Rouco retrasa la designación del nuevo obispo auxiliar de Barcelona

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Religión Digital

Cuenta Jordi Casabella en El Periódico que el relevo de Joan Carrera como único obispo auxiliar del cardenal Lluís Martínez Sistach en la diócesis de Barcelona se eterniza. Carrera está a punto de cumplir los 78 años y su jubilación sigue sin ser aceptada por el Papa tres años después de ser presentada, algo insólito si se cae en la cuenta de que se trata de un prelado que nada a contracorriente, es decir, que no responde al perfil neoconservador que gusta a Benedicto XVI.

La razón hay que buscarla en la reiterada negativa del Vaticano a aceptar a los candidatos a sucederle que propone Martínez Sistach, al que le han devuelto la terna de aspirantes en dos ocasiones. Fuentes del arzobispado atribuyen lo sucedido a la influencia de las opiniones del presidente del episcopado español, el cardenal Antonio María Rouco, sobre los miembros de la Congregación para los Obispos a la que le corresponde proponer el nombramiento.

El todopoderoso cardenal de Madrid es el único integrante español de la congregación y, en consecuencia, su voz es tenida muy en cuenta a la hora de cubrir las vacantes de obispos en España. Sistach ha prestado su aval al rector del seminario conciliar de Barcelona, Josep Maria Turull, y a dos de sus más estrechos colaboradores en el gobierno diocesano: el rector de la parroquia principal de Santa Coloma de Gramenet y delegado del arzobispo en Cáritas, Salvador Bacardit, y el vicario episcopal Joan Galtés. Hay quien sostiene que Salvador Pié, profesor a tiempo parcial de la Universidad Gregoriana en Roma, figuraba también en las propuestas desechadas.

JOVEN REBELDE
Turull, al que Sistach puso al frente del seminario tras aterrizar en Barcelona, es una joven promesa (42 años) al que los más conservadores tienen por progresista. Se expresa se forma certera, hasta brillante, y ello le llevó probablemente a convertirse en uno de los portavoces que, megáfono en mano, encabezó la protesta de 150 curas en el patio del palacio arzobispal cuando el Vaticano decidió, en el 2004, fragmentar la diócesis de Barcelona en tres. La última manifestación pública de rebeldía del clero barcelonés se remontaba a 1966.

Bacardit se licenció en Periodismo en la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y trabajó en la profesión antes de marcharse a Chile a ejercer como misionero, cosa que hizo durante siete años. Regresó a Barcelona, se enroló como formador del seminario y ha ido ganando responsabilidades en la demarcación hasta que Martínez Sistach le convirtió en uno de sus vicarios episcopales. Si hubiera que situarle en algún bando, sería en el progresista.

A diferencia de Turull y Bacardit, el historiador Galtés ha estudiado en la Gregoriana y su nombre ya ha figurado con antelación al menos en otra terna, la que se hizo llegar desde Vic para sustituir al obispo Josep Maria Guix. La Congregación para los Obispos ignoró entonces la propuesta y prefirió nombrar a alguien a quien el prelado saliente ni siquiera conocía. Fue de esta manera como Romà Casanova, el actual obispo, dio el salto desde un oscuro puesto en el seminario de Tortosa a la dirección de una de las diócesis con más solera católica de Catalunya. Casanova era uno de los protegidos del entonces cardenal arzobispo de Barcelona, Ricard Maria Carles, un incondicional de los aires que soplan en la Santa Sede.

Está por ver cómo actuará ahora el organismo encargado de cubrir la vacante de Carrera. Hay quien vaticina que Sistach hará valer el peso de la púrpura, que consiguió en noviembre, para imponer finalmente a alguno de sus candidatos, siempre y cuando Rouco no vuelva a poner objeciones. Si lo hace, la situación puede alargarse indefinidamente.