SOBRE MIEDOS Y VALENTÍAS. Dolores Aleixandre

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Dice Jose Antonio Marina en su libro Anatomía del miedo. Un tratado sobre la valentía: ?De todas las emociones que amargan el corazón humano y son muchas, la gran familia de la angustia, la timidez, el terror, la vulnerabilidad es la que más me preocupa y la experiencia me dice que no es una rareza mía??. No debe serlo, porque si una frase se repite a lo largo de toda la Biblia es precisamente ésta: No temas. Me vienen a la memoria dos escenas, una del Antiguo Testamento y otra del Nuevo, en que los protagonistas se encuentran en una situación tan amenazadora que la prohibición de tener miedo debió resultarles bastante irónica.

El profeta Jeremías había oído en el momento de su vocación algo así como ?Ni se te ocurra tener miedo, que ya estaré yo contigo para librarte??, y quizá ya entonces se preguntó por qué la promesa de presencia iba vinculada a un verbo que en hebreo se reserva para momentos de extremo peligro. A lo mejor se acordó de la promesa cuando la autoridad competente, en su caso el rey Joaquín, consintió a petición de los denunciantes que arrojaran al presunto culpable a un cisterna llena de fango: Y Jeremías se hundió en el fango (Jer 37,6) anota el narrador usando la misma técnica de Alfred Hitchock en sus famosos primeros planos. ¿Le vino a la memoria en aquel momento lo que le había dicho el Señor, cuando no era más que un muchacho encogido, temeroso y lleno de espinillas? En todo caso, llegaron los buenos y pasándole unos trapos por debajo de los sobacos (¡así lo dice el texto!), lo sacaron de la cisterna. Siempre me ha enternecido la visión de un Jeremías enfangado hasta las orejas y tiritando en medio del patio.

La escena del NT es la de la tempestad en el lago, con la barca como una cascarita de nuez subiendo y bajando entre las olas y éstas pasándole por encima como ahora a los cayucos. Y Jesús durmiendo tan tranquilo hasta que los discípulos lo despiertan a gritos y, cuando se pone en pie, no se les ocurre otra cosa que preguntarles: ¿Por qué tenéis miedo? (Mc 4,40) mientras nosotros pensamos estupefactos: ¿y cómo no iban a tenerlo? La tormenta se apacigua y aquí no ha pasado nada chicos, a desayunar pescadito frito en la playa.

Tres moralejas tres: la primera, que tanto los personajes de las dos escenas como nosotros, disponemos de una única consigna como estrategia de afrontamiento del miedo: Yo estaré con vosotros.

La segunda, que no estamos en peores circunstancias que Jeremías o los discípulos: en comparación con ellos, el fango no suele llegarnos más que al tobillo y el oleaje que aguantamos no pasa de marejadilla.

La tercera, una frase de Luis Vives que cita Marina: ?El Creador del mundo ha determinado que la esperanza nazca y se sustente con levísimas motivaciones??. Y no resulta leve la motivación de ver que gente que hoy está en situaciones límite (Jon Sobrino por ejemplo, o los Borromeo?s Boys), estén aguantando cisternas y tormentas como verdaderos creyentes que son.

No así los que se dedican a meter miedo a otros, no así. Porque encima de emplear su tiempo a una cosa tan fea, llevan la contraria al Resucitado que no para de decir cada vez que se aparece a los suyos: ?¡No tengáis miedo! La paz sea con vosotros????. Tengo yo para mí que esta gravísima y heterodoxa costumbre merecería un buen susto. Pero, claro, no vamos a incurrir en el mismo error.

Y encima en tiempo de Pascua.