Enviado a la página web de Redes Cristianas
En la madrugada del 16 de noviembre de 1989, hace 32 años, fueron asesinados por el Ejército salvadoreño, y con total apoyo de los Estados Unidos, seis jesuitas de la UCA y dos mujeres, madre e hija, que trabajaban con ellos.
Al cabo de todos estos años, su asesinato me sigue conmoviendo, porque son uno de los ejemplos más claros de compromiso y coherencia.
Su conducta actuó a modo de espejo frente a los poderosos que tenían sojuzgado al país. Al mirarse en ese espejo de justicia y servicio, no pudieron soportar el contraste entre la imagen honesta que percibían y la que ellos tenían de sí mismos, y los asesinaron.
Una manera ilusoria de abordar la verdad es negándola. En este caso la negación tomó forma de asesinato.
Fueron dignos seguidores de Jesús que fue asesinado por cuestionar, con su estilo de vida, a la religión y al poder político de su tiempo.