Son ya 27 años de andadura, con motivo de las catequesis de nuestros hijos en una Parroquia de Moratalaz. Un grupo de padres decidimos seguir con reuniones periódicas porque vimos interesantes para la vida, los planteamientos que allí se hacían.
Alguien del grupo, al ponerle nombre sugirió «El Z» por aquello de la última letra del abecedario. Y con ese nombre nos hemos quedado. Nos gusta, (nada que ver con el grupo mediático). Casi todo el año nos reunimos cada quince días por las casas.
Desde el principio vimos claro la pertenencia a un grupo humano de posible amistad, y también cristiano donde compartir aspectos de la marcha de la vida en lo personal, la pareja, la educación de los hijos, las relaciones en el trabajo, los compromisos que podían surgir en nuestro medio, el testimonio cristiano, nuestro papel en la Iglesia, etc,
Nunca ha habido demasiadas pretensiones en el grupo. Hemos valorado mucho el compartir la vida: hablar de los problemas cotidianos nuestros y del mundo que nos rodea, con el Nuevo Testamento a mano para cristianizar nuestras reflexiones. Ha sido y es muy importante buscar luz en la Palabra de Jesús para caminar tranquilos, pero a la vez intentando mejorar nuestros modos de actuar.
Cuando llegó el momento, no nos costó al grupo aceptar como casado al cura con el que habíamos iniciado el camino. Descubrimos entonces que cada uno tenemos nuestro papel en la Comunidad (los ministerios), y que ésta es la que aglutina e importa más. Así que, decidido en común, si ha habido que celebrar la Eucaristía, bautizar, despedir con la Unción de enfermos, etc, se ha hecho cuando lo hemos visto oportuno.
Vivimos nuestra Fe convencidos de que coincidimos con una buena parte de la Base de la Iglesia, con las directrices del Concilio Vaticano II, y desde luego con el Evangelio de Jesús.
Nuestro principal descubrimiento en el grupo, es posible que haya sido así de simple: que Jesús está en medio de nosotros (en el mundo), y que sobre todo se manifiesta donde hay menos poder y más necesidad.
Por eso sentimos admiración y sumo respeto por los teólogos y teólogas comprometidos con «el Sur», misioneros, misioneras y laicos que se dejan la piel en el tercer mundo, gente que trabaja por los Mayores solos, los enfermos, los más pobres, parroquias y comunidades que se decantan por atender al mundo de la marginación y los más débiles de nuestra sociedad,…… Y hemos descubierto también que la Iglesia de Jesús está en el mundo para servir al Hombre y no al Sábado.
Esto ha hecho que nos cuestionemos no pocas veces (sin considerarnos más que ellos), que los que «mandan» en la Iglesia en estos momentos, una de dos, o son bastante mediocres la mayoría, o tienen poca Fe. Y rezamos por ellos de vez en cuando para que algún día cambien las cosas dentro de casa. Tenemos confianza que eso ocurrirá.
Como tal grupo cristiano o pequeña comunidad, nos consideramos bastante anárquicos, es decir, tenemos una metodología propia de funcionamiento, pocos objetivos y sí algunas ideas claras. Nos cuestiona ser fieles al Evangelio de Jesús siendo lo que somos y estando donde estamos cada día. Nos preocupa no ser buena noticia para los que nos rodean en casa, en el trabajo o yendo en el autobús. Nos preocupa si no aprendemos continuamente a convivir con otros que no piensan como nosotros.
Hemos crecido y hemos menguado en número. Hemos invitado a otros a nuestras reuniones y celebraciones. Nos conocen en el barrio un poco, y en general se comentan cosas en tono positivo. Si nos hemos relajado más de la cuenta, siempre algún acontecimiento interno o externo nos pone otra vez las pilas. Si se necesita, compartimos nuestros Euros.
En las crisis internas del grupo, ha mandado siempre el interés de la Comunidad. Eso lo tenemos bastante claro.
Podíamos ser menos cómodos? Cierto; más comprometidos en el ámbito de la Iglesia y de la sociedad? Seguro; más participativos? También. Pero dentro de nuestras posibilidades tratamos de ser sal y tratamos de no sentirnos demasiado satisfechos. Procuramos recorrer un camino, el de la vida, según lo que va aconteciéndonos y lo que pasa a nuestro alrededor.
Si alguien en la Iglesia nos margina, allá el. Nosotros no nos sentimos fuera para nada. Hay muchas formas de hacer el camino. Respetamos a quien utiliza liturgias según sus circunstancias, aunque no nos gustan las ostentaciones.
Como grupo humano y como comunidad creyente, nos sentimos privilegiados: disponemos de un lugar para compartir la Fe; compartimos también sentimientos de amistad y de familia cercana donde puedes desahogarte; un espacio de libertad evangélica donde nos sentimos hijos de Dios, hermanos de Jesús y miembros de una Iglesia que queremos menos atada al poder y más al servicio del mundo que le ha tocado vivir hoy. Agradecemos a Dios haber hecho de esta comunidad pequeña y doméstica, parte de nuestra vida como lo son el trabajo y la familia. Agradecemos a Dios que, por la pertenencia a este grupo, nos sintamos increpados desde la Fe, nos sintamos llamados a participar, y nos sintamos capaces de aceptar el reto del estilo de las Bienaventuranzas. Recibimos mucho más que damos.
Creemos haber visto fructificar la semilla que, sin pretensiones especiales, se ha sembrado en los hijos y en los padres (abuelos), a quienes hemos acompañado y acompañamos en los bautizos y las bodas, y hasta en los momentos de la muerte. Unos y otros están contentos con el «Z» al que pertenecen sus padres o hijos. Aunque los hijos no son muy de Iglesia, más de una vez nos han sorprendido con gestos de comprensión y cariño muy evangélicos.
Nos consideramos un grupo manifiestamente mejorable en la sensibilidad hacia los más desfavorecidos y en la oración.
Pese a nuestras inseguridades y dudas en la marcha, nadie nos quita nuestra esperanza y alegría en Jesús el Señor, para seguir viviendo juntos nuestra Libertad y nuestra Fe en la vida de cada día. Hacemos crítica de nuestra marcha, pero no para flagelarnos sino para intentar mejorar con signos concretos de pequeños compromisos. También hacemos crítica de la Iglesia oficial, sobre todo cuando se considera fin y no instrumento, o cuando se atreve a juzgar a gente que se preocupa de los pobres. Creemos que sirve más una imagen de Iglesia tocando suelo (servidora) y con menos capisayos y florituras, tal y como está el mundo de hoy.
Desde nuestro vínculo con el MOCEOP, animamos a vivir en comunidades desclericalizadas y en un ámbito de libertad evangélica, compartida cada día por más cristianos.
La oportunidad de pequeñas comunidades donde hay algún cura casado pueden ser lugares ejemplares para compartir la Fe, reflexionar en grupo, adquirir compromisos y mantenerse en una escucha permanente de los retos, a veces radicales, que propone el Evangelio de Jesús. El MOCEOP, en nuestra opinión tiene ahí su lugar en la renovación de la Iglesia. Su tarea fundamental está cumplida. Es tiempo de seguir actuando.
Grupo «Z» Madrid mayo de 2007