TEOLOGÍA Y DIÁLOGO DE RELIGIONES. Xavier Pikaza

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Religión Digital

El evangelio y la vida me han llevado al diálogo de religiones. Parece tiempo de guerra. Los atentados de las Torres Gemelas (noviembre 2001), Madrid (marzo 2004) y Londres (Julio 2005), marcan un hito en nuestra visión del mundo y nos invitan a replantear desde una perspectiva cristianas las diferencias sociales y religiosas. Ciertamente, «podrían» matarnos cualquier día los fundamentalistas fanatizados de algunas religiones, pero «de hecho» mueren (no por «fanatismo» sino por «democracia capitalista») unas 50.000 personas por hambre, cada día, en un mundo donde sobran alimentos.

Más que el futuro de las religiones me interesa el futuro del hombre, y por eso me parece esencial la lucha contra el hambre y la injusticia. Jesús no vino a condenar a musulmanes o budistas, sino a ofrecer amor y pan de reino a todos, desde los pobres del mundo. No pidió que «convirtiéramos» a los que son de otras religiones, sino que rogáramos por ellos y les amáramos así como son, ofreciéndoles un lugar en su camino (cf. Mt 28, 16-20).

En esa línea, siendo palabra de libertad y justicia, amor y gozo, nuestra teología ha de volverse llamada para la vinculación universal, desde la mesa compartida que se abre a todos los pobres del mundo. La catolicidad tradicional de occidente (centrada en Roma) no nos basta. Tampoco nos bastan las protestas de las comunidades evangélicas, ni la buena tradición de las ortodoxas. Sólo dialogando en amor, desde de los pobres del mundo, podrá darse comunión de religiones.

No me importa el triunfo de mi iglesia (aunque la acepte y ame de un modo visceral, porque en ella he nacido y crecido, hasta ser lo que soy), sino el despliegue católico del evangelio, es decir, que la buena noticia del Reino vaya creciendo como semilla de Dios, desde los pobres. Por eso, como teólogo, me siento al servicio de un diálogo religioso, que se abre, desde el pan compartido (=desde los más pobres) a todos los espacios de la vida, sin condenar a los distintos, sin imponernos sobre nadie, superando así las pretensiones de superioridad cristiana que muchos han visto en la Dominus Iesus, de la Congregación par la Doctrina de la fe (2000).

La verdad es diaconía y en el momento en que ella pretende convertirse en superioridad se hace mentira. Es bueno el diálogo religioso en el nivel de la mística, pues los orantes de las grandes religiones se comprenden entre sí, pero eso no basta. Tampoco basta un diálogo que busca unos equilibrios teológicos, en línea de ortodoxia (teoría sobre Dios). Sólo allí donde las religiones asumen y expresan (despliegan) un tipo de opción por los pobres, de forma gratuita y creadora, pueden dialogar entre sí. Desde la injusticia económica del sistema capitalista actual el diálogo de religiones sería idolatría