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A ver si os aclaro. El cardenal Cipriani, eminente «eminencia» (título protocolario de los cardenales que ya es tiempo de dejar de lado, no solo por razones evangélicas, las primeras y más importantes, sino por estética y sentido del ridículo, «¡Eminencia!», a estas alturas) del Opus Dei peruano y mundial, por fin ha visto recortadas no sus prerrogativas para intervenir en la dirección, gestión y orientación ideológica de la Pontificia Universidad Católica de Lima, que no las tenía, sino recortado, hasta su desaparición, su real y práctico ejercicio de intromisión, por encima de los estatutos y usos de la Universidad limeña. Y titulo «intervención des-intervencionista» porque es una política de Francisco, siguiendo en lo posible el Vaticano II, la descentralización de la Iglesia, y la colegialidad: lo que pueda hacerse en el terreno delas Conferencias episcopales, o de las diócesis, no se remita a Roma para recargarla.
La noticia es el nombramiento de cinco obispos moderados y «franciscanos», es decir, fieles a las líneas maestras de Francisco, como órgano colegiado de dirección, conducción y gestión de la Universidad Católica de Perú. De hecho esa comisión ya existía, pero o eran de l cuerda de Cipriani, o éste, en su estilo prepotente y plenipotenciario, no les permitía ejercer su función, o ellos se retraían para evitar males mayores, o por simple y muy eclesiástica cobardía.
Hace unos días escribí unas líneas afeando al cardenal limeño su penosa e inaceptable acusación contra las mujeres, a las que casi hacía responsables de lo propios atropellos que sufren en Perú, uno de los países más señalados, en todo el mundo, en esa violencia de «género». Y las declaraciones del cardenal tenían, además, el agravante de que fueron proclamadas unos días antes de una magna manifestación de protesta ante esa situación inaceptable y desastrosa, para las mujeres peruanas, que se iba a producir en las principales ciudades del país. En ese artículo que cito me atreví, reconozco que con desmesura, a solicitar del Papa el cese fulminante del cardenal. Sé que en la Iglesia no se suelen usar esos modos directos y prácticos de «cortar por lo sano», pero una alegre intuición me alertó de que con el papa actual, como estamos viendo, son posibles en la Iglesia muchas cosas que no solían producirse. Y todos damos gracias a Dios por ello.