Un año de desgracias para el Papa y sus obispos -- Hanns-Jochen Kaffsack (dpa)

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Roma, (dpa) – En realidad estaba previsto que fuese un evento alegre y festivo para la Iglesia católica. Para miles de religiosos todos los caminos iban a llevar a Roma. Llegaron a la ciudad junto al Tíber para celebrar hasta el viernes con su Papa la clausura del año sacerdotal que convocó Benedicto XVI.

Con su iniciativa el pontífice quería reforzar el «valor de la misión de los sacerdotes en la Iglesia y en el mundo». Pero el grave escándalo de abusos sexuales, sobre todo en la Iglesia irlandesa y alemana, supuso un duro revés para el Vaticano. Fue tan descomunal, que incluso logró relegar a un segundo plano el gran problema que constituye para la Iglesia la carencia de sacerdotes.

Lo que ocurrió en el pasado detrás de los muros de Iglesias e instituciones católicas no ha hecho más que precipitar la imagen caída en desgracia de todo el sacerdocio. En este sentido, «el año sacerdotal» proclamado por Benedicto en junio de 2009, no vino acompañado del aprecio y la valoración deseados. Todo lo contrario. Y probablemente para Joseph Ratzinger, que llamó a emprender una renovación espiritual, a hacer penitencia y a mostrar cero tolerancia hacia los agresores, la experiencia sea más dolorosa que para nadie.

El Papa seguramente aprovechará hasta el viernes la aparición pública de sacerdotes para denunciar los pecados entre sus propias filas, iniciando así el deseado nuevo comienzo de la Iglesia.

La ola de renuncias de clérigos de la Iglesia en algunos países y la sospecha generalizada bajo la que algunos han puesto por sistema a todos los sacerdotes pesan como una inmensa roca sobre los hombros de la Iglesia. También la imagen del Papa parece estar tocada, a pesar de que ningún otro pontífice se ha manifestado en tantas ocasiones en términos tan duros contra los abusos.

«Es verdaderamente terrible lo que está sufriendo la Iglesia a causa de un ataque desde dentro, debido al pecado que existe en la propia Iglesia». Eso podría considerarse una especie de «mea culpa» del Papa, pronunciado de camino a Portugal en mayo. A estas declaraciones podrían seguirle más palabras contundentes.

¿Un nuevo comienzo? Fuerzas partidarias de una reforma exigen del Papa conservador un auténtico cambio. Sin embargo, tampoco en el sexto año de su pontificado, Bendicto XVI da muestras de querer introducir modificaciones substanciales. El líder de la Iglesia debería «enmendar el sacerdocio fuertemente dañado mediante la ordenación de mujeres», exigen los movimientos en favor de la ordenación femenina.

Hablan de las confusiones escandalosas que «pueden derivarse del celibato al que están obligados los sacerdotes masculinos». Los líderes eclesiásticos no ven ninguna relación entre los casos de abusos sexuales y el celibato. Pero el debate acerca de la imagen tradicional de los sacerdotes también se ha abierto en la Iglesia y alcanza también al Vaticano.

Al fin y al cabo hace ya tiempo que una espada de Damocles pende sobre la Iglesia, en lo que a la falta de sacerdotes se refiere. Aunque el número de sacerdotes aumentó ligeramente en todo el mundo desde el cambio de milenio, hasta alrededor de 409.000, su distribución por continente preocupa enormemente -al igual, por cierto, que el número de católicos: frente a los enormes incrementos en África y Asia, en Europa continúa su disminución.

En 2008 el número de clérigos cayó en Europa en un 7,0 por ciento. No es de extrañar, por tanto, que los reformistas de «Somos la Iglesia» insistan al máximo representante de la Iglesia, de 83 años, para que «abandone su torre de marfil y plante cara a las exigencias apremiantes de la vida actual». Continúa sin estar claro si el Papa está dispuesto a ello.

Aun así, las celebraciones continúan. Los sacerdotes y seminaristas se lo han ganado. Tras una «reflexión espiritual» del cardenal de Colonia, Joachim Meisner, hoy en la Basílica de San Pablo Extramuros, el jueves tendrá lugar un encuentro entre sacerdotes de más de 90 países con el Papa en la plaza de San Pedro.

El punto culminante de los tres días será la misa festiva con Benedicto con motivo del Sagrado Corazón de Jesús en la plaza de San Pedro. Antes podrán formular preguntas a su pontífice. ¿Cómo va a continuar la búsqueda de las «ovejas perdidas», si hay tanto pecado entre las propias filas? ¿Cómo puede ser creíble a día de hoy la evangelización? Termina el año sacerdotal, las dudas continúan.