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Rouco mueve pieza contra Rajoy -- Enric Juliana

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La Vanguardia

Rouco2.jpgEl presidente del episcopado, desoyendo al nuncio y al cardenal de Toledo, propulsa a Jiménez Losantos | Hace diez días, la cúpula episcopal estuvo a punto de decidir el despido de Jiménez Losantos | El cardenal de Toledo, Antonio Cañizares, fue el más firme partidario de la rescisión.
Lunes 19 de mayo, embajada de España ante la Santa Sede, al filo de las dos de la tarde. El embajador Francisco Vázquez ofrece un almuerzo al comité ejecutivo de la Conferencia Episcopal Española, que acaba de ser recibido en audiencia por el Papa Benedicto XVI. El día es lluvioso, 14 º y mucha humedad, pero la cordialidad reina en el comedor de la embajada más antigua de Roma. Paco Vázquez sabe ser un gran anfitrión, sobre todo si preside la mesa el cardenal Antonio María Rouco Varela, tan gallego como él, aunque un poco más astuto. El embajador está a punto de comprobarlo. De nuevo.

«Eminencias, me informan desde Madrid que en la página web de la Cope se acaba de anunciar la renovación del contrato de Federico Jiménez Losantos», advierte en voz alta Fernando Giménez Berrocal, vicesecretario para asuntos económicos de la Conferencia Episcopal, el único laico que ha asistido a la audiencia con el Papa. En la sala se produce el silencio. Un silencio incómodo, que rompe inmediatamente el cardenal primado de Toledo.

«Me parece una muy mala noticia. Es una lamentable decisión», exclama en voz alta Antonio Cañizares, hombre de carácter recio que suele decir siempre lo que piensa. Aun disponiendo de buena información sobre los entresijos de la cúpula episcopal española, el embajador Vázquez queda algo estupefacto, ya que muy pocas veces el arzobispo de Toledo ha disentido en público de Rouco Varela. Los demás comensales saben muy bien lo que está ocurriendo, pero optan por la discreción. No se expresan con la misma franqueza que Cañizares. No hay debate. Detrás de la puerta quizás estaba escuchando Fray Piccolo, el legendario fantasma de la embajada.

La periodista Paloma Gómez Borrero asegura haber visto el espectro una noche de invierno. Y cuenta, en un divertido libro sobre los fantasmas de Roma, que Fray Piccolo se apareció, con gran sobresalto, a Jacqueline Kennedy, hallándose la viuda más famosa de todos los tiempos alojada en la embajada y en camisón. (Cuenta la leyenda que el fraile se enamoró de la mujer de un embajador, y que este, español y expeditivo, lo mató. Hace siglos.)

Condenados a una eternidad imperfecta, los fantasmas suelen acumular bastante información, pero Fray Piccolo no sabe lo que ocurrió unos días antes, el jueves 15 de mayo, en el número uno de la calle Añastro de Madrid, sede de la Conferencia Episcopal. Vamos a contarlo.

Aquel día, festividad de San Isidro, patrón de los madrileños, la cúpula del episcopado estuvo a punto de despedir a Federico Jiménez Losantos, director del programa matinal de la emisora católica Cope y conspicuo protagonista de la vida política gracias a su pletórica capacidad para la arenga. El locutor, de antigua pasión maoísta, seduce y magnetiza a un segmento notable de la derecha sociológica, sobre todo en Madrid, con la consiguiente influencia en los avatares del PP. Desde el 9 de marzo, está desarrollando una feroz campaña contra Mariano Rajoy. Le flanquea, en perfecta y estudiada sintonía, el director del diario El Mundo,Pedro J. Ramírez, que el pasado domingo amenazaba con «tirar la bomba atómica» (sic) en el supuesto de que Rajoy no presente la renuncia antes del congreso del PP, previsto para los días 20, 21 y 22 de junio en Valencia.

Un sector hasta ahora minoritario del episcopado lleva tiempo manifestando su disconformidad con la línea de la Cope, pero el jueves se produjo una novedad. El cardenal Cañizares, ausente de Madrid, hizo llegar por escrito su opinión, nítidamente contraria a la renovación del contrato de Jiménez Losantos. Conservador sin fisuras y plenamente identificado con el pensamiento de Joseph Ratzinger, el cardenal de Toledo cree en estos momentos que el propagandismo de la Cope ha rebasado unos límites aceptables, en detrimento del prestigio de la Iglesia. Es, en sustancia, la misma opinión que el nuncio de la Santa Sede en España, Manuel Monteiro de Castro, ha transmitido a la Secretaría de Estado del Vaticano. El nuncio Monteiro aún no se ha repuesto de la impresión que le produjo ser acusado de «masón» en una de las arengas matinales de la Cope, al estilo de Radio María, la emisora ultra de Varsovia, que el Vaticano no logra embridar.

«Cañizares tiene una visión muy diocesana y en estos momentos está preocupado por la dignidad del mensaje eclesial», explican fuentes allegadas al cardenal. Nacido en 1945 en Utiel (Valencia), Cañizares mantiene una estrecha relación con la Universidad Católica de Murcia, cuya influencia intelectual es perceptible en la actual Generalitat valenciana, presidida por Francisco Camps, decisivo e influyente valedor de la reorientación centrista del PP. Uno de los principales colaboradores de Camps es el vicepresidente y consejero de Bienestar Social Juan Cotino, director general de la Policía en la etapa Aznar y persona muy próxima al Opus Dei.

Cuatro de los siete miembros del comité ejecutivo episcopal – el vicepresidente Ricardo Blázquez (Bilbao), Antonio Cañizares (Toledo), Lluís Martínez Sistach (Barcelona) y Carlos Amigo (Sevilla) son, en estos momentos, críticos con la Cope. En una posición intermedia se halla el obispo de Oviedo, Carlos Ossoro. Los únicos valedores del hombre que con mayor ahínco quiere derrotar a Rajoy son Rouco Varela y el secretario portavoz de la Conferencia, Juan Antonio Martínez Camino, obispo auxiliar de Madrid. Pero no hubo votación.

La reunión transcurrió en términos ambiguos. «La voz más clara fue la de Cañizares», relata una fuente que la conoce al detalle. «Martínez Sistach y Amigo se movieron con prudencia; no fueron muy beligerantes», añade. La contención del cardenal de Barcelona está siendo especialmente comentada en círculos eclesiales de Madrid. Con suma habilidad, el cardenal Rouco llevó la indeterminación a su terreno y propuso trasladar la decisión final a Alfonso Coronel de Palma, presidente de la emisora. El domingo por la tarde, Jiménez Losantos obtenía la renovación por un año, prorrogable (el radiofonista pedía tres).

Semanas antes, Rouco Varela había compartido manteles – una cena- con Rajoy, quien le pidió neutralidad en el convulso periodo que atraviesa el PP. Ambos mantienen una buena relación y una evidente sintonía galaica (Rajoy es de Pontevedra y Rouco, de Lugo). El encuentro, correcto en las formas, acabo instalado en la frialdad. Cada vez más partidario de la beligerancia de los católicos en el espacio público, el presidente de los obispos españoles ya sabía cuál era su apuesta.

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