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Discernimiento muy antiguo
Surgido de la vida de Jesús. Quedó muy asentado en los llamados Padres dela Iglesia. Dos textos, uno de Padre griego y otro de latino, bastan para percibir por dónde va el Espíritu en este asunto:
– San Juan Crisóstomo (349-407):
“Aprendamos a pensar con discernimiento y a honrar a Cristo como él quiere ser honrado. Porque la honra más grata para aquel que la recibe es la que él mismo quiere, no la que nosotros imaginamos. Pedro pensaba honrar al Señor no permitiendo que le lavara los pies, y eso no era honra sino todo lo contrario. Pues, dale al Señor el honor que él mismo quiere, empleando tu riqueza en los pobres. Porque Dios no tiene necesidad de vasos de oro sino de almas de oro” (Sobre 1 Cor. PG 61,113).
-San Ambrosio (339-397) :
“Aquel que envió sin oro a los Apóstoles (Mt 10,9) fundó también la Iglesia sin oro. La Iglesia posee oro no para tenerlo guardado, sino para distribuirlo y socorrer a los necesitados. Pues ¿qué necesidad hay de reservar lo que, si se guarda, no es útil para nada?… Acaso no nos dirá el Señor: `¿Por qué habéis tolerado que tantos pobres murieran de hambre, cuando poseíais oro con el que procurar su a1imento?… ¡Mejor hubiera sido guardar los tesoros vivientes que no los tesoros de metal!´” (Sobre los deberes de los ministros de la Iglesia. PL 16, 148-149).
Un fraile capuchino y un conde italiano, promotores de la coronación
Esta práctica nace en situación de monarquías absolutas, de reyes y reinas enjoyados, de identificar la Iglesia con la sociedad civil, de búsqueda de dinero para la construcción de grandes edificios religiosos, de exaltación papal y clerical. Época muy distinta cultural y socialmente a la nuestra. El capuchino Jerónimo Paolucci (1552-1620) y Alejandro Sforza Pallavicino, Conde de Borgonovo (s. XVII), son las dos figuras que dieron origen a las coronaciones de imágenes de la Virgen. Fray Jerónimo y compañeros en sus misiones populares, urgían a desprenderse de las joyas, como signo de su conversión a Jesús “que no tenía donde reclinar su cabeza” (Mt 8, 20) y a confeccionar una corona preciosa para adornar la imagen de la Virgen. ¿Sentiría que la voluntad de María, la madre de Jesús, era coronar sus imágenes con joyas de este mundo?
El conde de Borgonovo dejó en testamento gran parte de sus bienes a la “Reverenda Fábrica de San Pedro” de Roma con la finalidad de coronar las imágenes de María más veneradas en el mundo. Con cláusula interesada: las coronas sufragadas con sus rentas debían incluir el escudo de la Casa Sforza. También el Vaticano sacaba producto del testamento: el privilegio de conceder el rango de “canónica” a la coronación de una imagen de la Virgen, previo donativo para sus obras. Incluir el rito de la Coronación Canónica en el Pontifical Romano de 1897, extendió el rito al mundo católico. El apoyo teológico vendrá cuando Pío XII crea la memoria litúrgica del Reinado de María, con la Encíclica “Ad coeli Reginam” (11 octubre 1954) sobre a la dignidad y realeza de la Virgen María. Con categoría de “memoria” pasa al Misal Romano de Pablo VI (1969). Se celebra el 22 de agosto, octava de la Asunción. Hasta 1981 en que Juan Pablo II publica el “Ritual de la Coronación de una Imagen de Santa María Virgen», la competencia para su otorgamiento era exclusiva del Papa a través de la “Fábrica de San Pedro”. La 6ª norma del Ritual hace competente al Obispo diocesano, Superiores de órdenes religiosas y castrenses (cánones 134 y 368 CIC).
“Abandonar el cómodo criterio pastoral del `siempre se ha hecho así´”
El Papa Francisco nos ha invitado a la “conversión pastoral”, que nace del corazón evangélico y la mirada a la realidad cultural y social. Mirar y escuchar con el mismo espíritu de Jesús es descubrir la presencia y ausencia de los valores del Reino. Fomentar el Evangelio aquí y ahora debe ser la actitud del cristiano: ser testigo y misionero de los valores que vivió Jesús. “La pastoral en clave de misión pretende abandonar el cómodo criterio pastoral del `siempre se ha hecho así´. Invito a todos a ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las propias comunidades” (EG 33).
Pero la monotonía pastoral está presente en la mayoría inmensa de las parroquias. Ha vuelto el clero “de siempre”, distinguido por el modo de vestir más que por el modo de vivir. Exigen que se les llame “Padre”, “don”, “usted”, en una sociedad donde culturalmente no está bien visto. Ansían relevancia social, invitando a las autoridades políticas y militares a sus celebraciones, al margen de que sean o no creyentes. No ponen reparo, más bien lo contrario, en solicitar de la corporación municipal la adjudicación de títulos o cargos de honor para las imágenes de Cristo o de la Virgen. Acentúan, hasta en la formación de los niños, la fidelidad a la formulación doctrinal más que a la experiencia religiosa, a los rituales más que a la vida real de las personas, a las ceremonias más que a la vida honrada y al servicio de los más débiles. Ha llegado a mis manos una hoja preparatoria para la primera “Confesión”. Hasta el título es sectario: “Primera Confesión”. No se habla del sacramento de la “Penitencia”. La confesión o reconocimiento de los pecados -una de sus partes- es el centro. La mayor parte está dedicada al examen de conciencia. 29 preguntas a los niños, algunas como estas: ¿Rezo a Dios al acostarme y al levantarme? ¿Me aburro, juego o hablo durante la misa? ¿Soy poco agradecido? ¿Visito a Jesús en el oratorio o en la iglesia? ¿He mirado fotografías, vídeos o películas que no debo?… Otro día os comentaré otro díptico sobre este mismo sacramento para mayores, titulado “Mantén el alma limpia: Confiésate”.
La renovación exige poner el Evangelio por encima del Derecho Canónico
El nuevo clero considera tan irreformable el Código de Derecho Canónico como el Evangelio. Así es imposible renovar la Iglesia. En cualquier encuentro donde se plantea el anuncio del Evangélico y la renovación de las comunidades, el clero actual parte de las normas eclesiales como inalterables. Si alguien quiere aceptar el Evangelio ha de aceptar igualmente los ritos tal cual, el celibato clerical, la gestión del poder, el papel de la mujer, la participación reglada en todo… Hoy por hoy, es muy complicado que los deseos del Papa Francisco se realicen:
“Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los
estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la auto preservación. La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral sólo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad” (EG 27).
Las Coronaciones de imágenes, costumbre “no directamente ligada al Evangelio”
La cultura actual no comprende el sentido de estas actuaciones. La gente las percibe como culto al poder, al dinero, a la vanagloria, a la exhibición de atuendos lujosos… Su valor como transmisión del Evangelio me parece nula. La fraternidad, el espíritu de servicio a los más débiles, la denuncia de las injusticias, la pobreza-desprendimiento, la sencillez, la humildad de María y de Jesús, su deseo de “desbaratar los planes de los arrogantes, derribar del trono a los poderosos, encumbrar a los humildes, colmar a los hambrientos, despedir vacíos a los ricos” (Lc 1, 51-53)… no brillan en los estandartes, las carrozas lujosas, las damas de honor elegantes, los trajes regionales, la asistencia y presidencia de los notables políticos, los atavíos clericales… Creo que a esta costumbre hay que aplicarle lo que dice el Papa Francisco:
“En su constante discernimiento, la Iglesia también puede llegar a reconocer costumbres propias no directamente ligadas al núcleo del Evangelio, algunas muy arraigadas a lo largo de la historia, que hoy ya no son interpretadas de la misma manera y cuyo mensaje no suele ser percibido adecuadamente. Pueden ser bellas, pero ahora no prestan el mismo servicio en orden a la transmisión del Evangelio. No tengamos miedo de revisarlas. Del mismo modo, hay normas
o preceptos eclesiales que pueden haber sido muy eficaces en otras épocas pero que ya no tienen
la misma fuerza educativa como cauces de vida (EG 43).