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Nuestra Palabra Editorial de Radio Progreso, Honduras 6 de marzo del 2013.
Ocurrió en un punto de la caminata, Apenas se caminaba en el segundo día mientras la gente iba de las Flores a La Guama, todavía en el departamento de Cortés. Un anciano muy enfermo se esforzaba por dejarse oír. ?Me llamo Carlos Altamirano ?dijo con su débil voz?mi deseo es ir con ustedes en esta caminata porque ya no se soporta lo que hacen los políticos con nuestro país. Pero no puedo, mis 77 años y mi enfermedad del estómago y de los huesos no me permite no solo caminar, sino que con mucha dificultad puedo moverme y respirar??.
Y de inmediato, metió su mano en su bolsa de la camisa, sacó un billete de veinte lempiras y lo entregó a los caminantes. ?Soy muy pobre, no tengo para comprar la medicina. Si pudiera dar más lo haría, pero este dinerito se los doy con todo mi corazón??. Un gesto que pudo haber pasado desapercibido, como aquella viuda del Evangelio que dio de limosna una pequeña cantidad de dinero. Pero estaba dando todo lo que tenía para vivir.
Este gesto como el de don Carlos Altamirano fue muy hermoso. Y lo más hermoso es que no ha sido el único del camino. La gente más pobre del camino fue dando a los caminantes de lo poco que tenía. Pero lo dio con mucho amor y solidaridad. Guineos, naranjas, sandías, plátanos, piñas, café, alcitrones dulces agua y muchas cosas más se fueron repartiendo a lo largo del camino. La gente rica nunca se hizo presente. Todo fue una enorme bondad expresada por mucha gente pobre. Puede ser que mucha de esa gente ni siquiera sabía de los contenidos de la caminata. Pero intuía que en ella iba gente que luchaba por cosas buenas para el país y para la sociedad.
La caminata apenas ha llegado a la capital. Las demandas se han ido coreando a lo largo de doscientos kilómetros. Y este día se están gritando dentro de la capital, el centro del poder político. La caminata tiene la fuerza de las demandas por la minería, las ciudades modelo y la libertad de Chabelo Morales. Pero tiene la fuerza añadida de tanta gente pobre que ha asumido la caminata como suya. Esta caminata tiene la riqueza y la mística que brota de gente como Carlos Altamirano con sus veinte lempiras. Esa mística no tiene precio. Solo se compara con la soberanía y la dignidad a la que tiene derecho el pueblo hondureño, y por lo que vale la pena caminar toda la vida.
Fuente: Red Mundial de Comunidades Eclesiales de Base