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Un océano de corrupción -- Jaime Richart

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España es un océano de corrupción con islas de honestidad. España ha digerido muy mal la democracia tras la dictadura que no nos queda muy lejos, y después de una transición cocinada a la medida de los ganadores de la guerra civil y de los sempiternos dueños del poder y del dinero. La política y la democracia no han hecho más que legitimar con solemnidad los fueros.

La primera prueba es la familia del dictador, enriquecida hasta extremos obscenos. La segunda, la entronización precipitada de un rey preparado al efecto por ese mismo dictador. La tercera, una ley electoral que cerró ipso facto la puerta al protagonismo de las mentes despejadas y resueltas a no consentir. La cuarta, la preponderancia de los apellidos resonantes y su casta. La quinta, el fracaso de la Ley que intentaba las reparaciones morales a los familiares de los perdedores de la guerra civil. La sexta, el predominio apabullante de los periódicos y cadenas de radio y televisión conservadores y ultraconservadores, como sí en el país dominasen las clases medias que han quedado reducidas al pequeño comerciante y al pequeño empresario que desaparecen, y al pensionista.

La sétima, la persistencia de la importancia e influencia de la Iglesia católica el país en, a la que nadie hasta ahora se ha atrevido a poner en su sitio, ni siquiera con la Constitución en la mano. La octava, el espíritu autoritario, insolente y cínico de los neoliberales españoles en que se han convertido los dueños del dinero y del poder institucional, incluido el propio monarca. La novena, la conversión de la banca de una institución que fue encargada de distribuir el dinero entre emprendedores y ahorradores, en una factoría infecta de hacer dinero para los banqueros y cómplices.

Reina la corrupción por doquier. Llevaba décadas el proceso de descomposición moral, ético y delictivo, hasta que ha estallado la marmita a la vista de todos. ¿Cómo se puede restituir el fabuloso descrédito de la monarquía, de los políticos, de los altos tribunales, de la banca y en general de todas las instituciones conniventes, y en especial al juicio moral de la Europa a la que no quieren renunciar? La respuesta está en otra pregunta: ¿Cómo se pueden recuperar todas y cada una de las plumas que estaban en un saco arrojadas a un vendaval?

España necesita un tratamiento de choque, y no precisamente económico. Cualquier cantidad de dinero que deban administrar bancos y políticos será como meter un zorro en el gallinero. El único tratamiento de choque eficaz es la cirugía: apartar a los políticos y entregar la administración del país a los ángeles. Y si no convence el remedio, la revolución controlada..

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