Acabo de leer los cinco artículos de cinco teólogos de probada virtud donde exponen errores teológicos sobre el último libro de don José Antonio Pagola. Así se expresa el P. José María SJ.
Casualmente yo he terminado de leer este libro hace unos pocos días y diré que me ha parecido un libro excelente, que me ha hecho mucho bien, me ha acercado a Cristo-Dios y que, sospecho, hará mucho bien a las gentes cultas y también a las sencillas.
He leído últimamente varios escritos de esta temática y tengo la sensación de que hoy los teólogos se expresan así, afrontan el estudio de Jesús de una manera histórica-crítica, existencial y directa.
Claro que Jesús era Dios y eso aparece en Pagola desde la presentación. Pero la divinidad no se ve con nuestros ojos ni con nuestra razón. Se acepta por fe. Si se viera, todos los hombres que leyesen honradamente los Evengelios caerían de rodillas. Y no es así. También la Resurrección la aceptamos en fe. Ha habido en la historia muchos, muchísimos hombres excelentes que han leído con interés los Evangelios y no han dado el paso a la fe. (Pero no sé de nadie que haya negado el teorema de Pitágoras).
Es el caso que el padre José María SJ, en la breve presentación de los 5 teólogos de probada virtud, dice inmediatamente: «Ya está bien de crítica al magisterio y la tradición, de saltarnos a la torera la liturgia, de no ponernos a confesar, ni confesarnos, de no hablar de la santidad ni de la vida de gracia. De desechar la piedad popular. De saltarnos la vida moral…». Estas lamentaciones se supone que van dirigidas a don José Antonio. Si no, ¿a qué vienen? Parece que usted, don José María, lo tiene bien observado, acechado y atisbado. E inmediatamente le exhorta a que rece, recapacite y rectifique el libro pidiendo perdón a toda la gente llana «que estás haciendo daño con tu cristología protestante». Pero, don José María, si todas estas acusaciones que usted le hace resultaran gratuitas o imaginadas, ¿quién debería pedir perdón? Piénselo.
Don José Antonio no niega la divinidad de Jesús en ninguna página. Más bien la supone y afirma en todas. Las propuestas sobre el Reino, los milagros, su muerte y resurrección, la virginidad de María, etc. concuerdan con el magisterio, la tradición y la Biblia. Claro que don José Antonio no escribe inspirado por Dios sino conducido por su inteligencia e investigación. Inevitablemente tendrá expresiones, frases, giros imperfectos, mejorables, superables y que con el tiempo quedarán obsoletos. Así son la teología y la exégesis, por ser ciencias.
Don Demetrio Fernández, Luis J. Argüello, José María Iraburu, José Rico Pavés, José Antonio Sayés, con el método de crítica que ustedes emplean no se libraría nadie, ni siquiera el Papa Ratzinger en su encíclica SPE SALVI. Y se lo muestro: En el número 44 dice el Papa que el rico Epulón de la parábola no estaba en el infierno, sino en un lugar intermedio. Pero eso no aparece en la narración de la parábola evangélica. Esta dice que estaba en el infierno. En el 45 nos dice que hay personas en las que el odio se ha convertido en mentira; personas que han vivido para el odio y que han pisoteado en ellas mismas el amor. Éstas no tienen otro final que el infierno. Pero, ¿por qué no alude a muchísimos otros pecados mortales que también llevan al infierno? Por ejemplo, faltar sin motivo un domingo a Misa es, según el Nuevo Catecismo, pecado mortal. Y quien muere en pecado mortal va al infierno… ¿Por qué la Encíclica alude sólo al caso extremo de quienes se han instalado en el odio y la mentira? En el número 47 dice que algunos teólogos recientes piensan que el fuego que arde es Cristo mismo que quemando purifica y salva.
Esta doctrina es innovadora y chocante. Naturalmente al citar a estos teólogos está refrendando tal opinión. Pero tradicionalmente se ha dicho que el fuego es el tormento que padecen en su cuerpo los condenados. (Por cierto que el Papa Juan Pablo II dijo que en el infierno no había fuego; así que le pueden incluir en su crítica).
Pienso que si ustedes afrontan estos puntos y otros de la Encíclica con el mismo criterio con que han afrontado el libro de José Antonio Pagola deberían tachar de peligroso y algo más al mismísimo Papa (o papas). Claro que no lo van a hacer…
Debemos ser más abiertos y dispuestos a la nueva exégesis. Somos racionales porque Dios lo quiso y quiere que lo seamos. Y quiere, además, que indaguemos hasta el fondo cómo es, cómo se hizo hombre, por qué, para qué. De este modo su verdad resplandecerá con más claridad y más atractivo. Las cosas de Dios son intrincadas y requieren estudio, agudeza. Dios no se atiene a nuestros criterios. Somos nosotros quienes debemos descubrir los suyos y exponerlos sin escándalo. Y debemos esforzarnos en instruir y adiestrar a las gentes llanas en los nuevos avances. El mundo progresa en ciencia y conocimientos de manera vertiginosa.
Nosotros no podemos quedarnos atrás. Yo sé que la ciencia no es la última palabra del cristianismo ni del hombre, pero es necesaria si queremos presentar nuestras credenciales con garantías y honradez. Sean ustedes, ahora soy yo quien les aconsejo, más ecuánimes, más amplios, más tolerantes. Ábranse a los nuevos métodos. También ustedes, si quedan anclados, pueden hacer mucho mal.
Si se viera la divinidad, todos los hombres que leyesen honradamente los Evengelios caerían de rodillas
La ciencia no es la última palabra del cristianismo ni del hombre, pero es necesaria