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Sentido adiós a un gran amigo RIAY TATARY -- Evaristo Villar

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Evaristo Villar1Necesito decir que este maldito virus cada día que pasa me está resultado más desgarrador y antipático. Y no tanto porque me haya visitado ya con aires nada amistosos. Sobre todo, porque me está tocando a personas con las que he mantenido un vínculo muy estrecho.
¡Maldito virus! ¡No sé si eres consciente del daño que nos estás haciendo!
Me refiero ahora a Riay Tatary. Murió ayer en el hospital de la paz, con 72 años, por
coronavirus como muere hay tanta gente sin poder ser acompañada y solo llorada a distancia.
Y su muerte me ha dejado una pena muy honda porque se trata de una ausencia difícil de
llenar.

Riay Tatary, en la actualidad, era presidente de la Comisión Islámica de España que agrupa a
más de dos millones de personas. Pero, más que eso, Riay era sobre todo un gran amigo. Por
motivos profesionales hemos viajado y trabajado juntos en diferentes ocasiones. Hasta hemos
llegado a compartir bolsa común.

Imán de la Mezquita Central de Madrid, en el barrio de Tetuán, Riay supo hacer de esta
Mezquita Central una lugar popular, sociable y acogedor. ¡Cuántas personas migrantes,
durante estos años de la debacle siria, han encontrado acogida y refugio en esta mezquita!
También fue ahí donde, acompañados por otro entrañable amigo, Luis Poveda (de la Iglesia
Evangélica Española) iniciamos los encuentros interreligiosos. El primero, organizado a
consecuencia de la guerra contra Irak y que titulamos “Religiones por la paz y la acogida” locelebró precisamente en esta mezquita. Imposible olvidar la finura de esos exquisitos
pasteles de origen sirio junto al delicioso té que Tatary preparaba magistralmente para los
amigos.

De la amistad con Riay Tatary quiero mantener algunas cosas muy importantes: la madurez de
su reposada fe musulmana, sin fanatismos, sin extremismos, algo que en él parecía muy
humano y natural; aquella su paz y serenidad en medio de los muchos conflictos que han
azotado frecuentemente a la sociedad musulmana en España; su bonhomía a flor de piel, algo
que te hacía sentir a gusto a su lado, una bondad amenizada con una modesta ironía y rodeada
de una gran sabiduría y experiencia de vida. Como médico que era, acostumbrado a articular el chequeo, con el diagnóstico y la terapia, Tatary sabía estar y armonizar perfectamente las diferentes momentos y situaciones de la vida social, política y religiosa.

Con la ausencia de Riay todos salimos perdiendo. Y no quiero referirme en esta sentida
despedida lo que la presencia del imán Tatary ha significado en momentos importantes de la
historia reciente como las negociaciones para la Ley Orgánica de Libertad Religiosa de 1980, o los Acuerdos con el Estado para las Confesiones de notorio arraigo de 1992, o sus mismos
trabajos para normalizar la confesión musulmana en la cultura hispana y la escuela española,
etc. Es verdad que nos queda su memoria. Pero yo pierdo un entrañable amigo, un hombre
dialogante con todas las ideologías, un hombre clave en la integración social de los diferentes, un acogedor de los extranjeros y refugiados, un pacificador social. En definitiva, una persona de bien.

Descansa en paz amigo Riay y que Al-lâh sea tu refugio y tu nuevo hogar.

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