Un libro sobre curas obreros -- Francisco Martínez Hoyos

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El Ciervo

Uno sospecha que las mujeres, más que para agradar a otros, sen maquillan para sentirse bien con ellas mismas. Con los curas obreros intuyo que sucede un poco tres cuartos de lo mismo: no van a la
fábrica, a la construcción, o a otros mil sitios, para ofrecer un producto más atractivo a los
trabajadores. Para buscar, por así decirlo, clientela. Lo que intentan es satisfacer las exigencias de
coherencia que les plantea su fe cristiana.

Es una mística poderosa la que les empuja a renunciar a privilegios y, simplemente, estar. Estar con otros obreros, lejos de cualquier tentación proselitista. A veces, sin que siquiera sus compañeros conozcan su ministerio. No es extraño, pues, que no salgan en los grandes medios de comunicación. El protagonismo no es lo suyo. Sin embargo, en los últimos tiempos se han editado diversos libros que recogen sus experiencias. Ahora, tras las obras de Julio Pérez Pinillos y Esteban Tabares, Curas obreros recoge una amplia panorámica desde los años sesenta hasta la actualidad.

Los editores han seleccionado casi treinta testimonios en los que se presenta un estilo muy poco convencional de vivir el sacerdocio. Se trata, valga la paradoja, de un clero desclericalizado.
Salta a la vista que nos encontramos ante un colectivo heterogéneo. Si unos curas han mantenido su vínculo con la Iglesia institucional, otros han ido más por libre. Unos continúan célibes, otros se han
casado, los hay que militan en el MOCEOP (Movimiento pro celibato opcional). A todos, sin embargo, les une una apuesta por los desheredados.

A menudo, forjada en la escuela de movimientos apostólicos como la JOC y la HOAC. En muchos casos, su esfuerzo de adaptación adquirió proporciones titánicas. Su formación, evidentemente, no les había capacitado para tareas duras y mecánicas, sin nada que ver con su nivel cultural y su preparación teológica.

Unas cualidades notables, sin duda, que en su entorno pasaron desapercibidas. No creo que sean ellos quienes lo lamenten. Sin cuestionar el enorme valor de la experiencia cristiana y obrera de
los protagonistas, algunas preguntas son más o menos inevitables, desde la simpatía crítica. ¿Es eficaz el anuncio no explícito del evangelio? Porque, no lo olvidemos, Jesús habló con el ejemplo, pero
también con la palabra. ¿Cómo conciliar la aspiración a ser levadura en la masa con el hecho de ser un movimiento minoritario, por no decir marginal?

Ante la opinión pública, por desgracia, pesan más los curas pederastas irlandeses que los que se preocupan de parados, drogadictos o sin techo.
El capítulo introductorio, escrito por Pedro Carasa, catedrático de historia contemporánea de la Universidad de Valladolid, es especialmente sugerente y da pistas para una futura historia académica
de los curas obreros, aún por hacer. Y necesaria, porque la literatura testimonial, tan cálida, tan cercana, resulta inevitablemente sesgada.

Aunque muchos piensen lo contrario, un testimonio sirve para hacer historia pero no es historia, de la misma manera que el ladrillo y la casa son cosas diferentes. Es más, un testimonio tampoco es vida, sino una reconstrucción.

Un leitmotiv que recorre el libro es el contraste entre los 60 y los 70, en los que todo parecía posible, y nuestro presente gris e involucionista. ¿Está todo perdido? Los curas obreros, con su resistencia al desorden establecido, nos enseñan que no. Que de las pequeñas semillas siempre puede brotar un futuro nuevo.

AA.VV.Herder, Barcelona, 2009, 340 p., 19,80 e