Enviado a la página web de Redes Cristianas
A los pocos días de comenzar su ministerio el Papa Francisco, lavando los pies a los muchachos de la prisión de jóvenes en el jueves santo, decía a los curas que ?tenían que oler a oveja??, que había que salir a las perifierias para buscar a los más necesitados, ?buscar donde hay sangre derramada; decía ?que el cura que no sale de sí se convierte en mero gestor??, y apoyaba estas afirmaciones en que ?Jesús íba al encuentro de los pobres??. Quizás son palabras que yo hoy aplicaría a las comunidades cristianas, para decir que unas comunidades que están encerradas en sí mismas no son signo de nada, ni en el fondo valen para nada, unas comunidades que se miran el ombligo y son incapaces de mirar hacia adelante, hacia el sufrimiento de tantos seres humanos para integrarles, para descubrir que todos somos iguales y que en nuestra Iglesia todos somos igual de importantes, que nadie hay mejor que nadie, y que si tiene que ser alguien primero tienen que ser siempre los pobres, los que no cuentan. Una Iglesia, que el mismo papa Francisco en Brasil, decía que tenía ?que armar el lio, salir a la calle??; Una Iglesia por tanto que huela a oveja y que sea capaz de armar un lío fenomenal.
Esto es lo que vivimos todos los que tuvimos la suerte de participar el domingo pasado en la fiesta de la parroquia Sagrada Familia de Fuenlabrada, vivimos la experiencia de una comunidad acogedora que olía a evangelio, que olía a Dios, que respiraba por los cuatro costados al Dios de la vida, al Dios de la esperanza, al Dios que no hace distinción de nada ni de nadie; y una Iglesia que armó el lío de poder celebrar juntos, niños, jóvenes, mayores, encarcelados, familias?? poder vivir una experiencia de fraternidad descubriendo las palabras del evangelio ?mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen??. Una Iglesia preocupada no de formas, de ritos, de que todo salga muy bien, sino una Iglesia fraterna, donde caben los buenos y los menos buenos, como dice la canción que cantamos en la misa de los niños ? altos, bajos, negros, blancos, buenos, malos?? somos la Iglesia de Jesús??. Y seguro que más de uno el domingo descubrimos que Dios nos sonreía, que Dios también se unía a nuestra fiesta, estaba en nuestra fiesta abrazándonos como Padre-Madre, como que en este día sentimos a Dios que nos acogía y nos invitaba a acoger a todos.
El domingo celebramos la fiesta de la parroquia que celebramos todos los años en la parroquia el tercer domingo de Noviembre, el día de nuestra comunidad cristiana, y ya es costumbre, desde hace tres años, que se unan nuestros hermanos de la comunidad de Navalcarnero, de la cárcel, que se unan para compartir un día de esperanza y de encuentro con nosotros, y para participar con sus familias de esta apuesta fraterna y comunitaria. Temíamos que nos hiciera un día de perros como el año pasado que no paró de llover, pero este año sin embargo hasta el tiempo estuvo de fiesta con un sol espléndido que nos acompañó toda la jornada. A primera hora, las catequistas de primera comunión, llegaron a la parroquia para terminar de poner la decoración de la Iglesia y del jardín, con globos y banderines, y hacia las diez llegaron los tres chavales del centro penitenciario con los tres educadores para montar el mercadillo que ponen todos los años con los trabajos que realizan allí durante el año, con lo que recaudan en este mercadillo pueden seguir comprando material para seguir haciendo más trabajos , porque debido a la crisis (perdón, al robo de algunas personas del estado, porque lo de crisis es una manera fácil de llamar al robo) no hay dinero desde la administración para comprar ese material.
Preparamos este año el mercadillo en el jardín, en la entrada a la Iglesia; tomamos un café que nos preparó una voluntaria de capellanía porque hacia frio, y enseguida hacia las once llegaron las primeras personas, para la misa de niños que como todos los domingos es a las once y media. Rápidamente se comenzó a crear un buen ambiente de comentar lo que hacíamos y lo compartía la gente que iba llegando con los chavales de Navalcarnero.
Cuando nos quisimos dar cuenta la Iglesia estaba a reventar, no cabía nadie ni por los pasillos, ni en las escaleras del altar, todo eran niños y familias; las misas de este día son preparadas por los diferentes grupos de la parroquia cada una de sus partes y por eso la participación es incluso mayor que habitualmente. Y un poco más tarde de las once y media, con el canto de entrada, comenzamos nuestra celebración. El grupo de limpieza nos motivó la Eucaristía y luego seguimos los diferentes momentos preparados; los niños tenían globos en las manos como signo de fiesta y en algún momento alguno se explotaba y bueno ponía la nota diferente en la celebración. Leímos lecturas diferentes a las del día, la primera nos invitaba San Pablo a sentirnos cuerpo, a sentirnos todos parte de la comunidad cristiana y a sentirnos todos importantes dentro de ella; y el Evangelio nos hizo descubrir desde las parábolas del Reino que desde lo pequeño, lo que no se ve podemos juntos construir un mundo nuevo y más feliz para todos al estilo de Jesús.
Después de comentar las lecturas, Paco, uno de los muchachos de Navalcarnero salió para decirnos quiénes eran y dar las gracias por la acogida que les estábamos brindando. Y aprovechamos la ocasión para decir a los niños que le preguntaran lo que quisieran. Como siempre los más pequeños fueron espontáneos en lo que decían; preguntas como ?qué coméis en la cárcel, o si os tratan bien, o cuanto te queda para estar ahí??, incluso una atrevida le pregunto por qué estaba en la cárcel; Paco desde la sencillez y el nerviosismo fue contestando a los muchachos que con cariño se interesaban por su vida; ?estoy allí por hacer cosas malas??, contestó Paco a la niña, así que tu tienes que ser siempre muy buena, y cuando lo decía le brillaron los ojos,, quizás porque él también se acordó de su familia, de sus padres, de su mujer, como luego nos confesó?? pero era el brillo de los ojos de quien se siente acogido, perdonado y aceptado, como también nos dijo después ?en la pregunta de la niña me he sentido como en mi casa, para nada juzgado, como perdonado en cada pregunta y en cada palabra de ellos??.
Otra niña le preguntó qué momento había sido el más duro de estar en la cárcel, y él también emocionado, dijo que el dejar a su hija, el no poder compartir con ella día a día su vida. Fue un momento bonito de compartir vida, de compartir esperanza, de sentir que una vez más ?somos la Iglesia de Jesús?? y que en la periferia estaba Paco y otros muchos más que nos necesitan y a quienes acogemos con cariño. Después de un aplauso, y eso sí, entre sudores porque decía que estaba nervioso, el grupo de cáritas hizo las peticiones de cada día en la celebración. Las ofrendas las preparó el grupo de los niños y monitores del Junior que nos invitaron a poner también en juego nuestra vida y después juntos continuamos dando gracias al Padre por todo este encuentro fraterno con la plegaria eucarística. Durante toda la celebración se respiró un ambiente de fiesta fraterno, un ambiente de alegría, los ni niños a pesar de ser muchos y durar más de una hora estuvieron permanentemente atentos a todo lo que sucedía allí; cantamos el padrenuestro y nos dimos la paz , también desde la invitación de los niños de la catequesis a construir la paz desde las pequeñas cosas; el gesto de todos los niños viniendo a darme el beso de la paz es siempre un gesto especialmente conmovedor y entrañable, el otro día me comentaba una madre, catequista de confirmación ?cuando veo que van todos los niños a darte un beso y los veo me emociono porque descubro mucha ternura en ellos y en ti??, es sin duda la ternura de Dios, una ternura que tenemos que comunicar a todos los demás.
Pero por si fuera poco la celebración era también especial porque el azar quiso que coincidiera con un acontecimiento muy querido para toda nuestra comunidad de la Sagrada Familia: era 16 de noviembre, y se cumplía el 25 aniversario del martirio de los jesuitas en el Salvador, su cocinera y su hija, y era también un día bonito para el recuerdo de estas personas que dieron su vida justamente ?por armar el lío y por salir a las periferias??; era un día bonito de agradecimiento a Dios por sus vidas, y así lo hicimos. En el momento de la reflexión de las lecturas yo los mencioné y además les hice alusión a los niños a que si recordaban que de El Salvador son las cruces que cada año damos a los niños de primera comunión, que en ese país entrañable y querido estos hermanos nuestros habían dado la vida. En el final de la Eucaristía, en el momento de acción de gracias, leímos las palabras de Jon Sobrino al enterarse de este asesinato; ?han matado a mi familia, siempre pensaba que detrás de cada nombre que me decían la lista se iba a terminar, pero mataron a mi familia??.
Y nos sentimos también nosotros familia de nuestros mártires, sentimos que ellos también miraban y sonreían en ese momento a nuestra comunidad, sentimos que la fuerza de Dios es más grande que la muerte y que la injusticia; y desde luego que en mi corazón resonaron también las palabras del obispo San Romero de América ?si me matan resucitaré en el pueblo salvadoreño??, o esas otras ?habrán matado a un obispo, pero la Iglesia que es el pueblo permanecerá para siempre??. Nuestros hermanos jesuitas y las dos hermanas asesinadas ya están resucitadas, y el pueblo sigue hacia adelante. Después de terminar la lectura rompimos también en un fuerte abrazo emocionado y agradecido un aplauso a aquellos que por oler a oveja fueron sacrificados como Jesús de Nazaret, a aquellos que fueron crucificados con tantos crucificados en el Salvador y en todo el mundo, a aquellos que descubrieron que perder la vida por el Evangelio merecía la pena?? pero que hoy SE UNIAN A NUESTRA FIESTA, y nos pedían que también nosotros oliéramos a oveja en nuestro barrio, en nuestra cárcel, en nuestra comunidad. Era un momento en el que la comunidad de la Sagrada Familia se unía a la comunidad del cielo, resucitada, que permanece a nuestro lado, que nos acompaña, era la comunidad Pascual la que en ese momento pudimos sentir y percibir. Y a esa acción de gracias se unieron después los niños que todos los domingos cantan en el coro de la misa.
Para terminar un canto también especial en nuestra parroquia: ?color esperanza??, y cada vez que decíamos ?saber que se puede?? quizás todos pensábamos en aquello que a veces nos parece que no tiene solución pero que entre todos podemos cambiarlo, mirar hacia un futuro mejor para todos y para todas, y pensar que cada uno de nosotros podíamos aportar algo. Fue más de una hora de celebración y de vida; después de la bendición final todos los niños lanzaron sus globos hacia arriba como expresión de fiesta y de alegría.
Teníamos que ir saliendo porque enseguida comenzaba la misa de una, y toda la gente emocionaba se paraba a mirar el mercadillo de Navalcarnero, a hablar con los muchachos, en un clima de fraternidad y de comunidad. Y mientras salía toda la gente que había abarrotado la misa de niños, comenzaba a llegar la gente que venía a la misa de una, y dentro de la Iglesia preparábamos también todo para la siguiente Eucaristía que iba a celebrar el otro compañero y en el que también iban a participar todos los grupos, en un clima diferente no por la fiesta, que continuaba, sino porque ya la gente que acudían era gente más mayor. Preparamos las moniciones, las ofrendas, las lecturas??
La monición de entrada de nuevo la había preparado el grupo de limpieza y la leyó Josefa, una señora mayor, enferma de parkinson, pero que con todo el cariño del mundo acude todas las semanas a limpiar con una sonrisa de oreja a oreja, y siempre diciendo que cuando va a la parroquia se encuentra agusto, porque se encuentra en su casa, muchos días sin poder pero no deja de faltar semana tras semana a su grupo de limpieza y a tomar después el café con el resto de compañeras. El grupo de confirmación nos motivó el perdón, y se proclamaron las lecturas, en este caso las del día; y en el momento de reflexión, al ser la parábola de los talentos del evangelio de Mateo, se hizo sobre todo hincapié en que todos colaborábamos con lo que podíamos en la marcha de la comunidad, que cada uno aportaba algo, su talento, pequeño o grande para que la comunidad funcionara, pero que todos éramos igual de importantes. Y después de nuevo subió al altar Paco, para presentarse y presentar lo que hacen en Navalcarnero, y al terminar su momento de agradecimiento a la comunidad parroquial, pudieron también preguntarle acerca de su vida en la cárcel, de qué hacían allí, cómo ocupaban su tiempo o qué experiencia le estaba suponiendo su estancia en la cárcel; fue un clima de nuevo de fraternidad y Paco también salió como pudo del atolladero de responder a las preguntas de la gente, pero desde luego desde una tranquilidad absoluta, y sintiéndose en familia. En esta ocasión, a continuación las ofrendas las presentó el grupo de liturgia y seguimos juntos la Eucaristía, hasta el momento final de acción de gracias, por la vida de los jesuitas y las dos mujeres asesinadas hace 25 años en El Salvador.
Después de terminar la segunda misa nos dispusimos a ir preparando todo para la comida, no sabíamos cuántos seríamos, pero nos parecía mejor comer en la Iglesia pues en el salón no íbamos a caber; preparamos todas las mesas con los bancos y la gente se fue sentando, mientras los muchachos terminaban de recoger el puesto: cuando estábamos todos sentados la vista desde el altar era emocionante, un grupo de casi doscientas personas llenaba la iglesia, en medio de una gran alegría y de un gran entusiasmo. Estaban también sentados a la mesa, además de las personas de los diferentes grupos de la parroquia, el grupo de familias de los presos que nos reunimos una vez al mes, estaban madres, hermanos, hijos de los muchachos presos, la mayoría estaban en la prisión pero sus familias se sienten también parte de nuestra comunidad cristiana. Todos nos levantábamos y ofrecíamos nuestra comida a los demás, era compartir lo que teníamos y habíamos preparado entre todos; se respiraba un sentido especial de comunidad, un sentido especial de Iglesia, una Iglesia abierta, acogedora, una Iglesia donde todos cabíamos y donde todos estábamos invitados.
Recordé también las palabras del Padre Arrupe: no podemos separar el hambre de pan y el hambre de Evangelio, en nuestra parroquia de la Sagrada Familia un día más uníamos ambas cosas, estábamos compartiendo la comida desde el Evangelio porque en nuestra mesa estaban también sentados aquellos hermanos que se encontraban privados de libertad y sus familias; el Evangelio se hacía presente en cada uno de nosotros, compartíamos el pan desde intentar hacer presente el Evangelio en nuestra comunidad. Cuando ya habíamos empezado, llegaron también otros amigos muy cercanos de nuestra parroquia: Jorge, un cura amigo, con toda su familia, con la familia de muchachos africanos con los que vive, un grupo de muchachos que llegaron a España sin nada y que él los ha dado sobre todo cariño y casa, los ha dado hogar, de nuevo les ha dado lo mejor que tiene: su amor desde llevarles el amor de Dios que se ha hecho presente en cada uno de ellos; no les ha dado ?ni oro ni plata??, como decía Pedro, pero sin duda les ha dado toda su vida, toda su vida de entrega desde un Dios que le lleva a descubrirle presente en cada una de sus vidas; llegaron con una gran paella y enseguida les colocamos a nuestro lado; no había distinción todos éramos una gran familia, todos éramos uno: todos olíamos a la misma oveja, a la oveja de Dios y seguro que El mismo estaba también sentado a nuestro lado. ?Ya no hay distinción entre judíos y gentiles, esclavos o libres porque todos somos uno en Cristo Jesús??, las palabras de San Pablo también se hacían realidad en la gran mesa de la Sagrada Familia. Estábamos haciendo Eucaristía porque estábamos haciendo comunidad, Dios se estaba haciendo presente entre las tortillas, las empanadas, el chorizo y el pan compartido entre todos; no era un Dios lejano, era un Dios cercano solidario, alegre, feliz??.
Y después de comer, el esperado concurso de tartas, se pusieron todas las tartas en el altar y un jurado formado por varias personas de la comunidad las probaron y dieron su veredicto; ver a un montón de niños y mayores alrededor del altar probando las tartas era todo un espectáculo; confieso que en más de una ocasión se me llenaron los ojos de lágrimas de emoción porque el altar estaba también acogiendo una vez más mucha vida, porque no era un altar vacío, porque no era un altar de ritos, porque no era un altar ?sagrado??, sino que lo sagrado se lo poníamos nosotros compartiendo nuestra fiesta y nuestra alegría, y me imaginaba que Jesús mismo también estaría compartiendo con nosotros las tartas en medio de tanta algarabía y felicidad: una vez más estábamos convirtiendo aquel templo en lo que le daba nombre, le estábamos convirtiendo ?en la Sagrada Familia?? porque nuestra familia estaba unida en un mismo fin. Estábamos también haciendo alrededor del altar nuestro sínodo familiar y la mesa compartida se transformaba una vez más en el rito sagrado de compartir nuestra vida. Cuando el jurado dio el veredicto rompimos en un gran aplauso e inmediatamente todos nos pusimos a compartir las tartas.
Después comenzó un espectáculo de bailes y de disfraces, los muchachos de la cárcel se vistieron y también compartieron ese rato especial de fiesta, daba gusto verles reír y disfrutar. Después una obra de teatro que dos catequistas de la parroquia nos brindaron y como siempre nos hicieron reír y sentirnos felices, porque desde la espontaneidad nos hicieron reconocer que arrancar una sonrisa en los demás es también obra de Dios, y ellas siempre nos saben arrancar esa sonrisa, gracias también a ellas como siempre por su dedicación a la comunidad. Y hacia las seis un momento un poco duro: tenían que volver a la cárcel, vinieron las despedidas de los muchachos, pero había que volver; se marchaban con el corazón lleno de la experiencia de todo el día, ardía su corazón en alegría y en la acogida que habían experimentado. Las familias nos dieron las gracias y especialmente recuerdo el abrazo de Paco al despedirse, con las lágrimas en los ojos me dijo ?gracias por todo el día, me has hecho sentirme persona??, y son palabras que se me quedaron grabadas en el corazón, no eran para mí, eran para toda la comunidad que ?olía a oveja?? y que había hecho posible este maravilloso día. Y junto a él, la ternura también de Rafa, uno de los muchachos que vino al Camino de Santiago y que daba gusto verle con su nieta en brazos: en el fondo ver a aquel hombre machacado por la droga, con tanta cárcel a sus espaladas, con una criatura en brazos nos remitía profundamente al Dios de la vida y de la esperanza, al Dios de la ternura y la sencillez.
Después de marcharse ellos continuamos todavía un rato de fiesta, con un concurso de disfraces y con canciones y diversión. Hacia las siete terminó nuestra fiesta, y todos nos pusimos a recoger la Iglesia, de modo que en apenas media hora estaba todo recogido, igual que habíamos disfrutado y divertido, también ahora todos trabajábamos en unión. Un día para la esperanza, un día para compartir, un día para recordar. Un día para reconocer que creemos en una Iglesia así, en una ?Iglesia sagrada?? que se convierte en tal cuando es capaz de abrir sus puertas y su corazón a los más sencillos, que creemos en la Sagrada Familia que todos hacemos cuando somos capaces de compartir CON TODOS, que los Sagrados somos cada una de las personas que nos acercamos a la parroquia y que en esta parroquia cabemos todos. De nuevo me brotaban las palabras de San Romero de América ?con este pueblo no cuesta ser buen pastor??.
?Danos entrañas de misericordia ante toda miseria humana, inspíranos el gesto y la palabra oportuna frente al hermano solo y desamparado???? son las palabras que rezamos en la plegaria eucarística, y son las palabras que al final del día nosotros también como comunidad queremos pedirle a Dios, que tengamos ese sentimiento especial frente a los demás, que seamos apoyo para todos los que vienen a nuestra parroquia, que nadie se sienta fuera de ella.
Nos parece que nuestra parroquia ?arma el lío??, que nuestra parroquia es una comunidad que intenta vivir la experiencia de que ?otra iglesia es posible??, y es posible porque entre todos podemos construirla, una iglesia sin ritos y sin normas cuadriculadas, sino una Iglesia corresponsable donde todos nos sentimos parte importante de ella.
Que el Dios familiar que hemos experimentado en este día acompañe siempre nuestro caminar y el de toda nuestra Iglesia universal, damos gracias al papa Francisco por sus gestos especialmente evangélicos y por sus palabras alentadoras. Y miramos con cariño a la familia de Nazaret que es Sagrada no por estar lejos, no por estar fuera de la vida, sino por ser una familia que a pesar de sus dificultades fue una familia metida en los problemas del momento, una familia que era Sagrada porque acogía a todos.
?Lo que hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños a mí también me lo hicisteis??.
16 de Noviembre de 2014