe y la religión que es un desastre, la Educación para la Ciudadanía «que compararán con aquella asignatura franquista de Formación del Espíritu nacional» y el problema de la unidad de España que califican de problema moral, así como la Ley de Memoria Histórica «en la que los obispos campan a sus anchas por la historia sin reconocer su parte de responsabilidad en la Guerra Civil y la consolidación del franquismo, que sin el concurso de la iglesia nunca hubiera sido posible».
La segunda parte del libro presenta a la Iglesia como institución «fetichista, dentro de la que el mayor fetiche es el crucifijo, en su nombre se han perpetrado miles de crímenes», y la doctrina de la fe frente a las razones de la ciencia.
Abundando en el título, Moreno explicó que «los obispos no son peligrosos porque se opongan a las leyes promulgadas por el Gobierno central. Son peligrosos porque niegan radicalmente el Estado de Derecho, la democracia y la soberanía popular, así como la autonomía del sujeto para decidir por sí mismo en todas las cuestiones que le afectan a éste. La Iglesia sigue considerando que sin su mediación el ser humano es un desgraciado, cuando lo cierto es que los obispos lo único que logran con sus intervenciones públicas es irritar a más de uno, incluso a sus propios creyentes».
Y siguió: «Son peligrosos porque siguen considerando que los ateos no son ni siquiera personas y, como diría el obispo Martínez Camino, personas humanas. Si el ser humano es un ser infeliz y peligroso, cuando está claro que creer o no creer no te libra de ser un animal o, peor, un pederasta».
Por último, el escritor significó que «lo que me produce cierta inquietud es la actitud del gobierno actual de sometimiento hacia la Iglesia. La Constitución marca que el Estado es aconfesional y, por tanto, en la esfera pública no debería existir ningún elemento religioso». Y terminó: «La religión es una superstición como un templo de grande».