Se me cae la cara de vergüenza (melodrama en tres actos) -- Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

1ª Vergüenza: el peloteo del señor Botín. Ayer hubo una reunión del presidente del Gobierno con algunos de los empresarios próceres del proceloso mundo empresarial de este país. Llama profundamente la atención que el mundo empresarial alabe, encomie, aplauda, y casi exalte, la actuación político-económica del Gobierno, y de su presidente, en concreto. Sucede que los empresarios españoles, sobre todo los que convoca el Gobierno, y sus antecesores, llevan años, siglos, en los que sus hijos no han tenido problemas de alimentación, ni de escolaridad, ni de tratamiento médico. En las parroquias conocemos miles, y sumando, millones, de padres de niños que han vivido, y ahora lo bien más intensamente, con estos problemas. El señor Botín no ha debido de conocer nunca estos problemas; y puede alabar lo que quiera al presidente del Gobierno, y asegurar que no piensa pedirle ningún favor. ¡Qué generosidad!, y qué cinismo. Todos sabemos los que piden, y con humildad, no algún favor al Gobierno, sino justicia; y todos sabemos como éste se comporta con sus ciudadanos de tercera. Se me cae la cara de vergüenza con actitudes de esta guisa y de esta calaña.

2ª Vergüenza: las ideas del cura de Jaén. En un verano de los sesenta, unos cuantos estudiantes de Teología, de los ss.cc. de El Escorial, realizamos una especie de misión educativa en dos pueblos de colonización agraria, dependientes del Patrimonio Forestal del Estado, cuyos nombres eran Cabezudos y Bodegones, en la provincia de Huelva, cerca de Almonte. Una tarde, al caer el día, y al oír los gritos desgarrados de una mujer en una de las casas, justamente la de un trabajador al que todos conocíamos y apreciábamos, hice mención de acudir a ver qué pasaba. Me paró el capataz, diciéndome: ?No se meta Vd. en eso; no pasa nada. Es que el marido le está dando unos azotes a su mujer. Algunos son así de brutos, que todas las semanas tienen que demostrar que ¿quieren? (sic) a sus mujeres, con unos buenos azotes. Los que somos más civilizados lo hacemos solamente una vez al mes??. Este diálogo es estricta y exactamente verdadero. Y, por lo visto y oído al párroco de Canena, Pedro Ruiz, este señor debía de estar feliz cuando los maridos, como los de Cabezudos y Bodegones, ?sólo?? pegaban a sus mujeres como ejercicio pedagógico matrimonial, pero no las mataban. Como tampoco solían hacerlo, -matar-, los detentores del derecho de pernada: eran suficientemente civilizados como para solo, y simplemente, violar a sus dependientas, casadas o vírgenes. Entenderéis que por estos pequeños detalles ?se me caiga la cara de vergüenza?? .

3ª vergüenza: la canonización de Juan Pablo II. Esta reflexión es consecuencia del diálogo que transcribí ayer, de la periodista María López Vigil, entre monseñor Romero y el papa Juan Pablo II, transcrito de estas páginas de Redes. Sobre este tema debo de decir, en primer lugar, que no me mueve ninguna animadversión al papa polaco. Como mucho, reconoceré que sí me mueve, y me conmueve, la humilde peregrinación de Romero en busca de una audiencia, todo un arzobispo mendigando ser recibido por el papa. Yo estaba a la sazón en Brasil, en Sâo Paulo, bajo la lúcida, evangélica y valiente dirección del cardenal D. Paulo Evaristo Arns, cuando todo ello sucedió. Muchos curas, y seglares, y laicos comprometidos con la Iglesia, o simplemente comprometidos con la justicia, se sintieron ofendidos, agredidos y abochornados con la actitud del Vaticano hacia el arzobispo Romero. Y todo por la fama que el corrupto Gobierno de su país se empeñó en crear sobre el evangélico pastor, como hacían todos los gobiernos militares de América Latina de la época: de que se trataba de un obispo comunista.

En Brasil el santo e inteligente Helder Cámara fue tildado de ?bispo vermelho??, y que por eso mismo tardará siglos en ser glorificado, y otros muchos grandísimos y cristianísimos prelados del continente, incluido el gran D. Evaristo, fueron obsequiados con una sarta de calumnias, que ni el niño más obtuso y tonto se tragaría. Pero los gigantes intelectuales, católicos, y, por lo visto, santos, del Vaticano, se lo tragaban con azúcar. Todo por estar a bien con los gobiernos corruptos, y lo que es peor, violentos y criminales, de la América Latina. Y el estilo de diálogo que muestra la entrevista es perfectamente creíble, conociendo, como casi todos los curas conocen en la Iglesia, según la opinión de mis colegas en reuniones de vicaría y de arciprestazgo, la bochornosa y humillante entrevista del Papa con el cardenal de Sevilla de entonces, Bueno Montreal, quien fue fulminantemente ¿invitado?, o conminado, a abandonar la estancia de la entrevista al atreverse al proponer como tema de estudio el celibato obligatorio de los clérigos. De esta manera autoritaria, y, a lo que parece, poco evangélica, se portaba Juan Pablo II. Así que nadie se extrañe si por ello, y por ?otras tantas cosas??, se me cae la cara de vergüenza.