En esta época de preparación a la Navidad aparece en la liturgia de la iglesia católica un personaje sumamente interesante: su nombre es Juan, así no más, como ?la tierra se llama Juan??, según escribió Neruda. Es decir, un nombre universal. Nadie en su familia se llamaba así. Es el primer dato a tener en cuenta: es un nombre (y un hombre) que se sale de los esquemas establecidos. Y es un nombre universal: todo rebelde, todo indignado, todo contestatario, todo ser consecuente, podría llamarse Juan.
Otro dato es que empezó a vivir en el desierto que el río Jordán partía en dos mitades en Palestina. Es decir, un hombre fuera de los condicionamientos urbanos que procrean seres sometidos, ovejunos, arribistas. Juan era un hombre libre.
Además hablaba con tonos fuertes. No tenía dos discursos. No hubiera podido ser parte de los líderes sociales, políticos o religiosos, de entonces y ahora. Era distinto. Hablaba que ya estaba a las puertas la salvación enviada por Dios para liberar nuestra historia de las cadenas que le imponía la avidez del dinero, la soberbia de la vida, la dependencia de dogmas de todo tipo, la violencia de los sistemas esclavizantes, la ignorancia acerca del bien y del mal.
Decía que para que la salvación de Dios fecundara la tierra y la lavara desde dentro de la maldad que oprimía en particular a los empobrecidos, había que empezar preparando los caminos: rellenando los terrenos bajíos, recortando las altas colinas, emparejando los senderos para que avanzara sin dificultad la liberación. Solamente cuando los humillados fueran tomados en cuenta y los poderosos fueran abajados de sus dominios insolentes, se podría hablar de la llegada de la salvación.
Dicen que se le acercaba la gente para preguntarle qué debería hacer para prepararse para la llegada del Mesías. Cualquier predicador de hoy respondería que haciendo más oraciones, más penitencias, consiguiendo más indulgencias, oyendo más sermones.
Pero Juan respondía: solamente solidarizando con los oprimidos. No hay otro camino. No hay otra respuesta.
Este es tiempo de Adviento. Es decir, de preparación atenta para la llegada del Mesías que libera. Sería muy bueno que todos pasáramos delante de Juan el bautizador del río Jordán y le preguntáramos acerca de qué debemos hacer para prepararnos. No creo exagerar si digo que no sé si monseñores, curas, gente devota, políticos, animadores comunitarios, periodistas, gobernantes, líderes sociales, deportistas, economistas, industriales, comerciantes, monjas y soldados, saldrían convertidos, pero sí saldríamos todos colorados como tomates.