En esta ocasión me he propuesto acabar el año en positivo, aprovechando este espacio privilegiado para destacar alguna buena noticia que, probablemente, no ocupe grandes espacios en los titulares de los periódicos. Y debo decir que, por una vez, no me ha costado encontrarla. Me refiero a la inminente aprobación en el parlamento de la esperada Ley para mejorar la transparencia y el control en el comercio de armas. En el momento de escribir estas líneas el texto ha sido ya aprobado en la Comisión de Defensa del Congreso, y aunque aún tiene que pasar por el pleno de las dos cámaras (crucemos los dedos) todo hace esperar que finalmente podremos conocer con un poco más de certeza en qué manos acaban las armas que se fabrican en nuestro país.
?Triste consuelo??, podréis pensar algunos. Porque, en realidad, las armas se seguirán fabricando y se seguirán exportando, y claro está que no se trata de vacunas, libros o alimentos para los más necesitados. Y sin embargo, es una gran victoria y tenemos que celebrarlo.
Una gran victoria porque supone la culminación de más de 12 años de intenso trabajo por parte de muchas organizaciones sociales (Amnistía Internacional, Greenpeace e Intermón Oxfam son las que han participado en todo el proceso con el apoyo de la Cátedra UNESCO de Paz y Derechos Humanos en la Universidad de Barcelona, pero también en distintos momentos se han unido organizaciones como Médicos Sin Fronteras, Manos Unidas o la Fundació per la Pau). 12 años en los que hemos salido a la calle con sol y con lluvia, hemos perseguido a políticos en el Congreso y fuera de él (a quien le interese el tema puede aprender mucho leyendo ?El lobby feroz??, escrito hace algunos años ya por Vicenç Fisas, que fue uno de los primeros impulsores de la campaña), hemos bombardeado a periodistas con notas y llamadas, elaborado sesudos documentos?? Bajo distintos nombres (?Adiós a las armas??, ?Hay secretos que matan??, ?Armas bajo control??), con distintos rostros (Eva, Vicenç, María, Alberto, Dani, Carlos, Carmen, Irene, Ricardo, Yolanda, Consuelo??¡y los que me dejo!), con mucho empeño y mucha ilusión?? ¡al final lo hemos logrado!
Pero por supuesto no lo hemos hecho solos. Esta campaña supone también la demostración de lo que podemos conseguir cuando nos movilizamos juntos como ciudadanos responsables. Han sido miles y miles las firmas recogidas a lo largo de estos años (¡esta ley fue la primera petición para la que yo pedí firmas como voluntaria de Intermón, allá en el año 95!), mucha la gente que ha salido a la calle con nosotros, que ha escrito cartas al director, que ha preguntado por este tema en todo tipo de foros, que ha prestado su nombre, su rostro y su compromiso por una causa que creía justa.
La mayoría son ciudadanos anónimos, los más importantes. Pero la buena noticia es que esta ley también le debe mucho a un puñado de políticos (en este caso la mayoría hombres, todo hay que decirlo) que se han comprometido personalmente con este tema y nos han acompañado e impulsado desde el inicio. Y eso también es una buena noticia, porque en estos tiempos que corren el grado de apoyo alcanzado por esta ley (aún no sabemos si logrará el consenso absoluto o no) no deja de ser un ?rara habis??.
Pero, sobre todo, es una buena noticia por las muertes que contribuiremos a evitar con esta medida. Parece demagogia, pero no lo es tanto. Esta tarde escuchaba hablar a Epiphane Runanira, un superviviente del genocidio ruandés. Alguien del público le preguntó si confiaba en los gobiernos occidentales, y su respuesta fue: ?en Africa nos matamos con armas que no fabricamos nosotros y además son caras. Alguien las fabrica y nos las vende. Alguien nos presta el dinero para comprarlas. No puedo confiar en esos gobiernos, pero sí en las fuerzas unidas de las personas que, allí y aquí, nos comprometemos por un mundo mejor??.
Pues eso, Feliz Navidad.