Salvador Allende, a 37 años del golpe de Estado en Chile

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«Trabajadores de mi patria: tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.
¡Viva Chile, viva el pueblo, vivan los trabajadores!»

Este 11 de septiembre se conmemoran 36 años de la muerte del presidente chileno Salvador Allende. Su gobierno, que alcanzaría a durar mil días, terminó abruptamente este día de 1973 mediante un golpe de Estado en el que participaron las tres ramas de las Fuerzas Armadas y el Cuerpo de Carabineros con el apoyo del gobierno de los Estados Unidos, tres años antes del fin su mandato constitucional. Luego de que el Palacio de La Moneda fue atacado por aviones y tanques, Allende se suicidó para evitar entregarse a los golpistas. El fin de su gobierno daría inicio a una dictadura encabezada por Augusto Pinochet, que duraría poco más de 17 años.

Para matar al hombre de la paz,
para golpear su frente limpia de pesadillas
tuvieron que convertirse en pesadilla;
para vencer al hombre de la paz
tuvieron que congregar todos los odios
y además los aviones y los tanques;
para batir al hombre de la paz
tuvieron que bombardearlo hacerlo llama,
porque el hombre de la paz era una fortaleza.

Para matar al hombre de la paz
tuvieron que desatar la guerra turbia;
para vencer al hombre de la paz
y acallar su voz modesta y taladrante
tuvieron que empujar el terror hasta el abismo
y matar más para seguir matando;
para batir al hombre de la paz
tuvieron que asesinarlo muchas veces
porque el hombre de la paz era una fortaleza.

Para matar al hombre de la paz
tuvieron que imaginar que era una tropa,
una armada, una hueste, una brigada,
tuvieron que creer que era otro ejército;
pero el hombre de la paz era tan solo un pueblo
y tenía en sus manos un fusil y un mandato
y eran necesarios más tanques más rencores
más bombas más aviones más oprobios
porque el hombre de la paz era una fortaleza.

Para matar al hombre de la paz,
para golpear su frente limpia de pesadillas
tuvieron que convertirse en pesadilla;
para vencer al hombre de la paz
tuvieron que afiliarse siempre a la muerte,
matar y matar más para seguir matando
y condenarse a la blindada soledad;
para matar al hombre que era un pueblo
tuvieron que quedarse sin el pueblo.

Mario Benedetti

(Información recibida de la Red Mundial de Comunidades Eclesiales de Base)