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Tres apuntes navideños -- Juan Francisco Muela

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Lupa Protestante

Hace ya bastantes años, concretamente en 1985, se editó un disco interpretado por un grupo heterogéneo creado ad hoc y llamado “Band Aid” La única canción llevaba por título “Do they know it´s christmas?”

Presentada con gran despliegue publicitario en los medios de comunicación, pretendió ser el banderín de enganche, la canción emblemática, el himno de una campaña de solidaridad con África (“Feed the World”) que enroló bajo sus filas a los más famosos cantantes y grupos ingleses de pop-rock de los años 80. Compuesta por el escocés Midge Ure (vocalista de Ultravox) y el galés Bob Geldof (alma mater de los Boomtown Rats), en ella colaboraron, además de sus autores, y entre otros, Phil Collins, U-2, David Bowie, Spandau Ballet, Culture Club, Status Quo y Paul McCartney. El movimiento que generó llevó aparejados conciertos multitudinarios que luego fueron imitados en USA. Muy buenas intenciones que, sin embargo, como vemos hoy, no acabaron cambiando realmente nada. África sigue siendo el gran vertedero de nuestros pecados desde cuyas miasmas afloran seres humanos que no se resignan a morir sin molestar. Incluso dentro del mapa de la pobreza África es otra cosa, otra galaxia: un matadero monstruoso e infamante cuyo destino a nadie parece importarle.

La letra de aquella canción se preguntaba (refiriéndose a unos niños africanos devorados por el hambre y la enfermedad que aparecían en la portada original del disco que se comercializó): “¿Saben ellos que es Navidad?”, o lo que es lo mismo, ¿cambia acaso para ellos algo en este tiempo para que lo perciban como algo significativo y diferente cuando todos sus días son uno y el mismo en la dura lucha de sobrevivir entre el dolor y la miseria, apenas sin esperanzas?

Pensando en esos niños de la portada, se me ocurría que, seguramente nos podrían devolver la pregunta, preguntándose ellos a su vez con respecto a nosotros ¿Y ellos? ¿Saben ellos qué es Navidad?, o sea qué cosa es eso de la Navidad, qué sentido tiene. Seguramente esos niños ni saben ni les importa si estamos en Navidad porque nosotros, en los países supuestamente cristianos, ricos, democráticos y “civilizados” no sabemos, desde hace mucho ya, qué cosa es la Navidad. Hemos perdido ya hace mucho tiempo algo esencial, y necesitamos recuperarlo, o quizá no lo tuvimos nunca. Quizá, sólo así seamos capaces, entre otras muchas cosas que nos faltan, del altruismo y la solidaridad necesarias para hacerles llegar, a ellos y a muchos como ellos, la esperanza de lo que la Navidad, significa, la verdadera, la que habla de empequeñecerse y empobrecerse para que otros se levanten y liberen. No, desde luego, el despliegue de consumismo insultante al que no podrán acceder nunca tal como hemos montado el mundo.

DOS…

Hace un año, por estas fechas, Agustín García Calvo –ácrata, viejo filósofo de a pie, lúcido como pocos- escribía en el diario El Correo acerca de la Navidad:

“Como nadie sospechará de mí que soy un hombre religioso he de aclarar que solo me acuerdo del motivo lejano en que se fundaban estas fiestas. El nacimiento del Verbo Encarnado, un verdadero motivo de alegría, que se repite cada vez que nace un niño que todavía no sabe quien es, que no está sometido a las leyes de la sociedad…Pero ha quedado del todo olvidado, arrasado bajo la realidad de las celebraciones; la compra y venta, el regalo y todas las demás gracias que en torno a ello se producen (…). Ahora la Navidad es un sacramento de la religión que realmente rige, la del dinero y el capital que necesita el motivo de estas fiestas o cualquier otro para moverse porque, si no se mueve, perece. En ella está la raíz de la tristeza inmensa. Alguien dirá que el dinero no es propiamente una religión, pero se engaña”

Hasta el curtido filósofo ateo se torna melancólico y da testimonio con una tristeza inmensa, como él mismo aclara, de lo necesitados que estamos de recuperar la memoria histórica -ahora que tanto se habla de ella-. Una memoria perdida que nos libere de esta Navidad alienígena y desvergonzada.

Y TRES…

Hace unos años leía no sé donde este texto. Tampoco sé quien es su autor. Con él cierro las persianas del Callejón hasta el año que viene, dejándoos, literalmente, un regalo navideño con sus palabras:

La noche es oscura; muy oscura. El aire fresco de la primera Navidad perfuma el ambiente. Un gran árbol domina la escena. La Humanidad se acerca expectante. Bajo el árbol… El Regalo.

El Regalo tiene rostro de niño. La luz de la inocencia brilla en su rostro y su indefensa fragilidad habla en silencio de aceptación y de amor. En ese Niño se conjugan el tiempo y la eternidad. En su pequeño cuerpo se encarnan en una paradoja inexplicable la grandeza del Creador del Universo y la fragilidad de la criatura. Es el potencial bellísimo y vulnerable de todo lo que podrá ser si no se lo impiden.
Poco tiempo después, el Regalo tiene rostro de refugiado. Zarandeado entre la ansiedad y la urgencia es llevado al exilio por la prudencia y el aviso. Huye de la muerte temprana que le amenaza, sin garantías, sin papeles, sin hogar, en precario y a la intemperie.
Han pasado unos años y ahora el Regalo tiene rostro de hombre. Pasa por la cotidianidad dándole significado a su trabajo diario que dignifica con su sudor y su honradez, quizá, a menudo, explotado por algunos que no saben ni de lo uno ni de lo otro.

Un poco más y el Regalo adopta el rostro del Maestro.
Camina por polvorientas veredas rodeándose de gente humilde que encuentra en él lo trascendente sin buscarlo; gente sencilla que se hace parte de lo eterno. Sus palabras son bálsamo y estímulo. Sus discursos, pan que nutre y que sana. Su presencia dignifica a los indignos e indigna a los instalados.

Pero también el Regalo tiene rostro de Profeta. Su mirada firme hace frente a un sistema hipócrita de opresión indecible. Sus palabras son fuego y martillo. Sus discursos son espada que hiere las malas conciencias. Empieza a convertirse en un peligro público.

Un largo silencio y ahora El Regalo tiene rostro de dolor y de muerte. Sus manos no forman la madera como antes. No pueden. Gruesos clavos le funden con ella. Sus pies ya no se manchan con el polvo del camino sino con su propia sangre. Y ya no andan. Su espíritu es una mezcla de abatimiento, de dolor y de rechazo, de lo sublime y de lo abyecto que de nosotros se le transfiere.

El Regalo rompe definitivamente la tiranía de la muerte y sojuzga el Mal pero no lleva la máscara terrible de la venganza. Ahora tiene rostro de perdón. Sus brazos abiertos invitan a todos a venir. El acceso está asegurado a todo el que traiga ojos húmedos, un corazón hecho pedazos y unas manos prestas para construir un mundo nuevo.

Parados en círculo, sus ojos clavados en el Regalo, algunos no logran contener sus lágrimas y, entendiendo, se postran agradecidos mientras su corazón es sanado y liberado para levantarse y caminar de otra manera. Otros, decepcionados, se dan la vuelta, cambian de rumbo y toman un camino sin fin en busca de un regalo mejor…que no existe.

ZORIONAK ETA URTE BERRI ON

Juan Fco. Muela

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