Xavier Sardà decía ayer en la tertulia de Manel Fuentes que la insistencia del cardenal Rouco podría acabar con la simpatía general que todavía suscita el concepto de familia. Rouco Varela es uno de los mayores desastres de la Iglesia española desde la recuperación de la democracia. Como su predecesor y mentor Ángel Suquía, Rouco se forjó como obispo del ala dura en la Galicia de Fraga Iribarne y desembarcó en Madrid para proteger el ala extrema derecha de la liberal Esperanza Aguirre.
Pero Rouco ha cruzado Rubicones que jamás osaron traspasar ni Suquía ni el bueno de Ricardo Blázquez. Le juzgamos políticamente porque sus actuaciones han sido políticas, tanto en el día a día del arzobispado de Madrid dando alas a Federico Jiménez Losantos en la COPE y organizando marchas contra Zapatero como desde la tribuna de la Conferencia Episcopal promoviendo documentos pidiendo el voto contra determinados partidos, todos menos uno.
Edición Impresa Versión en .PDF Información publicada en la página 64 de la sección de Contraportada de la edición impresa del día 04 de enero de 2011 VER ARCHIVO (.PDF)
Dejamos de lado otros asuntos más internos, como su vieja amistad con Maciel y los Legionarios ahora intervenidos por el mismísimo Vaticano o su decisiva intervención en desarmar intelectualmente a los obispos de Catalunya y del País Vasco acusando de nacionalista a todo aquel candidato inteligente que se cruzaba en el camino de sus protegidos.
Trampa final
El final de la carrera de Rouco parece que estará a la altura de su historial. Ahora se promociona para ser reelegido antes de cumplir los preceptivos 75 años y tener que poner su cargo a disposición del Papa. Una trampita que el propio eminentísimo cardenal consideraría pecado si la protagonizara algún político de los que no le gustan o algún obispo de los que nombró Pablo VI, en gloria estén.
Rouco y los suyos, que ahora son mayoría entre el episcopado español, son especialistas en ver la paja en el ojo ajeno y obviar la viga en el propio. Solo así se puede explicar este tipo de trampas o las barbaridades que dicen sobre la violencia machista y el declive de la familia. Ciertamente, una obsesión.