Adital
Hace algunas semanas, varias instituciones ecuménicas hicieron público un documento sobre la vigencia de la Teología de la Liberación. En el mismo describían, entre otros fenómenos de la coyuntura, la represión intra y extraeclesial, así como nuevas formas y expresiones de conservadurismo religioso, causantes de profundas lesiones y vacíos en el mapa del cristianismo latinoamericano contemporáneo.
Las recientes sanciones al teólogo Jon Sobrino resultan una confirmación dramática y desgraciada de aquellas afirmaciones. Es evidente que se está castigando no sólo al pensador, sino en primer lugar al ser humano que donó generosamente buena parte de su vida al pueblo pobre latinoamericano, y en específico al salvadoreño, acompañándolo y nutriendo su esperanza en tiempos de muerte. No se necesita demasiada perspicacia para advertir que el castigo impuesto viene a ser como el completamiento de la tarea iniciada por los militares que asesinaron hace veinte años a los miembros de la propia comunidad de Sobrino. Estrategias particularmente crueles y perversas que buscan idéntico resultado: el silencio, y que provienen de instituciones en apariencia poderosas pero que en realidad experimentan profundos miedos.
Lo más grave es que no sólo se condena al teólogo, sino con él a todos los pueblos que encuentran en las prácticas, preferencias y opciones de Jesús de Nazaret un aliciente para sus propios procesos de liberación. A sus voces se suma nuestro sencillo gesto.
* Centro Memorial Dr. Martin Luther King, Jr. (La Habana, Cuba)
Seminario Evangélico de Teología (Matanzas, Cuba)
2. Agradecimiento al padre Jon Sobrino, teólogo de la misericordia y la justicia*
Laicas y laicos – miembros del pueblo de Dios – que hemos recibido formación cristológica con el padre Sobrino deseamos expresar unas palabras de gratitud, de reconocimiento y de solidaridad con nuestro maestro y pastor, Jon Sobrino
En el contexto de la «Notificación» dada a conocer por la Congregación para la Doctrina de la Fe (el 14 de marzo de 2007), en torno a algunos puntos de dos obras cristológicas del padre Jon Sobrino, en los que esta Congregación encuentra notables discrepancias con la fe de la Iglesia; laicas y laicos – miembros del pueblo de Dios – que hemos recibido formación cristológica con el padre Sobrino deseamos expresar unas palabras de gratitud, de reconocimiento y de solidaridad con nuestro maestro y pastor, Jon Sobrino.
1. En primer lugar, agradecemos al padre Sobrino por ayudarnos a volver, con más profundidad y compromiso, hacia Jesús de Nazaret. Desde su cristología aprendimos que Jesús, en su persona, en su praxis y en lo que anuncia, es una Buena Noticia para el ser humano concreto, en especial, para las víctimas de este mundo. Por volvernos con rigor cristológico al Jesús del Evangelio: el que configura su vida y su misión desde la misericordia, el que acoge a pecadores y marginados, el que quiere el fin de las desventuras de los pobres, el que se confía plenamente en un Dios bueno y cercano, el que desenmascara la hipocresía de los «maestros» de la religión. Gracias por enseñarnos que a ese Jesús – verdadero Dios y verdadero ser humano – no sólo hay que conocerlo sino, sobre todo, seguirlo.
2. En segundo lugar, queremos reconocer su cercanía y su dejarse afectar por el testimonio de los mártires. Cuando Jon Sobrino habla de Rutilio Grande, de Monseñor Romero, del padre Ellacuría, no lo hace simplemente para alabar a una persona considerada virtuosa. Lo hace, ante todo, para afirmar el impacto profundo que le han causado éstos. A Jon Sobrino le impresiona la fe de Rutilio Grande, de Monseñor Romero y del padre Ellacuría, quienes buscaron y encontraron la voluntad de Dios en la vida cotidiana y en las cosas últimas y profundas de sus vidas. Del padre Rutilio Grande ha dicho que «toda su persona, su vida y su muerte martirial, fueron y siguen siendo una «buena noticia de Dios (para él) y para los pobres de este mundo. De Monseñor Romero ha dicho que «su vida, su obra y su palabra han sido luz e inspiración teológicas».
Sin él, dice el padre Sobrino, no hubiese podido formular teológicamente cosas tan fundamentales como el misterio de Dios, la Iglesia de los pobres, la esperanza, el martirio, la solidaridad. Le impacta profundamente la coherencia de Monseñor Romero con la opción por los pobres, su voluntad de verdad, su misericordia con las víctimas, su capacidad para aprender de los pobres, su fidelidad en medio de los ataques, la difamación y las amenazas. Del padre Ellacuría, Jon Sobrino ha dicho que lo más fundamental que le ha dejado es «el ejercicio de la misericordia ante un pueblo crucificado y la fe en el misterio de Dios como lo más humano y humanizante». «Gracias por tu misericordia y por tu fe». Esta es la frase con la que termina la primera de las cartas que ha escrito Sobrino a Ellacuría en cada aniversario de los mártires de la UCA.
3. En tercer lugar, queremos solidarizarnos con sus sueños. Desde su fe en Jesús de Nazaret, inspirado por los mártires y dejándose afectar por las mayorías sufrientes nos ha hecho los siguientes retos: Ante el predominio del desencanto, la desesperanza y la resignación, hay que recuperar la utopía de un mundo con justicia para la víctima; frente al egoísmo y el individualismo campantes, hay que promover el espíritu de comunidad; promover la solidaridad con el débil ante la indiferencia por el sufrimiento de los otros; promover el espíritu de justicia frente a la pura beneficencia con la que se encubre y se pretende paliar la inequidad; promover el espíritu de verdad ante la propaganda y la mentira encubridoras de la realidad; promover la memoria histórica frente al olvido que degenera en impunidad e ingratitud hacia las víctimas; promover la creatividad versus el mimetismo y la imitación servil que fácilmente degenera en pérdida de identidad; promover la celebración versus la pura diversión irresponsable que degenera en alineación; promover el compromiso versus la mera tolerancia que degenera en indiferencia.
Gracias padre Sobrino por poner a producir nuestra fe en Jesús, por actualizar el legado de nuestros mártires, por su gran talante espiritual. Por historizarnos con su lucidez teológica y su ejemplo de vida los valores del Reino de Dios. Por habernos enseñado la centralidad que debe tener la misericordia en la vida humana y cristiana. Por volvernos al clamor de la realidad y a la necesidad de responderle con honradez. La Iglesia latinoamericana y, especialmente, la Iglesia y el pueblo salvadoreños, nos sentimos profundamente agradecidos por tenerlo entre nosotros como nuestro hermano, nuestro amigo y nuestro teólogo.
* LAICAS Y LAICOS SEGUIDORES DE JESÚS DE NAZARET: VERDADERO DIOS Y VERDADERO SER HUMANO.