Sanarnos descendiendo a los infiernos.
Estimado Padre, mi nombre es P.V. He leído con interés su nota en internet sobre homosexualidad e ingeneración. Primero quiero manifestarle mi admiración y agradecimiento como católico por su trabajo pastoral en las cárceles. Hay puntos en que coincido, pero en otros quedo un poco confundido. ¿Me equivoco si interpreto de su opinión, que es lo mismo ser heterosexual u homosexual? Yo creo que no es lo mismo.
¿Es de retrógrado decir que un profesor de historia, travesti , que va vestido de mujer a dar clases, como el caso actual de la escuela de Tierra del Fuego, no debería ejercer la docencia en una escuela secundaria?
Seguramente coincidiremos en que el Dios Padre nos preguntará qué hicimos por el pobre, el hambriento, el desnudo, el enfermo y el preso, más que por otras cosas.
El Dios Padre se alegra cuando damos de comer, vestimos, visitamos al necesitado. ¿Usted considera que el acto homosexual no es pecado?
¿Que es una forma tan válida de amar como la heterosexual? Yo creo que vivimos una época de abolicionismos, y entre las cosas que muchos quieren abolir, está la familia y una forma clara de hacerlo, es pretender que todo es lo mismo.
Discúlpeme el atrevimiento de escribirle, siempre que lo leo encuentro cosas muy interesantes para pensar. Querido Padre, me encantaría tener su opinión.
Un abrazo P.V
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Querido amigo, su estilo de carta es de las que me enorgullecen de participar y escribir en estos medios para mi escuelas de diálogo. Personas como ud., tan valorativas y respetuosas inclusive del disenso, son altamente estimulantes para seguir reflexionado en sociedades tan intolerantes, sobre algo de lo que, en realidad, sabemos tan poco. Hay un magisterio oficial y un magisterio de los teólogos de trinchera, propio de las personas que investigan, como yo en lugares de fronteras; ambos debemos ser humildes y complementarnos en las apreciaciones, sin querer ser los rebeldes eternos originales, ni los ?loros? tautológicos más papistas que el Papa, sobretodo en los temas opinables. Se trata de no dar una opinión pontificando como si estuviéramos hablando de un dogma.
En los que Ud. dice referido a los actos homosexuales, el magisterio insiste en que los actos sexuales con personas del mismo sexo son desordenados por no ser naturales, estar fuera del matrimonio y por no poder estar abiertos a la vida.
Desde la cárcel, se comprende por qué, en zonas tan superpobladas como San Francisco, no parece tan contranatura, que la mitad de la población sea homosexual. Algunas relaciones homosexuales, sin ser el film Filadelfia, son una clara expresión de entrega y amor incondicional, sobretodo cuando son vividas desde el sufrimiento de la cárcel, y el sida que yo jamás me animaría a condenar.
Sí le pido a Dios, cuando veo historias magnánimas de los que se entregan en situaciones tan duras, el poder ser receptivo y aprender. Sólo en la cárcel, y no en las clases de Biblia, comprendí cómo algunas prostitutas ya nos preceden en el Reino de los Cielos. Ayer casé a seis parejas heterosexuales y les pregunté por qué se casaban por la Iglesia , y qué les garantizaba a ellos, como dijera Sabina, tener un amor «cinco estrellas» Uno de ellos me dijo que intentó abrirse camino con un emprendimiento de «cafebar» que fracasó al poco tiempo. Luego intentó robar y lo encarcelaron en seguida, y que lo único que lo llenaba de orgullo y quería celebrar incluso conmigo, era su historia de amor con su mujer, que le había dado pruebas de una lealtad sublime.
Le aseguro que me conmovió y me hizo sentir un mendigo con las manos implorantes. Me acordé de aquello de Agustín: «que tu peso sea tu amor, para que el Amor te lleve por donde quiera que El vaya» . Le aclaro que también en la cárcel vi muchos «cochecitos??, personas que se quiebran y ofrecen sus favores sexuales sólo para que se les mejoren sus carátulas… Cuando el gesto sexual es vivido desde el abuso del poder, siempre es vejatorio y constituye un pecado grave. La postura del magisterio, de aceptar a los homosexuales, pero no sus expresiones y su forma de vivir la sexualidad, puede esquizofrenizar a algunos momentáneamente.
Pero también puede ser positiva para otros que viven una homosexualidad momentánea sociògena (marineros embarcados), o psicógena (gente con una inconsistente identificación en la primera infancia con lo masculino o lo femenino). Tal vez una norma propositiva en estos casos, puede generar una forma de vínculo, a veces muy precaria, pero accesible. Ayer le pregunte a un Jefe de Unidad cursillista católico, qué hacía con los violadores. Me dijo: yo los mando a pabellones de refugiados evangélicos; ellos les sacan los demonios con sus rezos, y los disciplinan incluso con su diezmo.
Así son los tratamientos latinoamericanos con estos internos. ¿Cómo quiere Ud. que no reincidan y salgan de la cárcel siendo más perversos ?
En otros casos, la norma impuesta, y la prohibición que no contemple la situación real del que esta en la cárcel, en este caso, puede disparar la doble moral y la personalidad reactiva. En culturas como la nuestra y en nuestras cárceles, puede ser mas fácil, como dice Drewermann, seducir a un hombre que ser hombre, sobre todo si estas culturas se mimetizan con el éxito laboral, y dejan a los mas débiles sin trabajo.
Sé que, clandestinamente, muchos Jefes de Unidad autorizan la visita íntima de personas homosexuales. Y saben que esto disminuye el sexo ocasional, adicción tan presente en las cárceles. Incluso, le aseguro que, dentro de la Iglesia en Europa, un amigo, sacerdote homosexual, me contó que un famoso Cardenal amigo de Pablo VI, había convocado a su clero homosexual, y los había alentado a que establecieran buenos vínculos entre ellos, en la confianza de que sólo quienes se encuentran bien afectivamente, son menos proclives a caer en situaciones abominables (abusos y otras formas de sexo con violencia).
Que un profesor de historia travesti dé clase eligiendo vestirse de mujer, en realidad no me parece malo, ni perjudicial a la familia y a la enseñanza de la historia (aunque creo que no lo votaría para comisario o para obispo).Nuestras aldeas globales suelen ser intolerantes con sus minorías y no se las deja tener poder; menos mal que todavía no se eligen los obispos y los comisarios. Mis hermanos de sangre son todos heterosexuales y están consagrados a movimientos de Iglesia( focolares) y creo que están orgullosos de que yo no sólo visite, sino que tenga amigos travestis y transexuales.
Como señala Natalia Donato, los que piensan que así se deshonra la docencia, no deben quejarse si las travestís se prostituyen y hacen oferta de sus cuerpos en las calles de todos.
En lo personal, lo que sí le aseguro que me ejerció mucha violencia, fue que en mi seminario se me obligara a vestir, para mi gusto, con ropa de mujer: alba sotana y roquete con puntillas. Era curioso ver, cómo algunos compañeros seminaristas gay, pasaban mucho tiempo exhibiendo sus sotanas blancas de lino, para el tiempo primavera-verano. Le aseguro que algunos de ellos, hoy son los más homo fóbicos, y en estas cosas, nuestras Iglesias tienen que sincerarse.
Sólo el amor que podemos tener con más o con menos heterotropismo, es lo que nos salva. Los sectores, a mi gusto reaccionarios, acusan a los homosexuales clérigos, de haber caído por la liberalidad del pensamiento moderno en la pedofilia. Para mí, no es éste un problema de homosexuales, sino de gente enferma y perversa dentro de las instituciones, que oscila, como en la cárcel, entre obviar la violencia sexual o retroalimentarla fogoneando lo patológico, poniendo a los más perversos en los lugares que podrían haber sido educativos noviciados, seminarios menores, escuelas (pabellones 2 de mi cárcel con travestis homosexuales y violadores).
La cárcel espejo y nuestras instituciones, retroalimentan lo mórbido, creo que no conscientemente. Si se vuelve a la tradición y son las comunidades las que eligen a sus sacerdotes con calidad afectiva, saldremos mas fácilmente de los seductores patéticos de efebos, y de aquellos jóvenes que, temiéndole al mundo o al sexo opuesto, elijen mostrarse como la casta sacerdotal. El resentimiento y la crispación comprometen a las comunidades para que en serio se opte por los pobres.
Si somos sectas, perdemos el éxtasis de ser Iglesia y de ser un sacramento universal de salvación. Está en juego, en nuestras vidas la plenitud del gozo ¿No le parece? un abrazo afectuoso me encanta seguir pensando con ud.
(*) Padre Dr. Leonardo Belderrain, Bioeticista, Capellán unidad 32 Capilla Santa Elena, Parque Pereyra Iraola.
Leonardobelderrain@ciudad.com.ar