SI JES?S LLEGARA A MANHATTAN EN ESTA NAVIDAD. José Aurelio Paz

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?Encienden las luces del Árbol de Navidad del Rockefeller Center en Nueva York??, esa es la noticia. Pero nadie habla de cuantos niños se apagan en el mundo en ese mismo instante. Incluso, dentro de los propios Estados Unidos de América.

Si bien la tradición comenzó durante la Gran Depresión cuando se construía ese edificio en 1931, la idea de iluminar un árbol por tan significativa fecha se inició, formalmente, en 1933; un abeto fue cubierto por 700 pequeñas luces y puesto frente al entonces edificio de la RCA, hoy representación de la General Electric. En el ?36 se le hizo la pista de patinaje sobre hielo y la NBC?TV televisó el acontecimiento, por primera vez, en el año 1951 con el show de Kate Smith.

En torno a ese ícono del marketing mundial del American Way of Life, Nueva York trasmuta el verdadero sentido cristiano de la Navidad en falsa euforia, en feria despiadada contra los bolsillos, en maquillaje de sus miserias, porque el forastero desconoce que, a pocos metros del Zoológico del Bronx donde se levantan figuras de animales y esculturas de hielo que son encendidas cada noche de diciembre, la indigencia mata más que sus propias bandas de delincuentes y drogadictos. Según datos de la Oficina del Censo de los Estados Unidos, uno de cada cinco neoyorquinos vive por debajo del nivel de pobreza federal y esa zona citadina clasifica como una de las más menesterosas del país, con un nivel de miseria de 29 por ciento y 40 de pobreza infantil.

Los conciertos gratuitos de las corales navideñas en las catedrales de San Juan el Divino y San Patricio, hermosos y ricamente sonoros, tratan de atenuar el dolor de otras voces.

En Harlem, la llamada ?capital negra y de la pobreza urbana??, área constantemente degradada por la carestía de viviendas de alquiler y sus condiciones insalubres, la aparición de conflictos de desviación social es permanente. El crimen y el bandolerismo, el juego, la prostitución y el alcoholismo, desclasifican a la población afronorteamericana de las políticas gubernamentales. Un dato resulta revelador: los hombres de la raza negra que viven allí tienen una tasa menor de supervivencia que los de Bangladesh.

Lugares obligados para el turista que busca pasar la supuesta Navidad en la Gran Manzana, como le llaman a esa ciudad, son el Radio City Music Hall donde un grupo de bailarinas perfectamente sincronizadas como barbies, a las que llaman las Rockettes, son la principal atracción.

Tras ellas se esconden siglos de sometimiento de las mujeres con respecto a los hombres en una sociedad que se proclama defensora de los derechos ciudadanos. Un dato para ruborizarse como simple carmín en los labios: La llamada Marcha de las Novias contra la Violencia Doméstica habla de un secreto a voces: en los Estados Unidos, cada seis minutos una mujer es violada sexualmente; cada 15, golpeada sin tener en cuenta los numerosos homicidios por esta causa. Maneras a la cuales se suma la violencia de género a través de manifestaciones sicológicas.

La inauguración oficial de la temporada de compras navideñas promueve la visita oficial a Macy?s, la tienda por departamentos más grande del mundo en la cual el precio de un simple chocolate asusta: 195 mil metros cuadrados, en 11 plantas, en que se ofertan 500 mil artículos y por donde pasan, a diario, 30 000 personas.

En el sexto piso tienen su ?hogar?? un gigantesco Papá Noel y todo su séquito, invitando a llenar los ?trineos?? privados de los ricos de regalos, mientras en las calles, los llamados ?homeles?? u hombres sin casa no tienen que comer ni techo para guarecerse del invierno.
La escena de Tom Hanks en la película ?Quisiera ser grande??, donde baila sobre un piano gigante, marca la exclusividad de la juguetería FAO Schwarz, en la Quinta Avenida, que ahora promociona como última novedad los juguetes bilingües que incluyen a los parlantes hispanos??
En el mundo, 700 millones de niños no tienen acceso al más elemental y rústico juguete. En Norteamérica un tercio de los 37 millones de pobres que integran esa nación entre afronorteamericanos e inmigrantes, pertenecen, precisamente, a este segmento poblacional, mientras solamente en Asia sobreviven 127 millones de niños esclavos.

La noticia que motiva estas líneas puntualiza que el árbol de Navidad del Rockefeller Center fue encendido en una ceremonia presidida por el actual alcalde de la ciudad Michael Bloomberg. Entre los que cantaron, ante las cámaras de la NBC, estuvieron Christina Aguilera, Sting y Bette Midler. Y los admiradores del acto llegaron hasta de parajes tan lejanos como Alemania y Noruega.

¿Qué sucedería si en el propio aeropuerto Kennedy desembarcara un matrimonio hebreo, de nombres tan comunes de obreros inmigrantes como José y María, con un niño recién nacido en brazos? ¿Qué si el propio niño Jesús se percatara de que han traicionado la humildad del pesebre, de la vaca y el mulo, para idolatrar a un rey de las nieves con su trineo que nada tienen que ver con la verdadera tradición cristiana?

Quizás adelantaría la escena de la expulsión de los mercaderes del templo. Tomaría otra vez el látigo en sus manos y apagaría el costosísimo espectáculo de luces de láser de la estación de trenes Gran Central; o el que colma de colores al Empire State; o abriría a los pobres y a los negros de Harlem el Banco de la Reserva Federal donde se almacena una cuarta parte de los lingotes de oro del mundo; pero también, estoy convencido, que les daría acceso gratuito al disfrute de los más de 2 millones de obras de arte guardadas en el Metropolitan Museun of Art.
Tomaría de la mano, entonces, Annie Moore, la primera inmigrante que llegó a Nueva York en 1892 desde Irlanda, y se irían a apagar, juntos, las 30 mil bombillas coloridas del árbol para devolverle el verdadero sentido que Dios quiso darle a la Navidad.

Afirma la Associated Press que el abeto pesa nueve toneladas y pienso yo que no exista instrumento de medición capaz de establecer, con exactitud, el peso de la conciencia.