Un país en bancarrota -- Jaime Richart

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

Pero ¡cómo no va a tener este país que ser rescatado, cómo no va a haber entrado en recesión, en depresión, en crack! Pero ¡cómo no va a estar en bancarrota por más que se resista al rescate! Los defraudadores, los ladrones y los que se han llevado millones a paraísos fiscales son infinitos patriotas. Todos harán gala de una españolidad que tiñen de vergüenza y oprobio. La privatización que no cesa, los millones de desempleados y un saqueo sistemático al que han sometido durante lustros todos esos bellacos, configuran el mapa social de uno de esos países que llaman bananeros.

Entre políticos, empresarios, familiares reales, y banqueros corruptos… Entre un Banco de España que mira a otra parte, inspecciones fiscales que no se practican y profesionales, notarios, registradores que no cumplen con su deber de comunicar las transacciones sospechosas de las que dan fe, este país merece estar donde se encuentra: en un estado de catalepsia social propia del Estado fallido.

Luego están el gobierno del Estado y el gobierno de Madrid. Apoyados en una mayoría absoluta y ésta en la fuerza de sus policías, ambos gobiernos vienen decretando medidas despóticas que oprimen y empobrecen material y anímicamente aún más al pueblo de lo que ya está. Enumerarla sería agotador. La mayoría, por no decir todas, son una revolución por arriba: esa que los neoliberales republicanos yanquis dispensaron a partir del ataque al TWC neoyorquino probablemente activado por ellos mismos precisamente para conmocionar y justificar sus políticas antisociales pensadas para minorías. A cambio de empleos de unas docenas de puestos ejecutivos y subcontratas destinadas a militantes fieles al partido, en España los estragos que se van a causar en las áreas afectadas van a ser mås graves que la crisis propiamente dicha.

Porque todo eso se suma a la depredación de los enumerados al principio. No pasa un día sin despertarnos con la noticia de un disparate en forma de decreto, ley o indulto. Pero dudo que las manifestaciones numerosas por sus respectivos y sobrados motivos causen alguna erosión en estos gobiernos desvergonzados que se caracterizan precisamente por el cinismo y una alta capacidad para la tergiversación, para la mentira y para la maquinación; por la insensibilidad social de aquel dictador que se desayunaba mientras firmaba penas de muerte.

Creo que, hecha abstracción de las privatizaciones canallescas, los indultos canallescos, los desahucios y desamparos canallescos, los expolios canallescos… quienes se sienten agraviados, maltratados y desamparados por esta oligarquía contra el pueblo y a favor de los intereses de grupos concretos, debieran unirse no sólo para protestar formalmente en las calles, sino, sobre todo, para hacerles desalojar sus palacios de invierno empezando luego un nuevo proceso constituyente. El país, el presente y sobre todo el futuro de las siguientes generaciones lo están pidiendo dramáticamente a gritos…

5 Diciembre 2012