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Satanás o el Diablo…¡No tan malo! -- Pedro Pierre

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Conocemos la canción: “¡El mundo está cambiando y cambiará más!” Es la realidad de nuestros tiempos. Eso nos trae confusión y desestabilidad, tal vez desánimo y algo de pasividad. También aumenta el miedo y muchos aprovechan de él para fortalecer el odio y la agresividad… Se satanizan personas e instituciones. Por estos motivos el conocido teólogo brasileño de la liberación, Leonardo Boff, escribió recientemente una breve ‘historia sobre el
diablo’ para reubicar el origen de la maldad. He aquí un comentario personal de sus reflexiones.

El Génesis, primer libro de la Biblia, nos presenta poéticamente el relato de la creación del mundo y de la humanidad, con un refrán que se repite: “Y vio Dios que todo cuanto había hecho era bueno” y hasta “muy buena”.
Luego vinieron la tentación hacia el mal con la aparición de una serpiente tentadora y la caída en la desobediencia por querer hacerse Adam y Eva como Dios, o sea, decididor sin él de lo que es bien y mal. Los comentaristas bíblicos ven allí la presencia de Satanás o Diablo… que muy poco aparece en toda la Biblia.

Lo encontramos en el libro de Job, donde está presentado como él que va a probar, con el permiso de Dios, la fe de Job. Éste pierde sucesivamente sus bienes y sus propiedades, su familia y su buena salud. Pero Job no reniega de Dios. Más bien nos sorprende con unas afirmaciones relevantes para la época: “¡Sé que mi defensor vive
y que, de pie en mi piel, mis ojos verán a Dios!”

Aquí Satanás es presentado como una criatura de Dios, por lo mismo
‘buena’ en sí, que tiene la tarea de probar la fe de Job mediante varios ‘castigos’… pero no la muerte.
En el exilio en Babilonia unos 500 años antes de Cristo, los judíos estuvieron en medio de una religión presentaba el mundo como un lugar de batalla entre el bien y el mal, donde, a diferencia del Génesis, el mundo es bueno y malo.

Aparece también un contrincante de Dios que busca convertir en seguidores suyos a los creyentes en Dios. Unos escritos no bíblicos lo van identificando con Satanás que sería un ángel rebelde contra Dios, acompañado de otros ángeles caídos. Para explicar dónde ‘viven’ estos rebeldes a Dios, se inventa el infierno como lugar de
castigo con sus ‘llamas eternas’… imagen que aparece en unos escritos del Nuevo Testamento.

Con Jesús, reaparece la imagen de Satanás según la presentación del libro de Job, para ‘probarlo’. Es el episodio imaginario de las 3 tentaciones… o sea, los caminos que no conducen el Reino de Dios, sino que más bien lo destruyen: el dinero, el poder y la fama… Dicho de paso, son también nuestras tentaciones y, en la oración del padrenuestro pedimos que Dios no nos deje “caer en la tentación” de renegar de nuestra misión por el Reino.

Luego, en el siglo 4, san Agustín escribe su libro “La Ciudad de Dios” en oposición a ‘la ciudad de Satanás’.
Después, en el siglo 13, inspirándose de san Agustín, el famoso poeta y escritor italiano, Dante Alighieri, en su famosa obra “La Divina Comedia”, nos describe el infierno con innumerables detalles e imágenes… que quedan identificando a Satanás y el infierno tales como los conocemos hoy.

Desapareció la imagen bíblica del ‘probador de los seguidores de Dios’, para convertirse en el enemigo declarado de Dios y de los seguidores de Jesús, dueño de un infierno terrible… que nos asusta.
Esa presentación fue retomada para la conversión de los indígenas de América Latina durante la conquista y la colonización europea: miedo, descalificación, castigos, muerte e infierno con Satanás y sus innumerables demonios.

Lastimosamente esta misma práctica sigue vigente hoy en muchas prédicas católicas y sobre todo evangélicas. ¿Por qué no hemos alejado tanto de la Biblia y de Jesús?… que reconocemos como ‘Palabras de Dios’.
Digamos que siempre se ha buscado el origen del mal en el mundo, la naturaleza y el ser humano. En esta búsqueda de ayer y hoy, no queremos reconocer que los humanos somos los autores y ‘creadores’ del mal en nosotros, entre nosotros y en el mundo en general.

Buscamos y encontramos mil razones y disculpas para no
responsabilizarnos de la maldad que cometemos y de la que nos hacemos cómplices y encubridores. Retomamos la respuesta de Adam cuando Dios les preguntó por qué había comido la fruta prohibida: “¡Es la mujer que me la dio!”:
Siempre el otro o los otros tienen la culpa de nuestra maldad. Repetimos su mentira de Adam, su cobardía, su irresponsabilidad, su maldad contra Eva y contra él mismo, o sea, la incapacidad de reconocerse malo.

Luego, por no asumir nuestra responsabilidad de seres frágiles, limitados y malos a veces, confirmamos la realidad física del infierno, de Satanás y sus demonios. Otro y otros son los culpables del mal que vamos cometiendo.

Los padres continúan inculcando el miedo y el error en sus hijos cuando dicen: “¡Cuidado!: el Diablo te va a llevar.”
“Hay que bautizar al niño para quitarle el Diablo” … Seguimos apelando a Satanás cuando creamos y utilizamos el miedo, el odio, la descalificación del otro y de los otros que no piensan como nosotros; justificamos la muerte de los adversarios y de los que son diferentes de nosotros. Los consideramos como nuestros enemigos que hay que eliminar…

¡Cuán lejos estamos del mensaje bíblico del Génesis y de Job, como también de la práctica y del mensaje de Jesús! Nos aferramos, contrarios a la Palabra de Dios, a un Diablo y un infierno inventados, para esconder nuestra maldad y sustraernos a nuestras responsabilidades de cambiar esta maldad personal, colectiva y estructural que hemos construido con nuestras acciones, omisiones y complicidades. El Papa Francisco lo dijo claramente: “No existe
condenación eterna; ella es sólo para este mundo”.

Nos falta valentía. Sí, “¡El mundo están cambiando y cambiará más!” … ¿Por qué no nos decidimos, también nosotros, a cambiar, aunque sea poco, en particular sobre Satanás, el infierno y nuestra cobardía?

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