Sueños de Reflexión -- José Ignacio García (Chepe) – Fuerteventura

0
60

Enviado a la página web de Redes Cristianas

Comunidad de base3Sueños de Reflexión
Sueño con una Iglesia, que esté más cerca de los débiles, de los que sufren. Una Iglesia que comprenda las muchas clases de pobreza y sufrimiento que existen: el hambre, la soledad, la enfermedad, la exclusión social??; que no podemos seguir dando sólo de lo que nos sobra, como la forma fácil de ?lavar?? nuestra alma y nuestra conciencia. «Porque cuando lo hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis». 
                                                   

Sueño con seglares comprometidos, dispuestos a trabajar hombro a hombro en la construcción del mundo; y no como simples espectadores que ven la realidad de lejos, sentados cómodamente en el banco del templo cada domingo. «Aquí hay algo más grande que el templo… misericordia quiero, no sacrificios».
Sueño con sacerdotes que, imitando al buen Jesús, nos reciban siempre con una sonrisa dulce y nos envuelvan en un cálido abrazo; no me gustan los curas serios y ?acartonados??, que con su frialdad y su antipatía me alejan de Jesús y de la Iglesia. «Si no tengo amor, de nada me sirve».

Sueño con hombres y mujeres que asuman el evangelio como un ?modo de vida??, y no simplemente como cumplidores de la ley para alcanzar la salvación. «El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo y sígame».
Sueño con pastores (cardenales, obispos, sacerdotes??), que nos den ejemplo de trabajo y entrega a los seglares; es imperdonable que en tiempos de crisis como los que vivimos, haya quienes ?quieren poner cargas pesadas al pueblo, pero ellos ni con un dedo quieren moverlas».

Sueño con seminaristas capaces de reír, cantar, bailar y cautivar a los jóvenes con su estilo de vida. No quiero ?ñoños??, ni ?memos?? que hablan, visten y viven como ?bichos raros??. ?No te pedimos, Señor, que los saques del mundo???? (sino que se ganen a todo el mundo con su carisma).

Sueño con una Iglesia renovada que, a ejemplo de las primeras comunidades cristianas, promueva y fomente los grupos de vida, los movimientos, las pequeñas comunidades??; No creo en una Iglesia de multitudes, en la que por estar apretujados, no sólo no nos vemos las caras, sino que nos pisamos y nos empujamos unos a otros. «Todos los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común… partían el pan en las casas, comían juntos, con alegría y sencillez de corazón»

Sueño con seglares y curas que, con su testimonio de amor y alegría, salgan a buscar ?nuevas ovejas?? en los diferentes rediles del mundo: en los bares, en las calles, en las casas, en los estadios, en las playas??; no podemos quedarnos de brazos cruzados esperando en vano que los alejados se acerquen a una Iglesia que, además, muchas veces está cerrada. «Y haced discípulos míos en todos los pueblos»

Sueño con curas y fieles (bien fieles), que le den mayor importancia a la eucaristía, a la oración, a la vida comunitaria, al amor??; creo que es hora de hacer una catequesis profunda para desmontar, con ?brazo extendido y mano firme??, la parafernalia y el espectáculo que rondan peligrosamente muchas de nuestras creencias y celebraciones.»No hagáis de la casa de mi Padre un mercado».

Sueño con curas que amen su vocación y sean en todo un ?modelo de vida??: en humildad, en pobreza, en austeridad, en prudencia, en disponibilidad y, sobre todo, en honestidad y moralidad. Como líderes espirituales que son, los sacerdotes jamás pueden ser piedra de escándalo para nadie.  ?Más les valdría que les colgaran una piedra de molino al cuello y los echaran al mar??.

Sueño con una Iglesia pobre que me recuerde al niño Jesús de Belén, porque la pobreza es, sin duda, el mejor camino para alcanzar la riqueza de espíritu. No quiero más una Iglesia aferrada a los bienes materiales y al lado de los que ostentan la riqueza y el poder, porque «el hijo de hombre no tiene donde reclinar la cabeza»
Sueño con una Iglesia valiente y unida, en la que todos estemos dispuestos a levantar nuestra voz  sin miedo y trabajar día a día contra la injusticia, la violencia, la explotación?? Es hora de que pasemos del dicho al hecho: ?Este pueblo me honra con sus labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto, enseñando doctrinas que son preceptos humanos».

Sueño con el día cercano en el que millones de no creyentes y alejados nos vean como «testigos creíbles» de Jesucristo, y que con nuestro ejemplo de vida y amor, transparente y coherente, se animen a entrar o regresar al gran redil de nuestra Iglesia. «Mirad cómo se aman…»