Sé de quien me he fiado (II Tim. 1,12) -- Javier Sánchez

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

Esta noche, y después de mucho tiempo sin escribir nada, me atrevo a contar algo que durante los últimos días he ido viviendo, y que me apetece especialmente transcribir. Están siendo días, meses ya, muy duros, los que estamos viviendo, tanto a nivel personal como a nivel comunitario, días y meses donde parece que no se ve la luz, donde parece que todo se ofusca, y donde especialmente parece incluso que el Dios Padre-Madre en quien creemos permanece casi en silencio, o al menos somos incapaces de escucharle y de sentir que está a nuestro lado. Sobre todo porque resulta difícil de entender que sea la propia Iglesia la que desde dentro, nos están haciendo sufrir y pasarlo mal, a mi y a toda la comunidad de la Sagrada Familia de Fuenlabrada. Y comienzo con esas palabras de la segunda carta a Timoteo que para mí tanto han significado en estos 26 años de vida de cura ?Sé de quien me he fiado??, porque son palabras que apuntalan lo que yo creo que ha sido mi experiencia en todos estos años: contemplar y descubrir a un Dios que me acompaña y me ha acompañado en todo momento, a pesar de dificultades y a pesar de que a veces parece que en lugar de presencia, siento su ausencia, como en estos momentos.

El viernes pasado, había quedado con el nuevo párroco de la Sagrada Familia para intentar distribuirnos las tareas pastorales, y al comenzar la conversación, me dijo que había recibido una llamada del obispo diciéndole que no podía celebrar ninguna eucaristía ya en la parroquia, porque el sábado celebraba ya en la cárcel y esa era mi dedicación, y podía también celebrar en el centro de discapacitados, que el domingo celebrara en otra parroquia ( me decía que podía ser en la parroquia de Belén en Fuenlabrada) y el resto de los días que concelebrara en la parroquia con los nuevos curas o bien que buscara otro sitio. Al escuchar estas palabras me quedé sumido en un profundo enfado que una vez más me hizo sacar lo peor de mí, increpé contra todo porque de nuevo sentía que desde el obispado se me volvía a jugar una mala pasada, y mucho más cuando había estado hablando con el obispo dos días antes y no había tenido el valor de comentarme semejante cosa. Nos levantamos de la mesa donde estábamos y me vine indignado a casa.

Aquella noche del viernes fue una noche larga, una noche en la que un día más sentado en el sofá de casa no cesaba de preguntarme por qué , simplemente qué había hecho yo de mal para que desde el obispado se me dijera que no podía celebrar la eucaristía en la que había sido hasta hace un mes mi parroquia, y estuve toda la noche sin entenderlo y sin poder tener respuesta. Y además planteándome cómo íba a ir al dia siguiente, el sábado, a celebrar la eucaristía en la cárcel, intentando dar esperanza y vida en ese lugar, cuando justo a mi me faltaba en ese momento esa esperanza, esa vida y esa confianza; de veras fue una noche complicada, no solo de no dormir sino de no encontrar sentido casi a nada.

Y por fin, amaneció el sábado y fuimos a la cárcel como todos los sábados para la eucaristía semanal; había leído solo el evangelio que hablaba sobre la fe, pero no había leído la primera y segunda lectura. En el coche fui comentado todo lo que había sucedido en las últimas horas,y también cómo me encontraba yo en ese momento. Y llegamos a la cárcel; preparamos todo y comenzaron a venir los chavales a la primera misa, y ya fue algo especial lo que allí iba viviendo, porque en cada abrazo que nos dábamos según iban llegando sin duda que había algo especial que ya iba sintiendo, eran como siempre abrazos de cariño, y de comprensión, donde un día más todos me preguntaban cómo estaba yo y cómo estaba viviendo todo.

Cuando vi la lectura de Timoteo confieso que algo especial me hizo sentir y pensar ?Te aconsejo que reavives el don de Dios que te fue conferido cuando te impuse las manos?? (II Tim 1, 6)??; escuchar estas palabras fue revivir el día de la ordenación, fue como revivir y hacer presente la llamada de un Dios que seguía y sigue contando conmigo, y que me invitaba a reconocer que esa imposición de manos estaba también un especial envío a la tarea pastoral, especialmente ahora allí en la cárcel. En la lectura no aparecían las palabras ?sé de quien me he fiado, pero yo si las recordé también en mi interior????En el momento de la paz de nuevo todos nos abrazamos y de nuevo sentí en cada abrazo de cada uno de los que estábamos allí esa ?imposición de manos?? y ese envío; cada vez que abrazaba a cada uno de los chavales recordaba que Dios seguía contando conmigo para estar allí y transmitir vida y esperanza en aquel lugar; fue como sentir que en cada apretón y hasta en cada olor característico de aquellos preferidos de Dios estaba también todo su cariño y toda su aceptación; confieso que me sentí profundamente querido por el Dios de la vida en cada apretón de presos y voluntarios; fue un momento especial.

Y después vino la segunda misa, donde yo ya conocía la lectura que íbamos a leer, la explique y luego hablé de la fe, ante el texto del evangelio que se nos proponía. Y en un momento dado de la homilía, casi al terminar, fue Carlos el que de nuevo me hizo descubrir el ?toque cariñoso del Dios tierno y misericordioso??; Carlos es un chaval especial, lleva en la cárcel muchos años, no tiene a nadie y es un hombre de una profunda fe, cuando habla su expresión es mejor que la de cualquier predicador pero además saliendo de dentro, pero Carlos no sabe estar en la calle, cuando sale se vuelve a enganchar al mundo de la droga y vuelve a delinquir, su vida es un pequeño fracaso, a veces riéndonos le decimos que ?las gasolineras y las farmacias le pierden que son su especialidad??, es un hombre que lleva la cárcel a sus espaldas porque en el fondo no sabe vivir de otra manera. Pues, este hombre, delincuente, marginal, toxicómano, con muchos robos a sus espaldas me recordó de nuevo el amor entrañable de Dios. Levantó la mano y me dijo; ?Yo quería comentar algo de la lectura que hemos leído.

Cuando tu el año pasado celebraste las bodas de oro, nos ponías en la tarjeta una frase que a mí me hizo pensar, y que decía ?sé de quien me he fiado??, y quizás en este momento tendrías también tu que recordar y vivir, porque Dios está contigo y a pesar de tantas dificultades El nunca te deja??. Cuando lo escuché no sabía qué decir, pero lo que pasó es que se me cayeron las lágrimas de emoción porque una vez más los pobres, me hacían presente a Dios, porque en Carlos los pobres, ?los malos?? me estaban evangelizando, porque una vez más los pobres eran los que me hacían en aquella mañana el mejor regalo. Y en Carlos me sentí mirado y querido por Dios; no fue el obispo, los importantes o los cristianos comprometidos los que me hablaron de Dios, fue aquel hombre marginado que en su interior sabe mucho de ese Dios que también cada día lo quiere y lo prefiere a él.

Como siempre salí de la cárcel con el corazón henchido de vida y esperanza y como siempre Dios se me hizo presente donde El esta especialmente presente, entre los que nadie quiere; fue una lección de presencia y de vida y fue todo un signo del Dios real en quien yo creo y por el que yo creo que me hice cura.

Por la tarde, fui al centro de discapacitados, y tampoco tenía demasiadas ganas, pero en este centro también los muchachos transmiten un algo especial y generalmente las lágrimas se convierten en alegrías; en su espontaneidad, en sus besos, en sus cantos, y hasta diría ?en sus babas?? se descubre el amor de Dios, y así fue una vez más. Llegué de nuevo contando todo lo que estaba viviendo y enseguida salieron los chicos. Enseguida salió Javi, un muchacho joven, que a veces está muy nervioso, incluso en ocasiones un poco agresivo pero que últimamente esta tremendamente cariñoso; Javí se me acercó, me miró y señalándome me dijo ?sabes una cosa, estás como una regadera??, y comenzamos los dos a reírnos sin parar de semejante ocurrencia, pero se me saltaron las lágrimas de nuevo al comprobar que Javi, desde su enfermedad me volvía también a hacer presente a Dios, en esa aparente tontería y en esa sonrisa de oreja a oreja me volvía a decir que merecía la pena estar allí y que Dios estaba con nosotros riendo y cantando. De nuevo un chaval enfermo, dejado, me hacia presente al Dios de la vida y de la esperanza.

Y hoy lunes de nuevo he ido a la cárcel como todos los días, confieso que hoy iba quizás distinto y sin mucho pensar. He llegado a uno de los módulos y he visto a un muchacho muy joven, de 22 años, que el sabado en misa me dijo si podía ir a verle, y ciertamente me he quedado impresionado de su historia, y bueno le he invitado a cambiar y me decía si podía contar conmigo, que el era religioso y necesitaba mi ayuda??

Y cuando estaba hablando con él, me ha dicho José Luis que si podía hablar conmigo. A José Luis lo conozco poco porque lleva unos meses en el centro; se me ha acercado, me ha dado un abrazo y me ha dado las gracias por preocuparme de él; luego me ha dicho que no tenía a nadie, que sus padres murieron hace años de droga, y que él vivía en la calle ?comiéndose pastillas y drogándose??, que no sabia que hacer; que además salía en libertad en enero, que le ingresara dinero para tabaco, que le trajera ropa?? me ha pedido de todo, que por favor le siguiera ayudando, y de pronto, se ha puesto a llorar como un niño, me ha abrazado fuertemente y me ha dicho que por favor no le dejara, que estuviera con ´él, que me necesitaba, que no tenía nadie??. Y de nuevo en esas lágrimas he vuelto a descubrir el rostro del Dios de la vida, del Dios de la esperanza, del Dios que cuenta conmigo, del Dios que no me juzga?? Dios me volvía hablar y se me volvía a hacer presente en aquel pobre muchacho que desde su pobreza me hacía partícipe de su cariño?? ha sido un momento muy entrañable y he dado gracias profundamente a Dios por todo lo que allí he vivido y experimentado??.

Tres personas diferentes unidas por lo mismo: por el dolor , por el fracaso, por el sinsentido que me han hablado del Dios Padre-Madre que es amor; Carlos, Javi y José Luis me han comunicado con sus abrazos, con sus babas y con sus lágrimas que eso en la vida es lo único importante y he vuelto a revivir que a esos pobres es a los que Dios me envía y me llama, que eso es lo único importante en mi vida como cura, y que desde los poderes, del tipo que sean, podrán quitarme muchas cosas, pero no podrán arrebatarme lo que es más preciado del Evangelio y que son ellos mismos. De Dios no hablan los poderosos y los engreídos, porque ellos no conocen a Dios ?te doy gracias Padre Señor de cielo y tierra porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla????, y en esos sencillos y preferidos de Dios están Carlos, Javi y José Luis.

Y esta noche, en una eucaristía con una comunidad de hermanas dominicas amigas, hemos leído el texto del evangelio de hoy, el buen samaritano, y ante la pregunta del maestro de la ley qué tengo que hacer para ser feliz ( para heredar la vida eterna) han resonado en mi interior estas tres personas para decirme que solo puedo ser feliz cuando descubro en ellos el amor de Dios, cuando descubro que ese Dios sigue contando conmigo para transmitir misericordia y para estar cerca de aquellos que más me necesitan.

Y eso tiene que hacer cambiar quizás todo lo que voy viviendo y me tiene que hacer pensar que lo importante es volver al sentido profundo de mi ser cura, descubrir de quien me he fiado y descubrir que solo los pobres me evangelizan y me hacen ser feliz. Esta es la Iglesia de Jesús de Nazaret, nuestro hermano, esta es la Iglesia del que me hace feliz cada día y del que me ayuda a vivir. Y al escuchar el texto he recordado aquel cuento del naufrago que espera que Dios le salve pero no es capaz de descubrir los signos de esa ?salvación?? que Dios le va enviando, y han resonado dentro de mi estas tres personas como signos de esa salvación que Dios me da en estos momentos duros y difíciles, han resonado que sólo los pobres y los necesitados enviados especialmente de parte del Padre-Madre Dios son los que me salvan, y son los que pueden hacerme feliz, que las instituciones poderosas no entienden nada de esto, y que por desgracia a veces dentro de esas instituciones se encuentra nuestra Iglesia.

Y leía también esta tarde unas palabras de mi querido Monseñor Romero: ?Se ha hecho bastante eco a una noticia de amenazas de muerte a mi persona?? Quiero asegurarles a ustedes, y les pido oraciones para ser fiel a esta promesa , que no abandonaré a mi pueblo, sino que correré con él todos los riesgos que mi ministerio me exige (Homilia 11 de noviembre de 1979). Y hoy por hoy, haciendo mias las palabras del Santo, mi pueblo es Carlos, Javi y José Luis, es decir mi pueblo son aquellos que mas me necesitan, los más pobres, los más desheredados, los que nadie quiere, pero esos mismos que cada día me transmiten profundamente a Dios, y me hacen ser feliz porque me descubren al Dios misericordioso y entrañable, al Jesús de Nazaret que un día me invitó a seguirle y descubrir que cuando hago mío su proyecto de liberación liberando a los demás, puedo yo participar de esa felicidad.

Y termino con las palabras de Timoteo ?Te aconsejo que reavives el don de Dios que te fue conferido cuando te impuse las manos??, ese don de Dios y esa fuerza del Espíritu que se me ha hecho presente en el abrazo de Carlos, en la sonrisa de Javi y en las lágrimas de José Luis; y descubrir que en ellos Dios una vez más me ha impuesto las manos y me ha enviado a ser testigo suyo en medio de aquellos que están más en la cuneta, que son sus preferidos, y en los que especialmente El ha querido quedarse y hacerse presente.
Fuenlabrada 3 de Octubre de 2016