La elaboración de una nueva Constitución Política que recoja las aspiraciones del pueblo egipcio debe ser la piedra angular de la verdadera democracia expresada a gritos en la plaza Tahrir a la vista del Mundo entero, dándonos una lección inolvidable de la que tanto los oprimidos como sus opresores inescrupulosos pero en franca decadencia han tomado atenta nota: los pueblos de Irán, Argelia, Bahrein, Yemen y hasta de Italia lo están demostrando.
De ninguna manera la nueva Constitución será cocinada por una camarilla de expertos, así sean elegidos en comicios populares. Mucho menos podrá ser la imposición de las decisiones de quienes remplazaron al ex dictador en el control del Gobierno, los militares (interesados en conformar “un comité que introduzca enmiendas constitucionales”, El Colombiano, febrero 14 de 2011, p. 10a) o, peor aún, de un poder externo (como el Imperio en bancarrota).
Necesariamente será el fruto del concurso libre y espontáneo de los ciudadanos que deseen aportar aprovechando la insólita pero contundente herramienta que es Internet.
Su poder democrático lo demuestra prematuramente la elección de Obama (en 2008) pero, sobre todo, el derrocamiento del dictador cínico y caduco de Egipto, Hosni Mubarak, el glorioso e inolvidable 11 de febrero de 2011.
Es el “Once Bueno” que contrasta con el “Once Malo” de septiembre de 2001 con los auto atentados en USA propiciados por el asesino George W. Bush aliado con su socio Osama bin Laden, ambos petroleros inescrupulosos y santones, un par de tarados deseosos de figurar como las cabezas visibles de los pueblos antagónicos en la guerra de civilizaciones planeada por el sionismo.
Igualmente supera el “Once Malo” de septiembre de 1973, cuando el también criminal Richard Nixon -aconsejado por el enemigo del Mundo, Henry Kissinger, todavía echando azufre en el sanedrín de Washington- resolvió asesinar a Allende para remplazarlo por la inmunda cosa traidora que fue Augusto Pinochet, ficha clave en la imposición del Neoliberalismo que está destruyendo la Vida aceleradamente y que tenemos que repudiar y superar a la mayor brevedad.
A pesar del desprecio de los potentados, toda la población tiene claros sus anhelos de libertad individual y justicia social, negados por el dictador. Conquistarlos es la verdadera tarea democrática trascendente.
De ninguna manera semejante despertar consciente de las multitudes se puede ahogar con el reemplazo del déspota por otro u otros, ya se trate de militares, civiles o hasta santones. Es la caducidad evidente de los líderes que desprecian, utilizan y suplantan a los pueblos. Es el tiempo de los pueblos en el entendido de que pueblo somos todos y cada uno de quienes no somos potentados ni sus siervos.
Llegó el fin de los impostores y el derrumbe de los potentados que quieren destruir el Mundo y extinguir la Vida mientras hacen todo lo posible por asegurar la conservación de las suyas.
Tanta gerontocracia (o dictadura de los ancianos) como que les da seguridad a los viejos halcones de que son eternos y superiores, de modo que sus planes (expresados por el club de Bilderberg y nunca desmentidos por el simpático y altruista filántropo Bill Gates y demás potentados sionistas desenmascarados) están resueltos a implementarlos de todas maneras, aunque ya hayan sido develados y repudiados por los ciudadanos conscientes.
Ahora llegó el turno de la Humanidad sensible, decente y digna que ha resuelto deshacerse de los sicópatas que la han sojuzgado inmisericordemente y, enfermos de codicia, la condenan a la miseria negándole el disfrute de la abundante riqueza social. Son tan detestables e inhumanos que prefieren convertirla en basura para confirmar y acentuar su maldad, ruindad y bajeza ética y moral, tanto como su afán de destruir la biosfera.
La verdadera democracia es el gobierno del pueblo para el pueblo. En Egipto, su primera obra consistente, perdurable y ejemplar tiene que ser dotarse de una Constitución que consagre sus derechos y defina las instituciones y los mecanismos para garantizárselos efectivamente a todos.
Se requiere una nueva organización social que, al reconocer el derecho de todos a gobernar, necesariamente será plana u horizontal, de modo que las jerarquías y los jerarcas no cabrán en ella, y tampoco los líderes ni los caudillos que se creen predestinados para monopolizar el poder que los demás ineptos no sabemos manejar ni para qué sirve, según consideran estos falsos portentos que viven del engaño colectivo sustentado en la ignorancia en que se esmeran en mantener a las masas ingenuas y crédulas que ya abren los ojitos y no aguantan más abusos.
Nadie -por astuto, político, estudiado o especialista que sea- podrá suplantar al pueblo egipcio. O sea, a cada uno de los ciudadanos que lo desee lo asiste el derecho a presentar y discutir propuestas para el pacto social realmente democrático, a fin de rechazarlas o apoyarlas o complementarlas o ajustarlas.
Es un proceso abierto que culminará con la adopción de un pacto social excepcionalmente legítimo que recoja las propuestas decantadas tras evaluarlas cuidadosamente, sopesar sus pros y sus contras, y someter a un referendo todas las que gocen de un apoyo manifiesto por suficientes ciudadanos. A medida que se expresen se sabrá qué quieren.
No se trata de redactar arbitrariamente un “Manual de derechos y deberes cívicos” para cumplir el formalismo propio de las falsas democracias “representativas”, cuyos gobernantes violan o desconocen a su gusto y conveniencia las constituciones, además de que han sido redactadas a espaldas o sin la participación activa y real de los ciudadanos.
Lo que pretende la Humanidad consciente y solidaria que cifra sus esperanzas en Egipto, es consagrar las bases sólidas de una verdadera sociedad democrática que sirva de guía para los demás pueblos que continúan oprimidos pero cuya misión antropológica es ingresar a una etapa superior de desarrollo humano que se alcanzará con el establecimiento de esa Sociedad global Democrática que detenga y derrote el Nuevo Orden Mundial en que vienen empeñados los potentados hace tiempo y que tan avanzado llevan.
Por eso es tan importante que todos estemos pendientes de lo que pasa en Egipto, y dispuestos a denunciar cualquier maniobra dirigida a burlar o traicionar la voluntad popular, impidiéndole su manifestación libre y amplia tanto como el cumplimiento de su sagrada misión: definir el pacto pionero, de origen realmente democrático, que sirva de guía a la Humanidad para enterrar la Historia e inaugurar la Nueva Era.
La revolución se inició en Túnez con la auto inmolación de un rebuscador sin empleo a quien las autoridades no lo dejaban trabajar por su propia iniciativa. Continuó en Egipto y Yemen y, seguramente, se extenderá a otros países, no sólo árabes y musulmanes sino a todos aquellos donde el pueblo está oprimido y manipulado por potentados.
De ninguna manera la gloriosa iniciativa popular puede convertirse en el polo radical, fundamentalista, fanático y extremista que el sionismo necesita para desatar la guerra de civilizaciones y que un santón fraudulento como Ahmadineyad está dispuesto a secundar.
De ahí que el régimen asesino de Neda tenga que caer lo más pronto posible para quitarles argumentos a los halcones criminales desesperados por desatar la guerra mundial de civilizaciones que les evite pagar su deuda con la Humanidad y, más bien, les sirva para derrotar a la especie y extinguir la Vida.
Más bien, lo que representa la insurgencia popular en los países árabes e islamistas es el camino de libertad que los pueblos han decidido explorar por sí mismos (libremente, de verdad), sin la tutela ni la férula de gobernantes ni potentados.
Es el gran anhelo de la Humanidad que ha comenzado a materializarse a través de estos países secularmente oprimidos.
Los tiempos lo exigen. La Humanidad lo reclama. La Vida lo necesita para no desaparecer y seguir luchando por perpetuarse superando todas las amenazas que se presenten.
(especial para ARGENPRESS.info)