Los sermones de Francisco suenan distintos a las predicaciones de sus predecesores, pero ¿quién cree ya, de veras, a un Pontífice romano?
Asombra el entusiasmo en torno a Francisco y cómo se subrayan sus sermones, como si nunca antes se hubieran oído otros parecidos en boca de pontífices igualmente alabados y encumbrados. Francisco reclama de los suyos entusiasmo evangelizador, habla en favor de los pobres, predica solidaridad y misericordia, afea al mundo (en genérico) los muchos desastres que produce el Poder e, incluso, aconseja a su Iglesia humildad y pobreza, dicho todo ello desde lujosos palacios y rodeado de las mismas parafernalias imperiales del pasado. ¿Acaso no dijeron Juan Pablo II y Benedicto XVI lo mismo, con igual boato y generando la misma (supuesta) admiración? Si no fue así, cada palabra de este Papa ha de ser tomada como una severa enmienda a la totalidad de los pontificados anteriores.••• Ver noticia •••
Un año de papado: La parábola del payaso -- Juan G. Bedoya
Publicado en