Rowan Williams es el primer líder de la Iglesia anglicana ascendido desde fuera de las estructuras del ‘establishment’. Esa palabra inglesa, de origen francés, tiene su origen en el establecimiento de la Iglesia de Inglaterra como la fe del Estado. Tony Blair, como primer ministro, le eligió en 2003, con aprobación de la Reina, entre los dos candidatos propuestos por una comisión del Sínodo General, cuando Williams era obispo de Monmouth y arzobispo de Gales, donde no es Iglesia establecida.
Nació en Swansea, hace 56 años, en una familia no conformista, que acudía a las capillas presbiterianas. El traslado familiar a Mumbles, un bello puerto pesquero en la bahía de la ciudad galesa, cambió sus costumbres. Rowan Williams sintió la vocación religiosa en las misas de la Iglesia de Todos los Santos, donde la liturgia era anglocatólica.
Si el itinerario se completa con el dato de que Rowan Williams fue un muy buen estudiante, el retrato juvenil ofrece ya posiblemente los rasgos elementales de su personalidad.
En primer lugar, su carácter galés, o céltico, una geografía cultural que inspira el culto por la palabra -Williams es un aceptable poeta- y por el sentimiento. Estudiante y profesor de Teología en Cambridge y Oxford, ha elogiado los cantos o la experiencia mística como valores religiosos esenciales. Entre sus obras, ha publicado una biografía de Santa Teresa de Ávila.
Posiblemente de la raíz presbiteriana nace la seriedad de su fe. La teología del centésimo cuarto arzobispo de Canterbury tiene detractores pero sus críticos reconocen que es un hombre profundamente religioso.
Antes de su viaje a Roma, donde ya estuvo -algo inédito en un primado anglicano- en el funeral de Juan Pablo II y en la proclamación de Benedicto XVI, se recuerda que en su juventud pensó en unirse a la Iglesia católica.
Eucaristía y unión
Los ingleses anglocatólicos suelen ser de las clases poderosas. La Alta Iglesia. Las disputas de los siglos XVI y XVII aún reverberan y el otro ‘establishment’ -social, económico o monárquico- adopta un anglicanismo valedor del rito y de la jerarquía. Es una vieja división con el evangelismo, con metodistas o presbiterianos, la Baja Iglesia iconoclasta y ultrademocrática.
La frecuentación de la Iglesia de Todos los Santos en la Gales minera dejó en Williams un legado distinto. Sintió atracción hacia la vida monacal, hacia los Padres del Desierto. También hacia María. Y especialmente hacia la Eucaristía como experiencia trascendental, como sacramento que debe cimentar la fe común de todos los cristianos.
No abrazó la fe católica porque tenía un reparo insalvable hacia la infalibilidad del Papa y no le gustaba el carácter mecánico de indulgencias o gracias en la Iglesia de Roma. El más intelectual de los arzobispos de Canterbury recientes ha leído la obra de Bendicto XVI, a quien expondrá su intensa empatía con los ortodoxos cismáticos de Oriente.
Williams reza ahora y se queja a su Dios por dejarle al frente de una Iglesia dividida por la sexualidad. Intenta urdir la unidad, aunque ha escrito en defensa de las mujeres sacerdotes -«María es madre pero también hermana»- y de los homosexuales: «La condena de las relaciones del mismo sexo debe confiar en un fundamentalismo abstracto sobre unos textos muy ambiguos o en una teoría ruda y no escritural sobre la complementariedad física de los cuerpos».
Rowan Williams es definido como un ortodoxo socialista. Ha argumentado sobre la ausencia de valores en el Estado-mercado que sólo administra intereses en competencia; contra la invasión de Irak, por «reducir el requisito para la guerra de forma inadmisible», y contra el consumismo «de la falsa elección». El Papa hablará con un arzobispo anglicano que cree en la importancia de la institución eclesial, pero no acepta una convergencia que no esté basada en un contenido teológico común.