Revolución de verano -- Benjamín Torres Gotay

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

El Nuevo Día, domingo, 21 de julio de 2019
Estos no son tiempos en los que se pueda o se deba dormir mucho. No a toda generación se le presenta la ocasión de ver a la historia desperezándose ante sus ojos como un animal grande que emerge de un prolongado sueño. No es mucha la gente que puede decir que vio nacer ante sus ojos, con la sensación de inevitabilidad con la que llega una mañana, un nuevo orden de las cosas.

Estas son cosas que casi nunca pasan. En Puerto Rico, nos tocó verlo en el ardiente verano del ?19. Un país que llevaba demasiado tiempo anestesiado descifró, en este tiempo de desplazamientos, los códigos que le permitieron trascender el letargo de generaciones, ponerse de pie, echar a andar y patear, simbólicamente, lo que encontrara de frente.

Se perdió, en el proceso, algún miedo. Lo estamos viendo todos los días, sobre todo en las calles adoquinadas de nuestro amado Viejo San Juan, pero también en otros rincones de la isla. La gente está, por fin, defendiendo el país de quienes llevan tanto tiempo masacrándolo salvajemente. El miércoles, 17 de julio, se juntó en San Juan la que quizás sea la multitud más grande jamás reunida en una protesta aquí. Para mañana, se espera algo igual.

El culpable de ocasión se llama Ricardo Rosselló, pero esta es una efervescencia que lo trasciende por mucho. Rosselló fue, quizás, más desfachatado que los demás. Ningún otro había cometido la imprudencia de enemistarse con quien guardaba la clave del chat, que terminó mostrándolo a contraluz y dejándonos ver cómo realmente es, cómo se muestra cuando se cree que nadie lo ve.

Hay demasiadas líneas en ese chat que podrían haber desatado la rabia, la furia o la indignación de uno u otro. Hay pocavergüenza ahí para saciarnos de coraje por años. Hay evidencia de posibles delitos, pruebas de que se perseguía gente, burlas a grupos marginados, a enfermos, todo lo que hemos oído.

Pero la idea de este que escribe es que la causa principal de los problemas de Rosselló, y por extensión del resto de la clase política, no es nada de lo anterior. Lo que de verdad le prendió el motor al país fue leer al gobernador Ricardo Rosselló escribiendo: ?Cogemos de pendejo hasta a los nuestros??. Por mucho tiempo, sospechábamos que ese era el caso, que por eso nos tomaban. A los otros y a los de ellos. Ricardo Rosselló nos lo corroboró. Esa se la vamos a tener que agradecer por algún tiempo.

El resultado de esa revelación es lo que hemos estado viendo hace ya más de una semana en las multitudes de gente de todas las generaciones que día tras día, cada vez con más energía, han tomado las calles cantando, bailando, con sus pancartas y maquillajes, conmoviéndonos a menudo hasta el llanto, en lo que es tan protesta como fiesta, en un despojo colectivo -contra el abuso, el saqueo y la corrupción-, que habíamos estado esperando por generaciones.

Rosselló no entiende nada de esto. A él, le enseñaron un libreto para gobernar, no se ha dado cuenta de que la película cambió y sigue queriéndonos aplicar los códigos engañosos de siempre. Está en el viaje de político del todo desvinculado, no digamos ya del pueblo al que dice representar, sino de toda la realidad que lo rodea. No se ha percatado o quiere hacernos creer que no se ha percatado de que su gobernación, kaput, simplemente ya terminó.

Otros políticos estaban midiendo el viento, vieron que sopla contra el gobernador y poco a poco lo han ido abandonando. Hay reportes de que no encuentra quién llene las importantes vacantes que se abrieron cuando salió de los integrantes del chat, creyendo que así apaciguaba las llamas que de todos modos terminaron consumiéndolo. No lo quiere prácticamente nadie ni aquí ni en Washington. Es un cadáver político insepulto y andante. Su gobierno colapsó.

Así es imposible gobernar aunque se ostente el cargo. Mas eso no es lo verdaderamente importante. Entre políticos, siempre hay la posibilidad de arreglar. Para la mayoría, demasiadas cosas son negociables. Quien hoy no lo quiere, mañana puede adorarlo, previo intercambio de algo de interés. Nada es rotundo ni tajante en ese mundo.

El problema que, para Rosselló, no tiene solución es el pueblo. Ese le puso ya la cruz y no la del voto, sino la del te boto. Esa es la barrera que no tiene manera de sobrepasar. El vínculo, que nunca fue muy fuerte, se rompió irremediablemente.

Rosselló no oye lo que pasa. Está resistiendo lo inevitable. Quiere alargar la agonía. Se ha pasado los últimos días fingiendo que es gobernador, tomándose fotos en reuniones, firmando legislación. Parece que le han convencido de que puede sobrevivir.

Si no renuncia, piensa, nadie lo puede obligar. Si tratan de residenciarlo, cree que puede convencer a unos pocos legisladores para sobrevivir. Tiene de principal asesor en estos días a su padre, Pedro Rosselló, quien ha demostrado antes que no le importa llevarse por el medio lo mismo al país que al partido, con tal de prevalecer en una disputa.

Ninguno de los dos ha entendido el rol diminuto que juegan en esta trama.

Aquí hay en movimiento unos resortes históricos mucho más profundos. El despertar que, asombrados, vemos en estos días, viene bullendo desde mucho antes. La corrupción, la incompetencia, el saqueo del tesoro público para el beneficio de unos pocos, eso es algo que no lo inventó Ricardo Rosselló.

Su administración, sí, apostó en grande a la legendaria pasividad del puertorriqueño. Ciertos personajes del entorno de Rosselló se lanzaron sobre lo poco que nos queda como si no hubiera mañana. Tentaron su suerte. El tiro les salió por la culata. Se encontraron de frente a un pueblo harto. En la inconfesable vergüenza de estar a punto de ser el primer gobernador incapaz de concluir su término, Rosselló está pagando las consecuencias de la glotonería y la voracidad.

No habíamos visto nunca las multitudes de los últimos días pidiendo nada más y nada menos que la renuncia del gobernador. Ya lograron que Rosselló no pueda gobernar. El pueblo, con el apoyo de sus artistas, deportistas, obreros, de sus intelectuales, estudiantes, amas de casa, aficionados a las motoras y a los caballos, de todo el mundo, aprendió de lo que es capaz. Y cuando el pueblo sabe de lo que es capaz, si quiere, no queda después piedra sobre piedra.

Hoy, apunta a la glotona, incompetente y abusiva administración de Rosselló. Pero ya se oyen ecos de lo que puede querer después. Segunda vuelta. Vicegobernador electo. Referéndum revocatorio. Limitación de términos. Una actualización de la Constitución. La lista es larga. Baste con afirmar que el pueblo se vio al espejo y, como por accidente, puede decirse que hasta por instinto, entendió de lo que es capaz.

Nos tocó en verano. Pero, independientemente de la época, es lo mismo; estamos viendo una hermosa y largamente necesaria revolución pacífica, la primera de nuestra historia. El pueblo se cansó y se levantó. Esto es algo que toda la vida nos habíamos debido. Vamos a gozárnoslo porque no sabemos cuándo lo volveremos a ver.