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Veinticinco años y un día.
Ya no hay una guerra descarnada,
sino la terrible opresión de siempre
convertida en ley, orden y desprecio.
La esperanza huye con el pueblo,
y se difumina en el polvo
de la frontera del olvido.
Las maras son la terrible expresión
de la violencia contenida.
Los campesinos siguen muriendo
por falta de trabajo, cultura, medicinas.
¡Qué noche tan larga,
desde que una bala asesina
te arrancó de nuestra vida!
¡Qué infinito silencio,
desde que la palabra
quedó silenciada
por tu agonía!
Las súplicas ascienden como incienso.
Son las lágrimas de los pobres,
de las mujeres, de los niños
que jugaban con la cruz sobre tu pecho.
Maranhata. Vuelve y desempolva
el micrófono de la catedral del pueblo
para decir de nuevo, con otras voces,
una palabra de ánimo, de futuro,
de confianza y consuelo.
Sueñan contigo las hormigas
para volver a tomar
el púlpito del servicio,
la mañana de tu sonrisa,
la ternura de tu abrazo,
la denuncia de los tiranos.
Contágianos tu profecía,
el fuego ardiente de la Palabra,
la bandera de la libertad para denunciar,
como ayer, tanto dolor e injusta muerte.
Acompáñanos, san Romero,
por otro camino que haga posible
un nuevo orden, una nueva primavera
de solidaridad, lucha y compromiso.
Necesitamos tu mano resucitada
para levantar los ánimos,
los hombros, la mirada
y tantas vidas abatidas, sin vida??
Haznos probar la mística bebida
del amor y la amistad con Dios,
que en dolor y soledad bebiste,
para derrochar una entrega renovada
en la lucha diaria por el Reino.
El Espíritu de Dios, ya es uno
con el tuyo. Como lo era en tu oración,
en tus sollozos, en tus homilías.
Derrámalo sobre nosotros
que seguimos aquí, peregrinando,
romeros huérfanos de ti, buen Romero,
abandonados por la Jerarquía,
el Gobierno, los dioses y el Imperio.
Caminamos perdidos
en la noche oscura, sin rumbo, a tientas,
sin esperanza de ver, por fin,
la luz del nuevo día.
Anúncianos, ángel nuestro,
la posibilidad, endúlzanos el anhelo
de otro mundo posible y necesario,
la buena nueva de una red de voluntades
que cambie tanta estructura de muerte
por la justicia y la paz de la fraternidad.
Te sigue esperando
sin nombrarte tu pobrería agotada,
silenciosa, resignada, abatida.
Renueva nuestros espíritus
para avanzar hacia la santidad
de tu vecindad, tu voz altiva,
tu dolor, tu denuncia, tu sencillez
y tu pasión por el pueblo.
A pesar de tanto silencio,
de tanta perenne opresión,
queremos gritar, y decir bien alto:
Romero, queremos seguir
el ejemplo de tu vida.
Deseamos alcanzar un día, tu vida.
Que no te la arrebató una bala asesina.
Tu sangre derramada, como la de Jesús,
nos conducirá, de la mano
de los empobrecidos y de los mártires,
a la plenitud del Reino, ya en esta vida.