Para la mentalidad de muchas personas, quizá poco formadas en este orden de conocimientos, el símbolo no coincide con lo real. De ahí, las sospechas y hasta el malestar que tales personas experimentan cuando oyen decir que los sacramento son símbolos. Porque hay quienes tienen la impresión de que, si las cosas son así, estamos vaciando los sacramentos de un determinado contenido de algo real. Es decir, si un sacramento, por ejemplo la eucaristía, se explica como un símbolo, hay quienes temen que, de esa forma, lo que se está haciendo es negar la presencia real de Cristo en ese sacramento.
Quienes piensan de esa forma dan a entender que no comprenden adecuadamente lo que es el símbolo. Seguramente la mentalidad científica, tan predominante en nuestra cultura, nos dificulta la adecuada comprensión de la relación entre ?sacramento?? y ?realidad??.
Esta comprensión defectuosa queda resuelta cuando se recuerda que el símbolo es siempre comunicación, no de ?ideas?? y, menos aún, de ?cosas??, sino que es comunión de ?experiencias??.
Ahora bien, las ?cosas??, los objetos, o se dan tal cual, como son en su realidad tangible, o no se dan. Si yo doy un billete de cien euros ?simbólicamente??, el hecho real es que no doy ese dinero. Porque el dinero es una cosa. Y eso no se puede comunicar mediante un símbolo.
Pero, cuando hablamos de símbolos, no nos referimos a nada de eso. Nos referimos a ?realidades??, pero de otro orden. Tan real como el dinero es el amor. Pero, ¿cómo se puede expresar y comunicar el amor entre dos personas? Se puede comunicar dando cosas: dinero, joyas, objetos de valor, etc. Pero todo eso expresa amor (y no interés) en la medida, y sólo en la medida, en que mediante tal objeto se expresa una experiencia. Y entonces, el objeto (un ramo de flores, por ejemplo) se convierte en símbolo.
Pero hay más. Porque, si todo este asunto se piensa más despacio, pronto se advierte que en la vida humana hay realidades que solamente se pueden expresar y comunicar simbólicamente.
Las grandes experiencias, que dan sentido a la vida, sólo pueden adquirir su manifestación más real y verdadera mediante símbolos.
De ahí que, en el caso de los sacramentos, las experiencias que se transmiten a través de ellos solamente pueden resultar auténticamente reales mediante las expresiones simbólicas que, en cada cultura, sirven de vehículo a la experiencia en cuestión.
Esa es la razón por la que los sacramentos, además de ?signos??, son también ?símbolos?? eficaces de la comunicación de Dios y de nuestra comunicación con Dios.
Sacramentalidad y teología de la Iglesia
Todo esto supuesto, de lo dicho se siguen algunas consecuencias básicas para la teología de la Iglesia como sacramento. Ante todo, se entiende la razón por la que la Iglesia es presentada como sacramento.
La Iglesia no existe para sí misma, sino para los hombres y mujeres de este mundo. Esto, obviamente, quiere decir que la Iglesia es ella misma cuando se comunica con los seres humanos de cada tiempo y de cada cultura.
Ahora bien, la comunicación con los humanos se realiza mediante signos y símbolos. Lo cual quiere decir que la Iglesia es, por su misma razón de ser, sacramento, es decir, signo y símbolo de comunicación con la humanidad.
En segundo lugar, es necesario comprender que, por más verdadero que sea que la Iglesia tiene que ser comunicación de mensajes ideológicos o de conocimientos (las verdades de la fe), en todo este asunto es capital comprender que lo primero y principal que la Iglesia tiene que comunicar y contagiar son experiencias.
Se trata de las experiencias fundamentales de la vida: la fe-confianza, el amor, la esperanza, la paz, la bondad, etc.
Esto quiere decir que, en la Iglesia, más importantes que los signos (las verdades) son los símbolos (las experiencias).
En tercer lugar, si tanto los signos como los símbolos son siempre expresiones culturales, de ahí se sigue que la Iglesia, si es que quiere ser ella misma en cada tiempo y en cada cultura, no tiene más remedio que adaptarse, en cada momento histórico, en cada cultura y en cada sociedad, a las mediaciones significativas y simbólicas que viven y utilizan las gentes de los distintos tiempos y culturas de la humanidad.
Por eso no es imaginable que la Iglesia pueda ser fiel, a sí misma y al designio de Dios sobre ella, si sus dirigentes se empeñan en mantener e imponer una uniformidad de expresiones significativas y simbólicas que sean idénticas en todo el mundo.
Los signos y los símbolos no se imponen por decreto, sino que son manifestaciones fundamentales de la vida, de la cultura y de la sociedad.
Por eso, si es que la Iglesia toma en serio que ella es y tiene que aparecer como sacramento de salvación, la Iglesia tendría que comportarse, vivir y aparecer ante la gente de forma que no hiciese falta presentar el mensaje mediante numerosas y eruditas teologías especializadas, al alcance de los sabios y entendidos de este mundo.
La Iglesia-sacramento tiene que ser y vivir de tal forma que se meta por los ojos de la gente. Y que la gente la vea y la sienta como algo que les es connatural y propio. De no ser así, algo muy serio falla en la Iglesia.
( LA IGLESIA, SACRAMENTO DE SALVACI?N )