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Sueños en medio de la pandemia -- Olga Lucía Álvarez Benjumea ARCWP, Presbitera Católica romana

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En la vida hay momentos en que hemos de hacer opciones entre varios caminos y la Pandemia en que nos hallamos sumidos, parece querer obligarnos a hacer un camino que nos conduzca a la inmersión en la realidad desnuda, que conduce al derrotismo y a la falta de ilusiones y sueños. Por ello hoy he decidido adentrarme por algunos caminos de sueños y ensueños vividos y comprobar si en este momento, aún es posible mantener la esperanza.

Evocando el camino de mi vida, he recordado el día en que me encontré con Alicia, la del cuento de Alicia en el País de las Maravillas, que iba muy contenta hacia la casita de los espejos y me invitó a acompañarla a su mundo mágico de sueños intangibles.

Aquella invitación me pareció estupenda, pues andaba buscando una salida para escaparme de realidades tristes, de esas pequeñas o grandes pandemias, que tantas veces no nos dejan ni entrar ni salir, excepto cuando las normas lo permiten. Pero me puse a pensar, si me voy con Alicia a ese mundo que no se puede tocar y no tiene patente ni leyes como las que hacen los hombres, ni tiene fecha de vencimiento, ¡quién sabe si después de haberme ilusionado, luego no tenga boleto de regreso!. Así que le agradecí a Alicia su ofrecimiento y seguí mi camino. Salí por una rendija para seguir buscando otros lugares que me permitieran entrar en otros mundos. El camino de Alicia sólo era el camino de la ilusión, nada más.

Buscando y buscando me encontré con la máquina del tiempo, y me dije, ésta va a ser mi solución. Éste podría ser el modo de evadirse a otros mundos por medio de la tecnología. ¡Cómo no voy a fiarme de la inteligencia del ser humano! Pero, cuando me disponía a entrar en ella, frené en seco para hacerme las mismas preguntas. Ésta sí tenía patente y puede que tuviera fecha de vencimiento, pero no sé porqué me resultaba muy importante averiguar si tenía boleto de regreso. ¡He podido comprobar muchas veces cómo las ideas e inventos del hombre fracasan y fallan! El despachador me animaba a que me subiera deprisa, pero cuando le hice las preguntas que yo creía tan importantes, me dijo: “Los papeles ya están hechos, listos para firmar, pero no han salido del despacho…”

En otra ocasión, recordé el túnel del tiempo y me dirigí hasta él suponiendo, que como era más antiguo, sí estaría listo y no necesitaría muchos requisitos para adentrarme en él, además tendría la ocasión de moverme con libertad por el pasado y por el futuro y podría conocer los porqués de tantos acontecimientos, que como en nuestros días, habían tenido que enfrentar otras generaciones y cómo habían superado las dificultades sin perder la esperanza. Pero me atajó un muchacho, diciéndome que por ahí no podía pasar porque necesitaba los permisos del dueño. Y le dije tengo los papeles, pero ¿dónde están los permisos para poder transitar? Me respondió que apenas estaban por llegar y que sin ellos el viaje no podía llevarse a cabo.

Pensando y pensando, recordé aquella genial historia de un tal Jesús, un hombre bueno de Nazaret al que mataron, previo paso por un juicio donde la sentencia estaba dictada de antemano. Dicen que lo enterraron en el jardín de un amigo y que le pusieron fuerte vigilancia temiendo que se les escapara, porque había prometido resucitar al tercer día. La gente estaba en pura expectativa, ansiosos por la espera de tal acontecimiento y sobre todo, porque guardaban muchas dudas en sus corazones hundidos entre el fracaso y la desesperanza y necesitaban que Alguien respondiera a sus preguntas sobre lo acontecido, sobre la vida y la muerte y lo mucho que nunca habían entendido de cuanto habían escuchado cuando lo seguían por los caminos.

En el Jardín de José de Arimatea, he buscado siempre la señal inequívoca de una piedra enorme que habían colocado para evitar que pudiera escaparse y de alguna manera he podido vislumbrar a dos jóvenes cuidando unas sábanas dobladas. En esa búsqueda creo que mas de una vez los he mirado a hurtadillas, y viéndome la cara de desconcierto, me ha parecido que me hablaban y me decían: “¿A quién buscas? Ya no está aquí, ha resucitado como lo había anunciado”. Dejó dicho, que si tú también lo quieres ver, debes ir a buscarlo a la región de los anawines, es decir que debes buscarlo entre los pobres y los desfavorecidos, allá en Galilea.

El asombro se ha apoderado de mí, y saliendo de prisa, algo en mi interior resonaba diciendo: “Ese es el hombre que necesito, Él es quién tiene la fórmula para escapar de todas las pandemias que aquejan al ser humano, no solo las externas sino también las internas”.
Como Presbítera Católica Romana, entiendo que el momento más importante para un cristiano es la incorporación a Cristo por el Bautismo, pues por él entramos a formar parte del grupo de personas que quieren transparentar en su propia vida la Vida de Aquel que es el Camino en el que convergen todos los caminos, la Luz que apaga todas las oscuridades, la Esperanza que afianza los corazones en el Amor y borra todos los temores y nos permite ser y hacer Comunidad.

Nuestras partidas de Bautismo acreditan esa incorporación a Cristo y a la Comunidad de sus seguidores, mediante la vivencia y predicación de lo que el Maestro de Nazaret nos enseñó.
Dentro de la Iglesia, según Jesús de Nazaret, todos somos iguales, somos hermanos y hermanas hijos del mismo Padre, pero desde tiempos muy antiguos hay un virus, que ya se convirtió en Pandemia, que tiene el efecto de marginar a la mujer en sus derechos y deberes dentro de la Comunidad cristiana.

Al margen y lejos del Proyecto de Jesús, las mujeres hemos sido marginadas y apartadas escudándose en excusas y razonamientos sin sentido, y sometidas a los dictámenes de los varones, que haciendo y siguiendo normas y leyes meramente humanas, nos han sustraído la posibilidad de servir a la comunidad en paridad de derechos y deberes con el hombre.
Es por ello, que convencidas de todo lo que implica nuestro Bautismo, algunas mujeres, y cada vez más, hemos decidido obviar ciertas leyes humanas para recuperar el derecho que Cristo nos dio de ir y anunciar su Palabra y ser sus discípulas haciéndolo presente con nuestras vidas en el servicio y los sacramentos.

No tenemos miedo, la fórmula ya está registrada, nadie nos la puede arrebatar y mucho menos negar. Esta pandemia que azota a las mujeres dentro de la Iglesia debe terminar en algún momento y nosotras ya estamos en primera línea haciendo frente a leyes y normas injustas que contradicen el mandato del Maestro.
¡Ven conmigo, ven con nosotras y con aquellos hombres que apoyan nuestra lucha! ¡Unámonos y salgamos con gozo al mundo a anunciar la Buena Noticia del Reino!

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