Este hombre duró poco, dicen algunos; yo digo que duró demasiado. Tres años atentando contra el orden establecido, violando el sábado, metiéndose con sus facinerosos seguidores en campos ajenos, violando la «propiedad privada» y permitiéndole a sus discípulos comerse las espigas de trigo que ahí se encontraban.
Se metía en las sinagogas a decir disparates; que ?l era Hijo de Dios y que su PADRE le hablaba y después él hacía lo que le venía en ganas, desobedeciendo las normas que nosotros los legítimos representantes de Dios dictábamos.
Era un verdadero anárquico; andaba de aldea en aldea alborotando a la gente e invitándoles a organizarse para hacer lo mismo que él. Era un tipo peligroso al que había que eliminar. Protegía a los facinerosos, leprosos, pecadores públicos, fue un defensor de prostitutas como la de Magdala; andaba y hasta comía con los pecadores como lo hizo en casa de Mateo el publicano en Cafarnaúm. Era un loco, un excéntrico; andaba mal vestido y decía que de ellos era el Reino de los cielos. Nos invitaba a despojarnos de nuestras riquezas y a dárselas a esos andrajosos, vagos y maleantes; la escoria de la sociedad; para así tener tesoros en el «cielo».
Decía que antes de Abraham, nuestro Padre en la Fe; él existía. Un día se metió en el Templo con un látigo y sacó a todo el mundo de allí, llamando ladrones a los que traían las ofrendas a «nuestro dios». Era una falta de respeto a la autoridad constituida que eran los Sumos Sacerdotes. Les llamó «sepulcros y razas de víbora»; desacreditándolos así delante del pueblo. Un atrevido ignorante que se creía un «dios». ¡Mira que decir que él destruiría el templo y lo restauraría en tres días! Un puro farsante es lo que fue. Por eso mereció morir como murió, como un farsante y un subversivo que fue, al lado de los facinerosos que él defendió. Fue tan embustero que diciendo que era «dios», no pudo bajarse de la cruz y demostrar que de verdad lo era. Un impostor como los que murieron con él.
Fue tan subversivo Jesús que hasta después de muerto sigue alborotando a los fanáticos que le siguen y han puesto en peligro la estabilidad de nuestra religión y nuestras naciones. Sus seguidores fueron también desobedientes a nuestras autoridades diciendo que tenían que obedecer a Dios antes que a las legítimas autoridades religiosas y políticas. Por eso son perseguidos y ejecutados. Toda ésta «plaga» de subversivos debería desaparecer; ser eliminadas de ésta tierra; pero es extraño, siguen creciendo como «ratas». Son indestructibles??
* Sacerdote de la Parroquia de Caricuao, oeste de Caracas