Enviado a la página web de Redes Cristianas
La Iglesia, y en general las Iglesias cristianas, llevan más de 2.000 años enseñando, divulgando, promoviendo la mitad del Mensaje cristiano.
Este Mensaje (con más precisión llamado bíblico-cristiano) fue elaborado por entre 40 y 50 autores israelíes, a lo largo de unos 8 siglos, pero no de manera progresiva, sino más bien «a saltos», y constituye el elemento fundamental de la Biblia. Esta, además, comprende mitos, historia, legislación israelita, plegarias, textos didácticos, incluso poemas. Independientemente del interés cultural de cada parte de su contenido, hay que saber identificar lo que es un filón de actitudes y enseñanzas de tipo socio-humanista (muy poco, o casi nada, conocido).
Los mitos, por ejemplo, se pueden comentar un día de forma festiva y con carácter simbólico, siempre sabiendo de antemano que son mitos (lo que no se puede es hacerlos pasar como ciertos), las plegarias o los salmos se pueden repetir individualmente en momentos adecuados, las novelas didácticas y los poemas se pueden leer como cualquier lectura instructiva?? pero el mensaje humanista es lo que hay que conocer, divulgar, y practicar. Parece mentira, pero es lo que menos se conoce de las 2.000 páginas y pico de la Biblia. ¿Cómo es posible?
Este Mensaje comprende históricamente tres partes, en cuanto a contenido:
1) En Israel, en los siglos VIII y VII aC, con el pueblo israelita independiente, se dio lo que llamaría el período de oro de Israel y del Mensaje.
A) Los profetas Amós, Isaías, Miqueas, y posteriormente otros, como Jeremías, emitieron, en nombre de Yahvé, duras críticas y denuncias de las injusticias sociales.
B) En el siglo VII, con Israel del norte ya destruido pero Judá todavía libre, el rey Josías y sus consejeros, además del mito de la estancia en Egipto y su salida gloriosa, establecieron una legislación de medidas de justicia social tendentes a:
*evitar en lo posible la pobreza.
*protegerla si se da (muy especialmente en caso de viudas, huérfanos e inmigrantes).
(Me refiero, naturalmente, a textos de Levítico y Deuteronomio, sobre todo.)
2) En los siglos siguientes, con Israel sometido al gobierno de países extranjeros, se extiende un paréntesis, en el cual el proceso de humanización no sigue y parece que se invierte. Sin embargo, no faltan nunca las plumas que recuerdan los viejos principios y los exigen.
3) La época de Jesucristo y los apóstoles (mediante la relación de los evangelistas) constituye un nuevo foco importante del Mensaje y su broche de oro. Sobresalen valores como la filiación divina, el amor universal, la inversión de valores (Dios juzga las cosas de manera inversa de como lo hace el mundo), la supremacía de la ayuda al necesitado??
Los valores de los viejos profetas y los de Cristo y sus apóstoles son perfectamente complementarios, para constituir un Mensaje humanista muy completo. Sin embargo??
Cuando se establece, poco a poco, una institución (la Iglesia, más adelante las Iglesias) con objeto de difundir este Mensaje de amor y liberación a todo el mundo, la actuación se centra en la parte del Mensaje de Jesús, basada sobre todo en los 4 evangelios, lo que se tenderá a llamar «el Evangelio», con un contenido, pues, limitado a la mitad del Mensaje bíblico-cristiano.
Esa limitación no es nada baladí: significa perder dos grandes valores de la parte israelita:
1) La denuncia profética de las injusticias (y de los injustos).
2) El marco de leyes preventivas y protectoras de las personas pobres. (Prohibición del interés en los créditos, sobreseimiento periódico de las deudas, derecho de rescate de una propiedad vendida por necesidad, obligación de reservar periódicamente una parte de la cosecha a las personas pobres; todo ello además de la obligación moral de ayudar, de manera voluntaria, en caso de necesidad. O sea: las personas pobres, por el hecho de serlo, gozaban de unos «derechos».)
Dejar esto de lado ha sido, y es, un gran fraude a la humanidad.
¿Por qué, en un primer momento, o en un segundo, o más adelante…, se olvidó tamaña salvaguarda de las personas? ¿Quiénes pudieran ser considerados como culpables de ello, en función de sus estudios, de sus obras teológicas (tantísimas y tan extensas)? ¿Qué podría justificarlos de haberse olvidado, o desentendido, de lo más importante en la vida humana?
Interrogantes y tareas que muy gustosamente cedo a plumas más insignes que la mía, como tantos teólogos, biblistas, autores de grandes obras, a ver si por una vez…
Me conformo con haber descubierto un tesoro escondido y olvidado, haberlo expuesto de forma comprensible, y reivindicarlo. ¿Cómo podremos conseguir que la Iglesia y las otras Iglesias «recentren» de forma correcta lo que ellas llaman sus «doctrinas»?
No quiero entrar en el terreno cedido, pero a menudo tengo la tentación de pensar que, de hecho, se ha enseñado y se enseña la parte del Mensaje menos comprometida.