Escribo esta escalera con el mismo miedo y respeto que escribí hace un año, en abril de 2006 otra que se titulaba Sobre la valentía y empezaba más o menos así “Tengo un amigo que no se atreve a subir esta escalera con nosotros a la luz del día”. Mi amigo no sabe si esta vez también será amonestado por compartir sus reflexiones con más gente, si volverá a ser insultado por defender a esos “curas rojos” de Entrevías, si tendrá consecuencias lo que el escribe porque sea leído por el ojo que todo lo ve y todo lo persigue. Mi amigo sigue convencido de que es necesario testimoniar públicamente su apoyo con los medios de que dispone (la palabra impresa) a esos otros testimonios de iglesia viva y luchadora que lo están pasando mucho peor que él y que sí dan la cara y el resto de su cuerpo. Pero no se atreve a firmar con su nombre y apellidos algo que le puede traer consecuencias materiales.
Mi amigo es algo incoherente: dice combatir el capitalismo feroz, los valores de la sociedad de consumo, dice defender la transparencia, la valentía… y cuando se ponen las cosas un poco feas y tiene que dar la cara se escuda en mi para que escriba en su nombre y no poner en peligro una serie de valores materiales (casa, trabajo, coche, seguridad).
Mi amigo dice que la cierran por no seguir los dictados de los de arriba, de los que mandan, de los que nadie ha elegido democráticamente (¿no debería ser así? ¿no son los pastores locales?) pero que se otorgan la potestad de decidir lo que necesitamos y lo que nos conviene. Mi amigo opina que no se podrán abrir las puertas, pero que las llaves no las tienen los que ellos creen sino el pueblo, que desde el 1 de abril es quien decide cuando y a quien se abre. Además lo dice bien claro la pintada en el muro “no te quedes en la puerta”. Dice que es por un problema de formas, que se echa el cierre por el cómo se celebra, pero parece que debajo hay mar de fondo sobre el qué se celebra. Dice que ellos creen que así, con la perdida de su carácter sacro, podrá atender mejor a sus labores de asistencia sociales ¿de que se quejan? Les ponen a su disposición todos los recursos y ayuda de Caritas ¿Qué más se puede pedir? ¿Justicia o Caridad, cual es la lucha de la Iglesia?
Otro amigo mío, este sí con nombre y apellidos, me manda un mensaje. José, ateo de base según su propia definición, se plantea lo curioso que supone que quieran cerrar las parroquias donde los excluidos por ser inmigrantes, presidiarios, pobres o cualquier otra categoría en que nos divide esta sociedad, intentan recuperar la vida y la dignidad que antes les hemos quitado, y no cierren aquellas en las que los pobres están en la puerta, ¿si los pobres están en la puerta quien esta dentro? ¿Que papel están jugando los teólogos canallas de la riqueza? ¿Quiénes son los que controlan y dicta quien esta fuera y quien esta dentro?
Hay que ser valiente, como los vecinos de Entrevias, como Enrique, Javier y Pepe, como tantos y tantos otros que han testimoniado su apoyo a los parroquianos y parroquianos de entrevías. Eso le digo yo a mi amigo. Que sea valiente como ellos. Como Jon Sobrino, jesuita modélico que también ha sido acallado por una jerarquía eclesial molesta con todos aquellos que cuestionan la legitimidad del orden social y económico establecido, y que se tomaron en serio el Vaticano II construyendo una Iglesia viva, basada en las personas.
Pero mi amigo sigue teniendo miedo.