Sebastián González, cristiano y obrero, homenajeado en Jerez: «Ha merecido la pena» -- José Luis Palacios

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A Sebastián González Barroso, cristiano y obrero, de 70 años, el Consejo Local de Personas Mayores de su ciudad, Jerez (Cádiz), le ha entregado la distinción de honor por toda su trayectoria a favor de la justicia. En efecto, su biografía es un canto a la solidaridad que se ha ganado el reconocimiento de todos y que puede servir de estímulo ante los retos del presente.
Con la humildad del que se sabe uno de tantos y la calma de quien considera que la fama terrena es pasajera, Sebastián cuenta que aceptó el galardón por dos razones: «Por no desairar a los compañeros que me habían propuesto para recibir la distinción y para que las generaciones más jóvenes entiendan que lo que tienen hoy se lo deben a una generación que luchó y se sacrificó hasta lo indecible».

Como reconoció la propia alcaldesa Pilar Sánchez, en el acto de entrega del galardón, Sebastián se ha ganado el cariño de sus vecinos, por «su labor con los trabajadores» que «es reconocida por todo el mundo laboral de Jerez».

De él dijo que «es una persona honesta y comprometida». Uno de sus cuatro hijos recordaba, en el mismo acto, que la constante de su padre «había sido siempre la de defender a los más explotados y marginados de la sociedad» y señalaba que la vida que había elegido «le había proporcionado problemas de todo tipo, desde detenciones, multas, encarcelamientos, despidos, enfrentamientos y un sin fin de malos ratos». No obstante su hijo insistía en que su
padre creía que todo eso «ha merecido la pena».

Sebastián, nacido el 23 de diciembre de 1936, es hijo de una ama de casa y de un oficinista de Pedro Domecq. Su abuelo había sido capataz jefe. ?l hacía la tercera generación de la familia que trabajaba en la famosa bodega. «Era un chaval muy religioso, pertenecía a una familia de gente buena, educada en la tradición de la época en la que la fe se heredaba», recuerda Sebastián, quien al salir de la infancia conoció a jóvenes de Acción Católica, que le descubrieron que la fe podía tener una vertiente social y política muy intensa. «Empezamos a movernos por las empresas, por la ciudad, a participar más de la vida de Jerez…», señala.

Nuevo bautismo

Al poco, entró en contacto con militantes de la JOC, donde recibió respuestas a muchas de sus inquietudes. «La JOC me anima, sobre todo, por su modo de actuar y de analizar la realidad que vivíamos, sólo que yo ya no era joven. No me inscribí en la JOC, pero repartía sus revistas, acudía a sus reuniones, frecuentaba sus locales. Al final, me pusieron en contacto con la HOAC», describe Sebastián.

«Me uno a personas que eran igual que yo, maduros, con preocupaciones sociales, trabajadores de diferentes gremios. Comenzamos a trabajar en la extensión de la HOAC, pero también en la difusión de acontecimientos que afectaban al pueblo y la denuncia de los problemas de los trabajadores. Entonces, nos empiezan a llegar los primeros palos», rememoraba el distinguido jerezano.

A Sebastián le irritaba el católico practicante, que nunca da la cara, que no desciende de las nubes para pisar el barro de los problemas de la gente. Conocer los métodos y prácticas de la JOC, primero, y de la HOAC, después, fue, según sus propias palabras, «como un nuevo bautizo».

Reconoce que aquello fue «pasar de la tradición, de la fe heredada, a encontrar un nuevo sentido a la vida, a sentir la presencia de Dios en nuestras vidas, pero también a entender los valores del Reino por los que había que dar la cara».

«Me decía que creer en Dios era luchar por las gentes, ya que dar la cara por ellos era dar la cara por un trozo de Dios. El rezo del Padrenuestro y las Bienaventuranzas recogían lo esencial
de mi lucha, de mis valores. Eran y son actualmente las consignas de mi vida diaria», explica Sebastián.

Pero entonces un compromiso así suponía riesgos e incomprensiones, «empezando por las familias, que no entendían lo que hacíamos, que tenían mucho miedo por nuestro compromiso, por los amigos que nos arropaban», añade Sebastián.

Además era un camino lleno de penurias, de sacrificios, de incomodidades: «Nuestra dedicación era absoluta, pasábamos necesidades hasta llegar a momentos extremos en los que teníamos que recurrir a la familia; nuestra casa servía de almacén de materiales, de centro de reuniones, para meter a la gente perseguida o que estaba con nosotros…», detalla Sebastián.

En este punto de la conversación, la figura de Ángela Eslava, su esposa, se cuela entre sus recuerdos como una corriente de aire fresco. Sebastián sólo tiene buenas palabras
hacia ella: «Ángela ha sido una verdadera compañera para mí, desde el principio. Antes de casarnos le dije los riesgos que iba a correr, la vida que nos esperaba. No sólo lo aceptó
de buen grado, sino que siempre me ha apoyado, me ha puesto facilidades para que pudiera hacer lo que sentía que debía hacer, lo hemos compartido todo».

Eran tiempos oscuros, el régimen llegaba a su fin. Así lo explica Sebastián: «Sabíamos que el franquismo se resistiría a desaparecer y que iba a repartir palos a diestro y siniestro.
Trabajábamos para quitar el franquismo de la mente del compañero y ganarlo para los nuevos tiempos. Los papeles que repartíamos quemaban en las manos y algunos los tiraban para no tener problemas».

Compañera Ángela

La generosidad y el servicio eran palabras que acompañaban los hechos. Muchos hombres y mujeres se entregaron sin reservas a las causas más nobles, practicaban sin medias tintas la solidaridad. Sebastián era uno de ellos: «Algunos llevábamos dos vidas, yo no lo hubiera podido
hacer sin mi mujer, si a mí me daba tiempo a todo, era porque ella estaba ahí».

«La conciencia obrera que la JOC y la HOAC despertó en mí y en mis compañeros nos llevó a fundar sindicatos en Jerez. Optamos por la USO porque entonces sus planteamientos ideológicos nos parecieron más adecuados. Se fue organizando en las fábricas, las bodegas, las empresas, los astilleros. Pero un policía infiltrado nos denunció y vinieron a por nosotros», recuerda Sebastián. «Mi mujer, junto con la de otros compañeros, organizó una manifestación,
para que no nos maltrataran y para que nos soltaran.

Le costó pasar una noche en la comisaría de San Fernando», apunta, dejando traslucir en el tono de sus palabras el cariño y el agradecimiento por un apoyo tan sincero.
Estando en la cárcel el obispo auxiliar Rafael Bellido, por orden del Cardenal de Jerez Bueno Monreal fue a visitarle. No en vano, por aquel entonces, era presidente diocesano de la HOAC: «el comisario se enfadó mucho, pero el obipso me mostró su cercanía y solidaridad. No le dejaron hablar mucho. Me consta que forzó al Cardenal Bueno Monreal para que diera queja del trato que estábamos recibiendo a las autoridades de entonces. Al final estuve mes
y medio detenido».

Corría el año 1974. En la Iglesia de entonces numerosos sacerdotes, enterados o no del todo, daban cobertura a las actividades clandestinas, por lo que se convirtió en la única institución bajo cuyo paraguas podían desarrollarse ciertas reuniones, ciertas asambleas, ciertos procesos… En los movimientos apostólicos especializados había numerosas personas interesadas en crear las organizaciones políticas adecuadas a la democracia que se estaba gestando.

«No era desconocido para la Iglesia Católica, si bien, en verdad, miraban para otro lado», confiesa Sebastián.

Nunca materialista

Ya en Democracia, Sebastián fue candidato a la alcaldía de Jerez, por IU. Como impulsor de la Federación vecinal más antigua de Jérez, llamada, como no, Solidaridad, había colaborado con la coalición. A pesar de las reservas iniciales, «se podía pensar que había utilizado la Asociación de Vecinos para dar salida a mis ambiciones políticas», admite, decidió aceptar y concurrió a las elecciones de 1992. «Pero nunca me afilié a IU, porque tenía mis reservas, mis ideas y mi más frontal rechazo a algunos aspectos del marxismo, sobre todo por la concepción materialista que tiene del ser humano».

Tras su paso por la política su compromiso continuó tanto en el movimiento vecinal como en las organizaciones de trabajadores. De hecho, durante siete años fue el responsable de formación de CC.OO. en Cádiz, también impulsó una organización para ayudar a los afectados por la drogodependencia y a sus familias.

Ha mantenido un vínculo sentimental muy profundo con la HOAC, a pesar de que con la llegada de la democracia y la creación de una nueva Diócesis para Jerez, independientemente
de la de Sevilla, la HOAC desapareció.

Ahora su vida espiritual se desarrolla dentro de las comunidades de base de la localidad gaditana. Tanto él, como su mujer, Ángela, son dos de sus miembros más activos y
queridos, y se consideran Iglesia.

En su opinión, la HOAC sigue teniendo un «método formativo y unos contenidos de lo más interesante y jugosos, además hay gente muy bien preparada, de mucho
mérito que son un gran testimonio». Por eso cree, que «debe adaptarse al idioma y las circunstancias de la gente de hoy, que ya no aguanta mucho tiempo sentada». Dice Sebastián
que «la situación de Iglesia oficial no es muy alentadora.

Yo digo medio en serio, medio en broma que primero se tiene que hacer cenizas para luego poder resurgir».

«Puede que ahora seamos más cómodos, más consumistas, pero sigue habiendo la misma falta de conocimiento sobre la realidad en la que estamos y sobre los problemas de verdad.
Los sindicatos se han vuelto más corporativos, para mover a la gente hay que hacer palanca…
», resume el panorama actual, sin asomo alguno de rencor, más por contribuir a la solución que por otra cosa. «Los retos de hoy me pillan cansado, pero nunca desilusionado», pronuncia.

«Sigue haciendo falta rascar la capa de indiferencia y egoísmo que el sistema impone a
tantas personas. Igual que entonces, el arma es la formación, que a mí me ayudó a no ser una simple herramienta de producción, a pensar, a luchar por la justicia…», piensa Sebastián, a quien le gustaría que de él se pudiera decir que «era uno de los de Santiago, de los que vivían convecidos de que la fe sin obras no vale nada».

Piensa Sebastián que «ha aprovechado el tiempo», lo que no le impide asegurar que a pesar de la edad y de las enfermedades todavía «queda tiempo» para seguir construyendo el Reino de Dios, para mejorar el mundo. No cabe duda, su vida ha merecido la pena. ??