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Juan José Tamayo es Autor de Teologías del Sur. El giro descolonizador (Trotta, Madrid, 2017)
El prestigioso científico social Boaventura de Sousa Santos, creador del
paradigma de las Epistemologías del Sur, muestra en sus publicaciones más recientes
una especial sensibilidad, siempre en positivo y constructivamente, hacia el papel de las
religiones y de las teologías políticas progresistas y pluralistas en los procesos de
liberación de los pueblos y colectivos humanos sometidos al asedio del colonialismo,
del patriarcado, del capitalismo mundial, de los fundamentalismos y del racismo
epistemológico
Es ese un campo en el que ha hecho aportaciones relevantes, como demostró en
el Foro Mundial de Teología y Liberación, celebrado en Porto Alegre (Brasil) de 21 a
25 de enero de 2005, donde inició un diálogo fecundo entre la teoría crítica de los
derechos humanos y la teología en perspectiva liberadora, que llegó a su zenit con su
obra Si Dios fuera activista de los derechos humanos 1 .
Boaventura constata que vivimos en un tiempo en que las escandalosas
injusticias sociales y los sufrimientos humanos injustos no generan la debida
indignación moral y la voluntad política para combatirlos y para construir una sociedad
más justa e igualitaria. En estas circunstancias, no podemos desperdiciar ninguna de las
experiencias sociales de carácter emancipatorio que puedan contribuir a dicha
construcción.
Como participante activo en el Foro Social Mundial desde los inicios, observa
que muchos activistas en la lucha por la justicia socio-económica, ecológica, étnica,
sexual y decolonial apoyan su activismo y sus reivindicaciones en creencias religiosas o
espiritualidades cristianas, judías, islámicas, hindúes, budistas, indígenas, etc. Es la
emergencia de nuevas subjetividades que compaginan la militancia alterglobalizadora
con referencias trascendentes o espirituales y, lejos de alejarlas de las luchas materiales
e históricas por otro mundo posible, las comprometen con más radicalidad y
1 Boaventura de Sousa Santos, Si Dios fuese un activista de los derechos humanos,
Trotta, Madrid, 2014.
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profundidad.
Todas las religiones, reconoce, tienen un potencial para desarrollar teologías
políticas liberadoras, que son capaces de integrarse en las luchas contra-hegemónicas
por los derechos humanos y contra la globalización neoliberal, y que pueden ser una
fuente de energía radical en dichas luchas.
Hace un análisis riguroso –tanto por su contenido y profundidad, como por su
amplitud de conocimientos- de tales teologías políticas: cristiana, judía, musulmana,
palestina, etc., teologías feministas, teologías interculturales e interreligiosas que
fundamentan teóricamente la relación entre la experiencia religiosa y el compromiso
contra-hegemónico, y remiten a prácticas emancipatorias. A su vez, identifica los
principales desafíos que estas teologías plantean a los derechos humanos.
Estos discursos religiosos no se atienen a la concepción ilustrada de la religión,
que sitúa a esta en la esfera privada, en el ámbito de la conciencia y la recluye en los
lugares de culto, sino que defiende su presencia en la esfera pública, pero no por la vía
de la alianza con el poder, sino ubicada en los espacios de marginación y exclusión,
vinculada a los movimientos sociales, respetuosa, al tiempo que crítica, con el proceso
de secularización, y sin pretensión alguna de confesionalizar la sociedad, la política, la
cultura, etc.
En definitiva, lo que hace Boaventura es un ejercicio de traducción intercultural
de las dos políticas normativas que pretenden operar globalmente: la de los derechos
humanos y la de las teologías políticas liberadoras, buscando zonas de contacto de las
que puedan surgir energías nuevas o renovadas para llevar a cabo una transformación
social, política, económica y cultural radical.
Si Dios fuese un activista de los derechos humanos es ciertamente un
condicional metafórico al que de Sousa Santos da una respuesta metafórica: “Si Dios
fuera un activista de los derechos humanos, Él o Ella estarían definitivamente en busca
de una concepción contra-hegemónica de los derechos humanos y de una práctica
coherente con ella. Al hacerlo, más tarde o más temprano este Dios se confrontaría con
el Dios invocado por los opresores y no encontraría ninguna afinidad con Este o Esta.
En otras palabras, Él o Ella llegarían a la conclusión de que el Dios de los subalternos
no puede dejar de ser un Dios subalterno”.
Esta definición de Dios como “subalterno” está en plena concordancia con la
imagen de Dios de la tradición judía, cristiana y musulmana como el Dios que opta por
las personas y los colectivos empobrecidos, el Dios de la esperanza, de las y los pobres,
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el Dios al que el profeta judío Jeremías da el nombre de “Justicia”. En las tres religiones
monoteístas, el conocimiento de Dios no se logra a través de una larga cadenas de
argumentos racionales, sino por medio de la práctica de la justicia.
La definición de Dios como ser subalterno de Santos, que se solidariza con las
personas subalternizadas (y “con los pueblos crucificados”, en expresión de Ignacio
Ellacuría) choca frontalmente con el Dios de la teodicea, a quien se le aplican atributos
varoniles en grado de excelencia: omnipoten-cia, omnipresen-cia, omniscien-cia,
providen-cia, violen-cia.
Obsérvese que los cinco atributos terminan en –cia. ¿No será que el Dios de la
teodicea, el Dios de los amigos de Job, el Dios “motor inmóvil” de Aristóteles, el Dios
de Tomás de Aquino, está en connivencia con la organización estadounidense que
controla la vida de todos los seres humanos del planeta y trabaja a su servicio? Un Dios
con estos atributos solo puede llegar a acuerdos con los poderosos de la tierra, no con
las personas subalternizadas.
La definición de Dios de Boaventura me parece muy certera, como también lo es
la de José Saramago: “Dios es el gran silencio del universo, y el ser humano el grito que
dan sentido a ese silencio” 2 . Esta imagen de Dios “el gran silencio del universo” invita
a dejar de hablar de Dios y a escuchar el grito de las personas sufrientes de la historia. 3
Una de las razones del ateísmo moderno es la locuacidad inane de no pocos creyentes
en Dios. Como afirma Gottfried Bachtl, “en un mundo que encuentra un gran placer en
la palabra sin fin y todo lo reduce a eso, Dios ha perecido en la locuacidad de sus
testigos”3.
Las definiciones de Dios de Sousa Santos y de Saramago son de las que más me
gustan y con las que me identifico. Para un teólogo dogmático resultarán insuficientes.
Para un teólogo crítico y heterodoxo, son las que mejor sintonizan con el Dios del
éxodo, de los profetas de Israel/Palestina, de Jesús de Nazaret, de la teología apofática
del Pseudo-Dionisio y del Maestro Eckhardt, de las místicas y los místicos como la
beguina Margarita Porete, quemada en la hoguera, la reformadora Teresa de Jesús,
sospechosa de herejía, y Juan de la Cruz, cumbre de la poesía mística de todos los
tiempos, que fue “sacado violentamente de su casita junto al monasterio de la
2 Tomo la definición de la entrevista de Juan Arias a Saramago en José Saramago. El
amor posible, Planeta, Barcelona, 1998, 128.
3. Tomo la cita de H. Waldenfelds, Dios, futuro de la vida, Sígueme, Salamanca, 1976,
71. Subrayado mío.
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encarnación…, conducido a Toledo [y] encarcelado [durante] nueve meses” 4 .