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Una espiritualidad cristiana laica -- Santiago Sánchez Torrado

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Conviene reafirmar y reivindicar en nuestro lenguaje humano y cristiano el término espiritualidad, tan dañado por la práctica repetida y larga de falsos espiritualismos, pietistas y evasivos de la realidad. Existe en la actualidad un alentador rebrote de la espiritualidad auténtica vestida de distintos ropajes y expresiones. Somos muchos los que buscamos esa espiritualidad de clara raíz cristiana y de carácter laico, inserta en el mundo y no contraria ni ajena a la verdadera religión, a la expresión personal y colectiva de la fe.

Una espiritualidad que no renuncia a toda su densidad existencial, que arranca muchas veces de nuestras situaciones y experiencias de desorientación y pesadumbre, de desconfianza e impotencia, aunque también de tenacidad, de esperanza y deseo de plenitud vital y humana. Sobre este suelo y contexto queremos vivir una espiritualidad cristiana y laica que contenga, entre otras, estas notas o atributos: no “eclesiástica” ni menos “intraeclesiástica”, encerrada en los límites estrechos de una visión excesivamente jerarquizada, clerical o de sucesos “de sacristía”, que aliente dimensiones humanas auténticas como la profundidad de sentido, la gratuidad, la modestia, etc., que esté en comunión crítica y dialéctica con la Iglesia y que sea a la vez activa y contemplativa, encarnada y comprometida, y al mismo tiempo nutrida por la oración.

Una espiritualidad cristiana, que deberá estar centrada sustancialmente en la figura y la vida de Cristo y contener una estructura teologal, siguiendo el esquema de las virtudes teologales: de fe o confianza en Dios Padre (a la que nos animan la parábola evangélica del hijo pródigo y la experiencia de Cristo en la cruz), de esperanza y de caridad (inspiradas en el juicio final, en la parábola del buen samaritano y en las bienaventuranzas), a las que se puede añadir la dimensión de humanidad de Cristo (demostrada de modo muy especial en su humilde nacimiento y en el episodio de la resurrección de Lázaro, amigo por cuya muerte sollozó repetidas veces). Cada uno de nosotros deberá rellenar de contenido experiencial estas sucintas referencias evangélicas, a las que pueden agregarse otras.

Todo está dicho muy esquemáticamente para favorecer sobre todo la reflexión o aportación desde nuestra experiencia personal o en el debate de grupo, en el diálogo colectivo. A ambas cosas pueden ayudar estas cuestiones meramente indicativas:

– ¿Qué nota o notas destacáis de la espiritualidad cristiana?

– Tratad de aportar vivencias concretas y personales sobre algunos de los puntos abordados, u otros similares que se os ocurran.

Nuestra identidad creyente se fortalecerá con el cultivo de esta espiritualidad centrada en el amor de Dios Padre, en la persona de Cristo y en la entrega a los demás y a la transformación del mundo, aceptando la carga inevitable de nuestras incoherencias y limitaciones.

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