Madrid 7 de Marzo de 2011
La comisión de Movimientos Sociales de la Iglesia de base de Madrid ante las revueltas de la población árabe en los países del Magreb y Oriente próximo, quiere ponerse al lado de los que combaten por la libertad y denunciar la represión salvaje de que son víctimas y a reconocer claramente la legitimidad de las aspiraciones de estos pueblos a liberarse del yugo de la opresión y construir la democracia.
(Son unas anotaciones provisionales dado que el ritmo de los acontecimientos es muy cambiante)
Es imprescindible hacer un mínimo análisis político y poner de manifiesto nuestro asombro y solidaridad con esas masas obreras y populares que se han levantado contra los regímenes dictatoriales de sus respectivos países. Nunca hubiéramos pensado que después de 30 años de opresión popular, los ciudadanos árabes que viven en esos países se levantaran contra sus propios gobiernos. Estos ciudadanos estaban condenados por las grandes potencias a padecer la dictadura y la miseria.
Además, los habían convertido en merecedores de su trágico destino por la única razón de haber nacido en una región en la que la religión musulmana es la mayoritaria. Cada vez que se habla de estos ciudadanos como «musulmanes», y cada vez que se agrupa a sus países bajo la rúbrica de «mundo musulmán», se está cerrando con más fuerza el círculo vicioso del que se les ha hecho prisioneros, y del que ahora han salido para decir basta.
No se trata del lenguaje religioso para definir esta revolución, sino el lenguaje político, es decir, las dictaduras a las que estaban sometidos cada uno de ellos. Si se hablase en términos políticos, el rasgo que mejor define a los países del Magreb y Oriente Próximo no es la religión mayoritaria de sus habitantes, sino la naturaleza autoritaria de sus regímenes. Según el lenguaje que utilizó Occidente, se abdicó de los términos políticos, a la hora de describir la realidad de este escenario.
Según ellos, allí no había Estados regidos por siniestras dictaduras, sino sencillamente masas de musulmanes a las que una literatura de ocasión pintaba como rencorosos enemigos de Occidente. Según este criterio los ciudadanos de esta región están incapacitados por la religión para disfrutar de un auténtico régimen de libertades. En otros sitios, sigue habiendo dictaduras, pero no parece que son tales hasta que el pueblo se levanta. Mientras tanto seguimos siendo amigos y haciendo contratos beneficiosos.
Pero, ahora, ha surgido una oleada de levantamientos populares que amenaza con hacer caer, uno detrás de otro, a todos los aliados de las potencias occidentales en la región. Con independencia de las muchas diferencias locales, estos levantamientos tienen algo en común: demandan democracia, sí, pero lejos de estar fascinadas por Europa y los EEUU reclaman una democracia propia, la de los árabes, no una copia de las democracias occidentales. No hay en los levantamientos populares árabes ni asomo de socialismo, pero tampoco de islamismo ni -lo más importante- de seducción eurocéntrica: se trata al mismo tiempo de una revuelta económica y de una revolución democrática, nacionalista y anticolonial.
La presencia del mariscal Tantaui al frente del Gobierno interino de Egipto, lo mismo que la de Ghanuchi, antiguo primer ministro de Ben Ali, al frente del de Túnez, nada tiene que ver con ningún «modelo turco» como se ha querido publicar; tiene que ver con la opción política adoptada por egipcios y tunecinos para llenar el vacío de poder tras la huida de sus dictadores. Es posible que Turquía sea un modelo de democracia válida para los musulmanes, y solo para ellos. Lo que parece es que se están imponiendo modelos militares para gobernar estos países.
Gadafi es otro cantar. Gadafi ha sido durante los últimos diez años un gran amigo de la UE y de EEUU y de sus dictadores aliados en la zona. Baste recordar la dócil colaboración de Gadafi con los EEUU en el marco de la llamada ?guerra antiterrorista??. La colaboración política ha ido acompañada de estrechos vínculos económicos con la UE, incluida España: la venta de petróleo a Alemania, Italia, Francia y EEUU ha sido paralela a la entrada en Libia de las grandes compañías occidentales (la española Repsol, la británica British Petroleum, la francesa Total, la italiana ENI o la austriaca OM).
La relación de Europa con Gadafi ha rozado la sumisión. Berlusconi, Sarkozy, Zapatero y Blair lo recibieron con abrazos en 2007 y el propio Zapatero lo visitó en Trípoli en 2010. Incluso el rey Juan Carlos se desplazó a Trípoli en enero de 2009 para promocionar a las empresas españolas. Por lo demás, Francia y EEUU no han dejado de proporcionarle armas para que ahora mate desde el aire a su propio pueblo. No es la OTAN quien está bombardeando a los libios, sino Gadafi. De todos los crímenes de Gadafi quizás el más grave y el menos conocido es su complicidad en la política migratoria de la UE, particularmente italiana, como verdugo de emigrantes africanos. Gadafi se irá de Libia. No sabemos quien le sustituirá ni qué régimen adoptarán.
Finalmente, como cristianos lamentamos el silencio de nuestra Jerarquía católica sobre esta revolución, muy atareada en la preparación de la nueva visita del Papa a España, con motivo del día mundial de la Juventud católica y la reciente elección de Rouco Varela como Presidente, por cuarta vez, de la Conferencia episcopal española, pero nos alegramos de estas revueltas populares, profundamente liberadoras, como anticipo del Reino de Dios, y esperamos que todo esto contribuya a realizar otro mundo posible creando una sociedad planetaria de concordia y fraternidad entre todos los pueblos de la tierra.
7 de Marzo de 2011