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El prestigio de (algunos) intelectuales
Babelia-EL PAÍS, 10 de mayo de 2014
Cincuenta intelectuales para una conciencia crítica
Juan José Tamayo
Fragmenta editorial. Barcelona 2013
519 páginas.
JUAN G. BEDOYA
Hace muchos libros –y lleva ya cerca de sesenta- que el teólogo Juan José Tamayo ha extendido sus preocupaciones e investigaciones mucho más allá de la religión. El último, de hace apenas dos años, fue una especie de enciclopedia del pensamiento utópico, desde la Antigüedad griega a las utopías revolucionarias de la Modernidad, también la feminista y la antiglobalizadora, las más recientes. Lo tituló Invitación a la utopía (Trotta, Madrid, 2012). Ahora, da un paso más, para acercarnos sabiamente a algunos de los gigantes intelectuales de los siglos XX y XXI, gran parte de ellos con un denominador común: la preocupación por el comportamiento, tantas veces inhumano, de las religiones mayoritarias. Muchos de los biografiados eran o son ateos o escépticos, pero los hay religiosos, la mayoría cristianos, pero también de otras confesiones. He aquí una muestra de los 50 perfiles: Bloch, Rahner, Martini, Bonhoeffer, Camus, Panikkar, Saramago, Küng, Casaldáliga o Díez-Alegría. Abundan las mujeres. Cuatro, imponentes, ocupan gran parte de sus primeras cien páginas: la española Zambrano, la judía alemana Arendt y las francesas Beauvoir y Weil, además de la marroquí Mernisi, la iraní Ebadi, la musulmana estadounidense Wadud y la protestante costarricense Tamez.
Hay que decir pronto que Tamayo no actúa aquí como un divulgador al uso. Tampoco hay que buscar la huella del teólogo cristiano, y menos a quien ha sido apartado del título de ‘teólogo católico’ por la jerarquía del catolicismo romano, marcándolo como hereje y haciendo muy atractiva una circunstancia que antaño podía costar la vida. Tamayo aborda a fondo el estudio de sus cincuenta intelectuales (permítase el tópico: no están todos los que son, pero son todos los que están), y excita a entrar a fondo en cada autor. No hay aquí resúmenes al uso, o lugares comunes sobre pensadores ya consagrados, sino un conocimiento de primera mano, que a veces ha sido también de relación personal. Dos ejemplos: al primer autor estudiado, Ernst Bloch, Tamayo lo dedicó la tesis doctoral en Filosofía, y en el caso de Saramago existió una relación de amistad, que se describe en un simpático diálogo, mientras pasean los dos por una calle de Sevilla, sobre lo que el Nobel portugués llamó “el factor dios” en la vida de los seres humanos, creyentes o no.
El denominador común de los intelectuales que Tamayo señala como representativos de un mundo, los últimos cien años, que ha visto lo mejor y lo peor del ser humano es la conciencia crítica. Han sido pensadores (o son) que allí donde les ha tocado vivir fustigan el orden establecido, despiertan las conciencias adormecidas o revolucionan las mentes instaladas. Algunos lo hicieron (lo hacen) jugándose la vida, como el teólogo protestante Dietrich Bonhoeffer, con su ética y teología contra el nazismo, o el obispo católico Óscar Arnulfo Romero. Qué otra cosa debería esperarse de un intelectual, en el sentido que lo entendió Zola el 13 de enero de 1898 con su famoso ‘J’acuse’. Desgraciadamente, no siempre son así los que ahora se llaman a sí mismos intelectuales.