Tareq Ramadán, nacido hace 43 años, se ha convertido probablemente en el teológo y pensador musulmán más brillante de Europa. Ramadan ha visitado recientemente Canarias, donde ha pronunciado una conferencia. En ella, denunció la utilización del miedo como estrategia por parte de algunos gobiernos occidentales y señaló que la negativa del gobierno de EEUU a concederle un visado obedece a la falta de interés de una parte del establishment norteamericano a que su discurso, dirigido a tender puentes entre Occidente y las sociedades musulmanas, fructifique.
– ¿Por qué no le dejan entrar en Estados Unidos?
– Porque he criticado públicamente la invasión de Irak, que es ilegal, y porque considero legítima la resistencia del pueblo iraquí. Porque he condenado la matanza de inocentes y porque no comparto el apoyo unilateral de Estados Unidos a Israel.
– En los atentados de los grupos hostiles palestinos también hay víctimas inocentes.
– También he expresado mi crítica a esas acciones.
– ¿Volverá a Estados Unidos?
– No creo. Un grupo de academias y asociaciones estadounidenses del ámbito académico, ganamos hace un mes una demanda para la obtención de mi visado. Las autoridades han pedido tiempo y el Gobierno ha reconocido que no hay relación entre Tariq Ramadan y el terrorismo. Quizás, ya no importa. He dimitido de las ocupaciones que tenía en ese país. Me quedaré en Oxford dando clases.
– ¿Se siente excluido?
– Ideológicamente, claro. Mi discurso no interesa en estos momentos en Estados Unidos.
– ¿Cuál es su discurso?
– Tender puentes entre Occidente y las sociedades musulmanas. El pensamiento musulmán ha evolucionado desde al menos tres ámbitos: la identidad (somos europeos y musulmanes a la misma vez); el arraigo (no a las minorías étnicas, luego, somos ciudadanos europeos) y la capacidad de crítica.
– ¿Crítica a qué?
– Hacia la cultura de origen. Por ejemplo, la consideración de la mujer en algunas sociedades musulmanas es el resultado de la tradición cultural y no de la religión. En estos momentos, hay una revolución silenciosa que Occidente no percibe y en la que prevalece el debate sobre la igualdad social.
– ¿A qué se debe?
– A una lectura nueva de las fuentes musulmanas.
– ¿Qué fuentes?
– El Corán y las tradiciones profética, cuyos textos y pilares no cambian, como el rezo o el ayuno. Pero sí se modifica en cambio su interpretación.
– ¿Cuestión de matices?
– Para nada. A nuevas preguntas, nuevas respuestas. La ciencia aplicada, como la clonación, nos obliga a esa nueva lectura. La historia y el entorno producen nuevas circunstancias.
– ¿Ese debate, esa revolución silenciosa, está activa?
– Ya es una realidad, lo que ocurre es que los medios de comunicación occidentales suelen tergiversar la nueva identidad de millones de personas que tratan de integrarse en una sociedad de la que forman parte y en la que han nacido.
– ¿Y los disturbios en París son una invención mediática?
– Las revueltas en los barrios franceses nada tienen que ver con el Islam. Responden a necesidades económicas.
– Pero en Occidente el Islam se asocia a la violencia.
– Existe miedo al Islam porque el fenómeno se ha acentuado con la inmigración. Además, el desconocimiento lleva al prejuicio y, encima, se confunde al musulmán con el árabe. En Senegal, Indonesia o Turquía hay democracias… y son musulmanes. También es cierto que los estados musulmanes han sido incapaces de generar un discurso creíble en Occidente, de hecho, estoy vetado en países como Arabia, Egipto o Argelia. No estoy de acuerdo en el modo esclavizante con el que tratan a sus habitantes.
– ¿Está amenazado?
– No lo sé.
– Los críticos a su pensamiento aseguran que su discurso es uno en Occidente y otro en Oriente.
– Es absurdo. En Europa, incluyendo Rusia, viven 45 millones de musulmanes. Trato de construir puentes comunes y a algunos disgusta, claro.
– ¿A quién disgusta?
– A los que inoculan el miedo instrumentalizado. En Occidente se ha instalado una ideología del miedo que va a durar mucho tiempo. Las medidas de seguridad extrema intensifican ese miedo que, de forma inevitable, va a llevar a la exclusión de millones de personas. Y creo que los pueblos de Occidente van a apoyar esas medidas.
– Bin Laden no es un santo.
– Además de un terrorista, Bin Laden simboliza la desconfianza y las sospechas de Occidente. Pero no reparamos que el perfil del terrorista de los atentados de Londres o Madrid: no era practicante musulmán; no iba a las mezquitas; acudía a gimnasios; era personal cualificado, muy integrado en esos países y su propia familia desconocía su filiación. De nuevo, el miedo.