(encuentro de culturas y religiones)
No nos resignamos a que se apague la luz del Concilio Vaticano II, ni que se extinga el espíritu y la esperanza que vivió el mundo tras aquel acontecimiento. Por eso, este libro «La muchacha del voluntariado y el joven misionero», además de ofrecer lo que puede ser un encuentro entre culturas y que otra imagen de Iglesia es posible, es una historia de amor novelada, que se desarrolla en la España católica y confesional, y en las postrimerías de la dictadura franquista. Esta historia es una realidad vivida por dos cristianos comprometidos en la acción misionera de la Iglesia en Suramérica.
Trascribo textualmente una de las páginas más significativas de la novela.
«En esta época son muchos en el mundo los sacerdotes que han arribado como náufragos del celibato al mismo puerto del amor.
Muchos de ellos venían de la misión, del mundo del trabajo, de comunidades de base,?? diseñadores del futuro. No pretendían en modo alguno que desapareciera el carisma de la virginidad en la Iglesia, ni siquiera el celibato. Solo se decantaban por un celibato opcional de los tiempos nuevos. Así cobraría mejor lustre el testimonio del célibe. Que puedan ser sacerdotes los que no tengan ese carisma. Que puedan ser aceptados los curas casados en la Iglesia como en otras confesiones cristianas, y se de así el gran paso ecuménico. Solo ese era su clamor.
¿Porqué no habría de surgir en estos tiempos un nuevo testimonio que tuvo sus orígenes en la Iglesia Primitiva? Ser ministros de la Iglesia y ser esposos, padres de familia,, educadores a la vez que buenos profesionales y apóstoles de la fe. Secularizados, conscientes de su condición de sacerdotes, profetas y reyes, correspondiente a cualquier cristiano según aconseja el apóstol Pedro en su carta primera.
No pretendía otra Iglesia alternativa. Teólogos seculares, su teología seguía siendo la investigación de la verdad revelada, expresada en un lenguaje actual.. Pastores de oficio, se decantaban por una pastoral que tenga en cuenta los signos de los tiempos y los descubrimientos y avances de la ciencia y la crítica filológica, cual competía a los teólogos célibes de su tiempo.
En los tiempos antiguos, la teología no era privativa de los sacerdotes, de célibes y de hombres; cualquier hombre o mujer puede acceder a este carisma de la investigación teológica.
Querían afrontar, en cuerpo y alma, un nuevo testimonio misionero; el amor humano, el cultivo del cuerpo y las técnicas de dominio corporal, de concentración y relajación, la sexualidad y el placer, estaban asumidos por la fe en la resurrección de la carne.
Venían a roturar en la Iglesia un campo de cultivo, ya largo tiempo en barbecho: un vida secular, no clerical, fuera del templo, entregados a todos los ambientes sin discriminación, una responsabilidad familiar y un compromiso profesional y cívico, desconocido por los eclesiásticos, ero más cercano a los problemas del mundo y de su entorno.
No aceptaban una degradación pesimista de la materia sino el disfrute de la materia y del cuerpo en la armonía del espíritu.
Comprometidos frente a la miseria y la explotación, la incultura y la manipulación, la insolidaridad y la injusticia del mundo, se sumergían se sumergía directamente en ella despojándose de sus hábitos, solo conservaban en su interior la mística de su trato personal con Dios.
Una generación de misioneros exiliados, imbuidos del espíritu del Concilio roturando caminos.
A estos así, la Iglesia no debió dejarles marchar.»
Un grupo de compañeros de nuestra Comunidad, de periodistas y amigos hemos presentado el libro en las ciudades de Murcia, Cartagena, Cieza y en el pueblo natal del autor, Sangonera la Verde. La acogida y los comentarios que estamos recibiendo por parte de los lectores es sumamente positiva, como lo es el estilo y el espíritu que se desprende a lo largo de las páginas del libro. Los temas son vitales y expuestos con respeto hacia otras formas de pensar y de interpretar los acontecimientos de la vida. La descripción que se hace de las culturas y la riqueza que encierran son un baño de sabiduría que merece la pena experimentar. Y eso a pesar de que Manuel López López se ha dejado en el tintero muchas más cosas que decir.
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CON EL AUTOR
Si Dios es padre, no puede excluir a nadie
porque practique otra religión»
En su libro ?La muchacha del voluntariado y el joven misionero?,
propone que ha de haber una libertad de acción si una persona se enamora
Manuel López López /LA VERDAD.
El libro que acaba de presentar lleva por título La muchacha del voluntariado y el joven misionero; y por subtítulo, Encuentro de cultura y religiones.
Su autor, Manuel López López, es un ex-sacerdote murciano, que, desde niño sintió una vocación a la que no ha renunciado, pese a todos los avatares de su vida. Casado y padre de dos hijos -psiquiatra y médico de familia- ha vivido situaciones difíciles.
Trabajó como misionero, cura párroco y cura obrero, y profesor de Filosofía y Teología, en Lorca, Lima, Quito, Cartagena, Madrid…
—¿Fue muy duro dejar de ejercer el sacerdocio?
—Sí, pero ya decía Chesterton que el buen cristiano es aquel que sabe aguantar las dudas. Bastantes sacerdotes estábamos formados en un ambiente progresista, sin estar de acuerdo con la jerarquía eclesiástica de entonces y con el boato que yo había visto en América o en Madrid. Pasé una crisis interna. Dejar el sacerdocio fue como separarme de mi mundo, aunque yo en realidad quería ser misionero, no cura en sentido burgués. Para el obispo Roca Cabanellas fue un gran desencanto. Lo comprendía, pero no lo compartía.
—¿Volvería a recorrer el mismo itinerario?
Sí, siempre lo he dicho, haciéndolo quizá un poco mejor y con mayor garantía. Yo estaba muy bien de cura y, además, me aceptaban. La dificultad que tuve es que precisamente se oponían los obispos a las nuevas situaciones, aunque yo había nacido para el sacerdocio. Aún voy a las parroquias en las que estuve y la gente me recibe y me hace hablar. Aquella generación de sacerdotes deseaba mucho un cambio en la iglesia. Rompí, junto a otros, con una iglesia jerárquica e institucional, por una serie de cuestiones teológicas
—¿Qué han dicho de usted y de su situación?
—No han podido decir nada cuando me casé, porque conocían a mi mujer en su parroquia y me conocían a mí. Pese a todo, me mantengo en mi fe y en mis creencias.
—¿Es todo esto lo que cuenta en su libro?
—En uno anterior, Memorias de educación, fe y libertad, contaba mi educación en el seminario y mi estancia en la parroquia de San Pedro, en Lorca, así como las dificultades que teníamos. En el que presenté hace poco, hay una primera parte novelada, para que no parezca un libro de ensayo, en la que cuento cómo va a América la que ahora es mi mujer, con la intención de ser miembro del voluntariado. Lo que cuento luego sí es real.
—¿Y qué pretende?
—Que se vea y comprenda lo positivo de las religiones, en lo que coinciden con el cristianismo y en la necesidad de unirse. Hay un mismo Dios. Esto es lo esencial, y lo demás es circunstancial. Hay que admitir que si Dios es padre no puede excluir a nadie, porque practique o pertenezca a otra religión. También propongo que ha de haber una libertad, si una persona se enamora. A Dios se va por diferentes caminos. El libro viene a ser un testimonio para los misioneros y los curas, porque la fe es independiente. Nosotros creemos en Dios y en Jesucristo resucitado; lo demás es casi accesorio.
—¿Usted se siente condenado por su comportamiento?
No solamente no me siento condenado, sino que, como he dicho, volvería a recorrer el mismo itinerario. Yo di el paso totalmente consciente ante mi conciencia y ante Dios, y creo que es lo que debía de hacer. A mis hijos les he dado una educación cristiana. Ellos han estado al corriente de toda mi vida, desde el principio. Yo sigo muy relacionado con los teólogos de la Asociación Juan XXIII.
—¿Piensa que la Iglesia aceptará algún día a los curas casados?
—Juan XXIII dijo que los curas serían casados, aunque no bajo su pontificado. Creo que deben ser como fueron en la antigua iglesia: personas que tengan su oficio y dediquen su tiempo libre, que eso es la vocación, a trabajar por los demás. Y los que sean elegidos democráticamente, que se dediquen a organizar la Iglesia, pero no de un modo tan jerárquico como ahora.
Laverdad.es Edición de Murcia 07.07.08